Acordar y Pactar con los Normalistas la Transformación
Académica y la Renovación Social de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”
Efraín Ramos Ramírez
La gravedad de los acontecimientos del día de antier, en los que
perdieron la vida Jorge Alexis Herrera, de
Atoyac, y Gabriel Echeverría, de Tixtla, ambos estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, reclama de las
autoridades estatales y federales una investigación que llegue hasta las
últimas consecuencias y que esclarezca realmente quién o quiénes son los
responsables de la muerte de estos dos jóvenes normalistas; así como de las
lesiones que sufrieron varias personas, entre ellas un trabajador de la
gasolinera “Eva” cuyo estado de salud está reportado como grave y determinar la
situación legal de las personas detenidas.
Importa esclarecer a fondo estos acontecimientos, y
determinar de manera precisa y
contundente quién o quiénes promovieron este fatal desenlace, porque sucesos de
esta naturaleza y la trasgresión de la ley por quienes están obligados a velar
por su justo imperio, sólo contribuye a desestabilizar la vida política del
estado y a generar un nuevo desencuentro entre el gobierno del estado y los
estudiantes de este combativo centro educativo.
La situación es todavía más grave dada la reiterada actitud
y decisión del actual gobierno del estado de propiciar y lograr el reencuentro
con los estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, luego de casi 20
años de sucesivos desencuentros con otros gobiernos estatales.
La Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, fundada en
1926 en Tixtla de Guerrero, es de las pocas instituciones sobrevivientes del
sistema de educación popular implantado al calor de la Revolución Mexicana en
los años 20 y consolidado durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas del
Río, al igual que el Instituto Politécnico Nacional, los Internados Indígenas y
las Escuelas e Internados para Hijos de Trabajadores.
Ha sido una escuela donde se han formado un importante
sector del magisterio guerrerense que contribuye a la educación básica e
indígena de la entidad; ha sido también durante muchos años la única
posibilidad de estudios superiores para muchísimos jóvenes de escasos recursos.
Se acusa a los estudiantes de la Escuela Normal Rural
“Raúl Isidro Burgos” de la alta politización que muestran y por las frecuentes
movilizaciones que realizan; pero se olvida que esta es una característica no
sólo de ellos, sino también de nuestra Máxima Casa de Estudios, la Universidad
Autónoma de Guerrero.
La verdad es que pese a su combatividad y radicalismo
ideológico cuando estudiantes, lo egresados de ambas instituciones, se
incorporan a la vida profesional en distintos horizontes políticos y en la
mayoría de los casos con una profunda vocación de servicio mediante la cual dan
expresión a sus inquietudes sociales.
En el caso particular de los egresados de Ayotzinapa,
éstos siguen siendo los únicos egresados de las 18 normales públicas y privadas
que hay en Guerrero, que aceptan ir a prestar sus servicios a las comunidades
más apartadas y los únicos que tienen el más bajo nivel de abandono de los centros
de trabajo que les han sido asignados. Cualidades que vale la pena reforzar y
apoyar ampliamente.
Ciertamente las relaciones entre la Universidad Autónoma
de Guerrero y el gobierno de Guerrero han mejorado sensiblemente durante la
última década; actualmente la relaciones son más tersas, más funcionales, más
institucionales, pero ello se debe a que el gobierno del estado ha prestado
mayor atención a las necesidades universitarias y ha sabido dejar en manos de
la propia Universidad la recuperación de su calidad académica; consciente de
que la reforma universitaria de fondo que requiere nuestra Alma Mater, sólo
puede provenir de su interior, de la propia capacidad de autotransformación de
las fuerzas universitarias.
La Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” también
requiere que se le brinde la oportunidad de mostrar que puede contribuir mejor
al desempeño educativo en el estado. Requiere para ello, de una nueva planta
docente, con una nueva visión académica y socialmente más comprometida con la
dignificación social de magisterio; requiere ampliación de matrícula y mejora
de instalaciones; y también de una reforma académica de fondo que actualice planes
y programas de estudios y recupere la dinámica social y productiva que los
egresados de estas normales promovían en nuestras comunidades rurales e
indígenas. Antes la responsabilidad por la calidad académica de esta Institución
estaba a cargo del gobierno federal, ahora es, desde 1983, responsabilidad del gobierno
del estado; responsabilidad que hasta ahora no se ha cumplido cabalmente.
Necesitamos, y es urgente, concertar una alianza
estratégica con los estudiantes, profesores y directivos de la Escuela Normal
Rural “Raúl Isidro Burgos”, que nos permita como sociedad, como gobierno y a
ellos como institución, rescatar el valor de la educación rural, fortalecer la
educación popular y dignificar y darle su verdadera dimensión a la importante labor
del magisterio rural e indígena.
No podemos continuar con esta secuela de desencuentros,
de omisiones, de olvidos que sólo contribuye al rezago educativo y que vulnera
la gobernabilidad del estado.
Llamamos a los estudiantes de Escuela Normal Rural “Raúl
Isidro Burgos”, a la reflexión, a la concertación, al reencuentro y a la
búsqueda de alternativas que nos permitan a todos, institución, sociedad y gobierno,
consolidar esta Normal Rural como un centro académico de avanzada, científica, tecnológica
y humanísticamente moderno y que sirva efectivamente a la sociedad, a los que
menos tienen.
Llamamos también al gobierno del estado y a las
autoridades educativas a replantearnos el tipo de relaciones que se deben
mantener con la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” y a diseñar e
implementar conjuntamente con ella las trasformaciones académicas,
administrativas y sociales que requiere y demanda esta importante Institución
de educación popular.
Insistimos: hay que hacer una investigación a fondo de los
acontecimientos ocurridos el 12 de diciembre, caiga quien caiga, y deslindar
las responsabilidades de quienes hayan intervenido en estos hechos, sin
importar la relevancia de sus cargos, porque no puede soslayarse ni encubrirse
responsabilidad alguna en que hayan incurrido los cuerpos de seguridad o los
funcionarios que tuvieron conocimiento de los sucesos y tomaron las decisiones
que juzgaron pertinentes, pero que hoy desgraciadamente lamentamos.
Pero también creemos, y así queremos plantearlo, que todavía
estamos a tiempo de corregir las cosas y de acordar y pactar con los
normalistas de Ayotzinapa, la transformación académica y la renovación social
de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”. Los estudiantes de Ayotzinapa
tienen todavía mucho que aportar al progreso del estado y Guerrero necesita
mucho de su participación y esfuerzo en la mejora de nuestro sistema educativo.