Nuestras playas, refiriéndonos exclusivamente a las que son bañadas por las cálidas aguas
de la mundialmente famosa Bahía de Acapulco, son conocidas por su mayor o menor belleza y
por la calidad
o nivel de esparcimiento que mediante
prestadores de servicios turísticos otorgan a los miles de visitantes durante su estancia en ellas .
Esas playas Porteñas, donde
crecimos y aprendimos a nadar antes que
en una alberca y donde sabíamos con los ojos cerrados en cuál de ellas nos encontrábamos, con
solo palpar la arena por sus diferentes
texturas al tacto; porque
la arena de la“ Condesa”
no es la misma que la de “Hornitos”,
“Hornos” o “Caletilla”; donde tuvimos el privilegio de vivir, crecer y disfrutar el Acapulco, de los años cincuentas, sesentas y los dorados
setentas.
A partir de los ochentas, es cuando testificamos cómo las
complacientes autoridades legalizaron lo
fraudulento, y a partir de esa década se abusa o cobra exageradamente por servicios deficientes, de mala calidad o
inadecuados que además
de dar una pésima imagen nacional o
internacional, arriesgaría el
futuro de la industria más noble y que mayores
beneficios nos ha dejado, lesionando
al Acapulco turístico que desde entonces no puede estar peor.
La franja turística
de playas, que
administración tras administración sin importar los colores del partido que gobierne, se encuentra desatendida, colmada de vendedores ambulantes y de
basura por doquier, mostrando un rostro muy distinto al ideal, lleno de estructuras metálicas, oxidadas y
bamboleantes, forradas con telas decoloradas y rotas en su gran
mayoría junto a un mobiliario plástico
tan deteriorado y sucio que de ninguna manera justifica los altos precios que
se exigen para su uso.
A mitad de la temporada veraniega de éste 2012, seguimos preguntándonos quienes
se beneficiaron con el cambio de las tradicionales sombrillas de palapa con mobiliario de madera que además de dar trabajo
permanente a muchos paisanos, dieron identidad propia a nuestras playas hasta antes de ser suplidas por esos actuales esperpentos de lona
azul.
Seguimos constatando,
también, los cobros
estratosféricos de restauranteros, quienes
“no se dan cuenta” que sus meseros, al margen del precio normal verificable dentro del negocio, ya en
la playa, lo duplican o triplican, aplicando el criterio de “según el sapo es la
pedrada”. Consecuentemente, al abandonar
el lugar y con
cajas destempladas - luego del abuso- es posible escuchar al visitante, jurar no volver nunca más.
Desde ésta
óptica, podemos afirmar que la fama de
Acapulco, que comenzó en sus playas con
la nobleza honrada como práctica
cotidiana de prestadores de servicios y autoridades, quienes atrajeron
en su momento no solo a las
personalidades más importantes del horizonte mundial artístico, intelectual, político, etc. sino que Influyeron favorablemente en los flujos de turismo internacional convirtiendo a Acapulco y a sus playas en un
inmenso polo de atracción
mundial.
Por lo
tanto, es en esas playas, a salvo de
la inseguridad y violencia
desatadas, hasta hoy, en donde podría darse el principio de la solución a la
problemática actual, mediante un
programa permanente, tendiente a recuperar aquellas características originales y por ende
el prestigio perdido.
Sin ninguna
duda, municipalizar la dependencia
encargada de operar en esa franja,
reponer las palapas y sillas de antaño, con su mantenimiento puntual, el mejoramiento del saneamiento integral y así
como sancionar a los abusivos prestadores de servicios, podrían ser nuevamente
un buen principio…
renelopezvictoria@yahoo.com.mx