Yo, ciudadano
López Rosas: luchas
Gustavo Martínez Castellanos
En una conferencia dictada en este puerto, el
licenciado Alberto López Rosas, ex Procurador de Justicia del Estado de
Guerrero, insistió en la defensa de los policías ministeriales que tuvo a su
cargo, hoy detenidos por el caso Ayotzinapa.
El evento ocupó el encabezado de la edición del
lunes 19 del Sol de Acapulco y, la nota, más de la mitad de la página 7-A. En
ella, José Francisco Zorrosa reproduce detalladamente la exposición del ex
fiscal y menciona los elementos en que éste se apoya para probar la inocencia
de sus ex agentes. Al final de la media plana, aún resuena potente su pregunta:
¿Por qué la PGR aún
no ha encontrado a los verdaderos culpables?
Para López Rosas limpiar el nombre de sus ex agentes
es limpiar su propio nombre. Y el del gobierno de Aguirre. Sin embargo, detrás
de esos objetivos puede advertirse una aspiración mayor: dejar debidamente asentado que ni
entre nuestros policías, ni entre sus mandos, ni en este gobierno, se encuentran
los asesinos de los estudiantes normalistas: los guerrerenses no matan
guerrerenses. La
Procuraduría General de la República debe buscar en
otro lado y debe buscar bien. No puede permitirse equivocarse en este caso.
Es por ello que, presumo, López Rosas presentó
inmediatamente su renuncia y que, después, aceptó sin reparos su cese: para
encarar con entera libertad al sistema judicial mexicano. Esa libertad, lo
sabe, es imposible dentro del gobierno.
Y para el gobierno; obligado a moverse en la pesada
institucionalidad que imponen los márgenes y los tiempos burocráticos y legales.
Por ello, es que López Rosas tampoco replica al continuo “desmarcarmiento” que
el gobierno hace de sus declaraciones. Ni, a su vez, refuerza el respeto con
que el gobierno hace ese “desmarcamiento”, que si bien no reconoce su lucha,
tampoco la descalifica. En esa sana distancia entre ambos hay un espacio en el
que puede vislumbrase que de una u otra forma siguen trabajando juntos.
Vista así, es posible pensar que, hasta el
momento, la lucha de López Rosas haya impedido que sus colaboradores sean injustamente
declarados culpables. Y, además, que pueda orillar a la PGR a encontrar a los
verdaderos responsables de la tragedia que enlutó Guerrero, a hacer justicia a
los normalistas caídos y, con ello, dar consuelo a sus familias.
A partir de eso, y como una concomitancia, de
ganarla, su lucha también podría conseguir revertir la mala imagen que este
lamentable suceso imprimió a su carrera pública. Y al gobierno de Aguirre. Y, dentro
de esos saldos, podría, inclusive, propiciar que, de ser hallados inocentes,
sus muchachos puedan regresar pronto con sus familias.
Empero, desde un superior nivel, la lucha de
López Rosas es una admonición, la justicia real debe exigirse con inteligencia
y dentro de la legalidad: Ius semper
loquitur; sí en beneficio y para, pero desde la sociedad.
Quienes me han leído recordarán que he señalado
el daño que el gobierno municipal de López Rosas inflingió a la cultura en
Acapulco al defenestrar a Aída Espino e imponer a José Dimayuga en su lugar, ya
que éste, a su vez, catapultó a la mafiecita cultural que ahora nos agobia
desde el IGC en persona de Citlali Guerrero. Con ese mismo afán de señalar la
verdad, reconozco la entereza y el intelecto de López Rosas en esta lucha que,
de ganarla, le daría a la Justicia
en México –y en Guerrero- nuevos horizontes. Pero, sobre todo, daría sosiego a
las dolientes familias de los estudiantes caídos y justo descanso a su memoria.
Nos
leemos en la crónica gustavomcastellano@gmail.com