Rodrigo Huerta Pegueros |
El
llamado Pacto por México ha suscitado una serie de controversias entre
dirigentes de los partidos políticos signantes y particularmente dentro de las
filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) pues a su líder nacional,
Jesús Zambrano, se le ha acusado de haber firmado tal documento sin tener
autorización explícita y expresa del consejo nacional.
Ante
esta situación, a lo largo y ancho del país los perredista se han manifestado
en un sentido y otro, entre ellos, los dirigentes del PRD en el estado de
Guerrero quienes desconocieron públicamente la participación del PRD en el
pacto suscrito también por los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y de
Acción Nacional (PAN), considerados por una parte de las fuerzas de
izquierda como sus enemigos naturales e históricos.
Pero
la racionalidad política nos dice que la actitud asumida por el dirigente
nacional perredista al firmar el Pacto
por México es la correcta, pues si en el documento en mención se avalan y
precisan una serie de propuestas y demandas que han hecho los grupos
progresistas de este país no entendemos ahora la negativa, cuando las demandas
populares implícitas en el documento firmado han sido postergadas indefinidamente
por lo que tenemos que preguntarnos si el hecho de que el nuevo gobierno quiera
atenderlas y resolverlas con el concurso de todos ¿es esto un delito?
Ni
por mucho pensamos que quienes critican la firma del pacto están en lo correcto
sino todo lo contrario, pues al parecer están conformes de la forma como más
del 60 por ciento de la población nacional vive por debajo de la pobreza, o
sea, en la marginación, en la sobrevivencia.
Ante
esta realidad lacerante nadie puede negarse a luchar en forma coordinada para
transformar esta situación que padecen los que habitan los cinturones de
miseria o los que viven en regiones apartadas de las ciudades o núcleos urbanos
o en las amplias zonas indígenas del país.
Cuando
uno lee el documento Pacto por México suscrito por el
PRD, PAN y PRI, no queda otra mas que aceptar que es un texto que refleja las
aspiraciones de todo un país por mejorar su estatus de vida y de propiciar
mejores condiciones para que las actuales y futuras generaciones puedan lograr
mejores estadios de vida.
Ninguno
que tenga una pizca de inteligencia podría rechazar que el gobierno de la
República se proponga terminar con la hambruna que afecta a millones de
compatriotas o que se instaure en México el sistema de seguridad social
universal, o se otorgue pensiones a adultos mayores de 65 años, se haga
realidad el seguro del desempleo o se otorgue un seguro de vida para las jefas
de familia o se combata la pobreza y se aspire a una educación de calidad, o se
haga obligatorio la evaluación de la educación y se instaure la escuela de
tiempo completo o se legisle para otorgar una cobertura total en la educación
media superior y superior.
Todos
los propósitos enumerados y que corresponden al renglón social pueden ser no
solo demandas de los perredistas, de los panistas o de los priistas o petistas,
sino también de la sociedad civil y de los ciudadanos de a pié; lo importante
es que ahora son ya parte de la agenda nacional y para concretarlos, o sea,
pasarlos del papel y tinta a las acciones directas que impacten en la sociedad,
se hace necesaria la participación de todos los involucrados en el poder
público, sean estos gobernantes, partidos políticos, organizaciones sociales no
gubernamentales e incluso empresarios y trabajadores organizados de todos los
sectores de la vida productiva nacional.
Una
vez mas estamos en la antesala de un plan emergente de recomposición social de
México y una vez mas presenciamos también a grupos retardatarios—no
precisamente de la derecha—que están asumiendo una actitud egoísta al proponer el
todo o nada, lo que se traduciría en: si las propuestas son mías, solo
yo las debo poner en marcha y nadie más lo debe hacer, visión
mesiánica que delata la corta visión que se tiene para acelerar la
transformación del país.
Desgraciadamente
esa corta visión de estadista es la que prevalece en el estado de Guerrero. Por
ello, no una sino en varias ocasiones los actos de gobierno que apuntan en ese
sentido son criticados y combatidos por los dirigentes del PRD y PRI.
El
PRD por ejemplo, no solo desmiente sino que acusa al gobernador Ángel Aguirre
Rivero—quien es parte integrante de su partido—de actuar en sentido contrario a
sus postulados y llegan a la descalificación total de la forma como ejerce el
poder y gobierna.
Tal
parece que este partido no ha logrado su cohesión interna y sus corrientes o
tribus solo ven y velan por sus propios intereses y casi nunca luchan por los
intereses comunes del pueblo guerrerense.
Hace
mucho tiempo que el PRD no enarbola una bandera auténtica del pueblo y mucho
menos ha luchado porque el actual gobierno amplíe los derechos civiles de la
población. Tal parece que el PRD se ha movido—cuando menos en Guerrero—al
centro o al centro-derecha, lo cual lo ha desdibujado ante la opinión pública
estatal.
Si
esto sucede aquí en esta región suriana en donde los problemas del orden social
son casi irresolubles, no podemos pensar que actitud asumen los amarillos en
otras regiones donde las condiciones son más favorables.
Lástima
por el PRD que cada vez más deja de ser una alternativa válida para todos los
mexicanos. Y lástima de país por tener que seguir sufriendo los males del
subdesarrollo por causa de una sociedad
política que no quiere contribuir al éxito de las políticas públicas gubernamentales
por el prurito de que no son ellos los artífices de implementarlas.
Esperemos
que los perredistas racionales y sobre todo los que tienen una responsabilidad
de gobierno, puedan mantenerse dentro del Pacto por México y unidos a las
demás fuerzas políticas logren llevar adelante la agenda propuesta y sobre todo
logren que las reformas que se deben dar en el Congreso de la Unión para estos
mismos propósitos y fines, puedan ser aprobadas y con ello dar un paso adelante
hacia el progreso de México.
Mucha
tinta habrá que correr durante estos meses para que las aguas se serenen y los
grupos políticos puedan con mayor tranquilidad reflexionar sus actitudes y
sumarse al esfuerzo global por atender los reclamos de auxilio de millones de
mexicanos que no tienen nada que llevar a la mesa para alimentar a sus familias
y que no tienen hasta ahora posibilidades de tener atención para su salud ni posibilidades
de enviar a sus hijos a la escuela por la falta de recursos económicos y sin
hablar sobre de la casi nula posibilidad de obtener un empleo permanente y
redituable.
El
todo o nada es la ecuación del fracaso y a eso no
hay que apostarle.
Habrá
que apoyar siempre los propósitos que tengan como fin el beneficio de la
comunidad, solo así podremos continuar caminando sobre una ruta de progreso y
la construcción de un futuro mejor para todos, pero particularmente para
quienes hoy carecen de lo indispensable para vivir dignamente.
Periodista/Analista
Político*