Tiene
mucha razón la candidata priísta al
senado de la República, Claudia Ruiz Massieu Salinas, al afirmar que existe
gran desconfianza entre los ciudadanos ante los políticos, y mucho más cuando
se asumen como ella convirtiendo su rostro en una máscara-da de sus propios
orígenes, abandonando la sustancial herencia a favor de protocolos demagógicos,
por aquello de que “podría” ser perjudicial el que “la liguen con las dos
raíces que lleva en su ethos biológico, y en su ego político”: Ruiz Massieu y
Salinas.
Amén
de haber desdeñado el verdadero quehacer del legislador que como ella lo es
–con licencia- sabe muy bien que su función no es la de gestionar tubería para
drenajes, fertilizante para el campo, pero el patriarcado de la política
mexicana ha eso ha condenado a todos y cada uno de los representantes populares
electos legítimamente, pues en esa legitimización llevan de entrada, el sino
del corporativismo, la marca del presidencialismo, ese del que tanto hablo y
escribió mucho mejor Luis Spota, en su trilogía
sobre el poder, y no se diga el recién desaparecido Carlos Fuentes en su ya
clásico, “La muerte de Artemio Cruz”.
Cómo
“negar la cruz de su parroquia”, hela ahí con ese gesto, ritual
ruizmassieuista, con el dedo índice sobre el labio superior y la mirada al
frente, urdiendo, indagando, creando en las profundidades del intelecto. No
pueden ser de cualquiera. Su sino es único y no tiene desperdicio, por ello la
extrañeza su hundimiento en las marismas de la cotidianeidad de los pasillos
interminables de la demagogia, sin aspirar a dar un salto de brillantez, cuando
lo que le sobra es precisamente talento.
Venga de donde venga, y para que permitir que “Fuenteovejuna” se solace en sus
negaciones, que como el “gallo de la pasión” para que esperar la hora, en lugar de batirse hacia
adelante, dio espacio para la crítica menuda, esa que en la mordacidad, busca
encontrar su propia sustancia, cuando no se es capaz de asentir que pudo haber
tenido razón pero se perdió de las aceptaciones de que no puede negar lo que
lleva en el rostro.
Para
que negar lo que es obvio y de clara concepción, eso no era necesario, cuando
lo más prudente, lo más elegante era haber confirmado lo que todo el mundo
sabe, sí, que el …sol sale por el oriente
y se opone… a todas las adversidades, sin metáforas, sin silogismos, de
la mano con los dos, cuando sus propuestas se quedaron cortas, cuando el
mensaje fue mediatizado por su propia incertidumbre, por el peso de la historia
por los dos y el peso de la realidad política por uno, cuya existencia política
va más allá de las sombras en los pasillos de la política nacional y se crece
circunstancial e inversamente proporcional
a los epítetos lanzados por sus enemigos, porque parece que entre muy pocos es quien
entiende mejor lo que sucede en las calles, en las ferias de libros y aún en
los recintos universitarios donde el candidato priísta no da una, y que refleja
el hecho, no como una zancadilla al candidato del tricolor que con menos de eso
se puede caer hasta el fondo, sino la realidad que se viene gestando desde las
aulas universitarias, desde los talleres y las naves industriales, desde el
fondo de las aulas, y entre el barbecho de los campos labrados y los inhiestos
sin fin del paisaje mexicano: la forja de un nuevo rumbo, la forja de una nueva
generación, de un nuevo país, desde ahí, que hoy los miopes y plañideras de la
política televisiva ven como un enemigo a vencer, cuando hoy la joven
legisladora y candidata debe de poner sus ideas a remojar, y no enseñar la
penuria priísta que piensa que estar en contra es boicot, es conspiración,
porque la penuria estriba en la carencia de proyectos legislativos de fondo, de
gran calado, para terminar de una vez por todas con el presidencialismo que
tanto daño le ha hecho a este país, que no se vuelva una reproductora de la
mascarada nacional, y que asuma sus funciones con la hidalguía que lo asumieron
José Francisco Ruiz Massieu y Carlos Salinas de Gortari. Su ethos.
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