Moisés Sánchez Limón |
En su momento, Manlio Fabio Beltrones fue blanco del fuego
amigo, una campaña por diputados federales priistas que, al fin oficiosos
peñistas como el oaxaqueño Héctor Pablo Puga Leyva, pretendieron descarrilarlo
de la carrera por la nominación del PRI a la Presidencia de la República de la
manera más abyecta que existe en política: traicionándolo.
Es posible que personajes de esa calaña puedan obtener un
cargo de segundo pelo en la naciente administración del presidente Enrique Peña
Nieto, como pago a sus oficiosos servicios; aunque también es posible que se
queden con un palmo de narices, porque el que traiciona una vez, traiciona dos
veces.
Sin duda este es el juego que se juega en política, donde
lealtades y compromisos, hermandades y acuerdos se desconocen y desatan cuando
el momento lo amerita, porque en política todo es posible, absolutamente todo.
Y ejemplo de ello es la designación de algunos personajes que no durarán en el
cargo.
En fin. Estábamos con el caso de Manlio Fabio Beltrones a
quien lo descalificaron desde las filas de su partido en la Cámara de
Diputados, específicamente, y otras ramas tricolores. La reforma política que
impulsó finalmente fue aprobada con bemoles, digamos incompleta cuando pudo
haber sido una gran reforma, si los muchachos de Francisco Rojas Gutiérrez no
se hubieran opuesto a impulsar y defender íntegramente en comisiones a la
iniciativa de rigor.
Empero, Manlio es un político de tiempo completo y sus
malquerientes le hicieron lo que el aire a Juárez. No es elogio zalamero,
simple y llanamente el sonorense es así y así lo ha demostrado, como se registró
con la pulcra ceremonia en la que Enrique Peña Nieto rindió protesta como
Presidente de México.
La LXII Legislatura federal arrancó bajo buenos augurios e
incluso fueron bien recibidas las dos iniciativas preferentes turnadas al
Congreso de la Unión por el entonces presidente Felipe Calderón. Pero, cuando
éstas empezaron a correr en las vías de las Cámaras de Diputados y de
Senadores, algo comenzó a ocurrir en la Cámara alta.
El atorón de la reforma laboral era elemental, mas en el
caso de la iniciativa de reformas Ley General de Contabilidad Gubernamental
todo iba bien hasta que se atoró en la Cámara de Diputados, donde el PAN operó
en alianza con el PRD. Y ello fue reeditado en el Senado, donde incluso se
presumió y festejó la alianza de los senadores perredistas, petistas y
panistas, con la suma de la única senadora de Movimiento Ciudadano, Layda
Sansores, para frenar las iniciativas presidenciales y del PRI.
De inmediato se acusó que Emilio Gamboa andaba en problemas
porque no operaba en su bancada. Falso, los senadores priistas han cerrado
filas y no hay, ni por asomo, una voz discordante que demande la destitución de
Gamboa como coordinador de la fracción tricolor.
La embestida viene desde el Partido Acción Nacional, como se
vio este jueves luego del desaguisado en el que Ernesto Cordero fue pillado con
los dedos entre la puerta y, desde sus espacios albiazules, se desprendió la
versión de que el PRI había tomado la tribuna senatorial y reventado la sesión.
Y mire usted, si así fuera, el propio senador chihuahuense
Javier Corral defendió esa medida legislativa que, según él, es algo así como
una praxis elemental en todos los congresos del mundo. Pero llamó la atención
la dureza con la que Héctor Larios trató a Emilio Gamboa, acusándolo de no
honrar su palabra y de engañar e incumplir.
Vaya, incluso Corral que llamó “amigo” a Gamboa, lo
responsabilizó de pretender boicotear al Pacto por México, aunque luego los
panistas negaron la especie. La causa del desaguisado en el Senado fue un
artículo reservado por el PRI, una vez que en lo general se había aprobado el
dictamen de reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal.
Panistas y perredistas acordaron reventar la sesión mediante
la ausencia de quórum, como ocurrió, pero el presidente de la Mesa Directiva,
Ernesto Cordero Arroyo, cometió una pifia de procedimiento y en el ánimo de
evitar una votación que se avistaba favorable a la causa de la alianza
PRI-PVEM-PANAL, levantó la sesión y ni siquiera citó a la siguiente que, por
ley, debe celebrarse el martes de la semana próxima.
Pero eso es lo cosmético, porque lo elemental fue esta prisa
por descalificar a Emilio Gamboa, culparlo de falta de control en la bancada
que coordina. Es un eslabón de la especie que se ha echado a reptar en corrillos
políticos para anunciar la caída del yucateco. ¿Fuego amigo? ¿Reaparecen los
oficiosos? Bien podría preguntar Emilio en la paráfrasis de Manuel Camacho
Solís y Vicente Fox: ¿de parte de quien?, ¿yo por qué? Y apenas comienza el
sexenio. Conste.