Luis Ugalde, escritor venezolano |
Para Marx el Estado siempre es dictadura, es decir, imposición de los intereses de unos para anular a los otros. Así pensaron y practicaron Lenin, Stalin, Mao, Castro... Dictadura de la burguesía o dictadura del proletariado, a muerte. En el soñado paraíso comunista se extinguirá el Estado, por innecesario (¡!)
El fabuloso triunfo de la democracia el 12 de febrero nos lleva a elogiar la política como arte de lo público y servicio al bien común.
Para Marx el Estado siempre es dictadura, es decir, imposición de los intereses de unos para anular a los otros. Así pensaron y practicaron Lenin, Stalin, Mao, Castro... Dictadura de la burguesía o dictadura del proletariado, a muerte. En el soñado paraíso comunista se extinguirá el Estado, por innecesario (¡!).
En la política, si es democrática, participa la pluralidad de la sociedad. Cada sector e individuo con su peculiaridad e intereses, y todos con el reto formidable de crear un espacio donde se concilie el bien propio con el de todos.
La política es el arte de combinar intereses diversos y contrapuestos. Los políticos dignos se dedican al bien común, al difícil arte de hacer que lo público redunde en beneficio de lo privado y lo privado se empeñe en la construcción del bien común. Una buena Constitución e instituciones establecen el camino. Las dictaduras siempre usurpan, niegan al otro y proceden a la apropiación privada del Estado con el pretexto de salvar a la patria. La bota militar, la burguesía, el partido comunista o fascista, la monarquía absolutista, la teocracia clerical, o cualquier otra yerba usurpadora, forman el horror dictatorial.
Quienes se apropian del poder justifican la exclusión de los demás por incapaces o por criminales enemigos de la patria. Así, los esclavos son excluidos de la polis griega y los asalariados del siglo XIX de la democracia moderna occidental, que era sólo de propietarios. Hasta ayer estaban excluidos los analfabetos y las mujeres, por "minusválidas", y los judíos, burgueses y trotskistas, por Hitler y Stalin. Con la democracia se abre un espacio político donde los ciudadanos dan al gobernante un "mandado" temporal, limitado y controlado. En cambio, los dictadores dictan y sus seguidores aplauden, adulan y ejecutan, sin espacio de responsabilidad pública para la población, ni restricción del poder para el dictador.
El 12 de febrero fue extraordinario el triunfo de la política como negociación y acuerdos de unidad democrática desde la diversidad de intereses y pensamientos. El objetivo de la república es el bien de todos con oportunidades para cada uno. Pero no hay sociedad ideal y la democracia está amenazada por la dictadura.
También en Estados Unidos y Europa por la dictadura financieroeconómica, que se impone si no hay contrapesos y sociedades activas, con capacidad de indignación y de compromiso solidario para construir.
Venezuela hace medio siglo tuvo impresionantes logros con "democracia de partidos" y luego comenzó a hundirse. Hoy fracasa la voluntad dictatorial y debemos ir hacia una sociedad democrática con partidos, que tenga instituciones y poder para que nadie ni militares, ni partidos ni poder económico se apropie del bien que es de todos. La política fue atacada por abusos partidistas y por intereses dictatoriales y llevamos décadas de desprecio de los partidos atribuyéndoles todos los males del país.
En este nuevo arranque del renacer democrático ha brillado el oficio de la política y hay que elogiar a muchos, empezando por los precandidatos. No puedo dejar de nombrar a Ramón Guillermo Aveledo y Teresa Albanes, dos gigantes, que junto con otros miles y miles, han tejido con paciencia infinita y tenacidad este triunfo democrático. Ellos, formados hace más de cuatro décadas, con experiencia en el servicio público, ética y profesionalismo, han ido demostrando que la renovación política no tiene una raya divisoria generacional, sino moral. Hay corrupción e ineptitud en los veteranos y en los jóvenes, pero también la antorcha de la esperanza la llevan juntos unos y otros. Sus profundas convicciones cristianas llevan a Ramón Guillermo y Teresa a vivir la política como servicio y no como apropiación del poder y ansia de figuración.
La unidad, con candidato único y con todos los otros en equipo, sólo es posible con profundo sentido de la política como servicio al bien común y a la vida digna, como coraje ético que moviliza a millones de venezolanos (jóvenes y mayores) y nos hace capaces de producir entre todos y para todos, el país que soñamos. Hay ánimo para asumir los retos políticos mayores.