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martes, 21 de febrero de 2012

LOS CONSPIRADOS DE ISLA BERMEJA, escrito por Moisés Lozano Villafaña




ASI, número 004, de venta en todo el estado de Guerrero
¿Ha estado usted alguna vez, estimado lector, en isla Bermeja? La pregunta no es ociosa, sino producto de una preocupación: encontrar testimonios de primera mano de que la tal isla existe, lo que sería una bendición para México, una bendición tasada en miles de millones de barriles de petróleo.
La primera pista de la existencia de esa isla la tenemos en el mapa trazado por Abraham Ortelius en 1570, representada en un punto diminuto en el Golfo de México. Desde luego que el acucioso cartógrafo no se desplazó a corroborar el hecho y se limitó a seguir al pie de la letra el reporte de algún aventurado marino que se topó con la isla en sus viajes por tan tormentosos mares. Hasta donde se sabe, es ese marino, cuyo nombre se ha perdido en la noche de la historia, el único ser humano que ha visto con sus propios ojos ese pedazo de tierra que hoy sacude a las instituciones de nuestra fatigada República.
En 1997 Rosario Green, por esa época secretaria de Relaciones Exteriores, en un intento fallido por salvar a la patria solicitó a la Armada de México la realización de un exhaustivo rastreo de la zona donde supuestamente debería encontrarse la isla Bermeja. El resultado fue decepcionante. De acuerdo a un informe firmado por el contralmirante Néstor E. Yee Amador, director general de Oceanografía Naval, el barrido hidroacústico del lugar arrojó resultados negativos.
Sin embargo, poniendo en duda lo firmado por el contralmirante, una agencia de viajes que se anuncia en la internet, sin necesidad de rastreo alguno y basándose en información de la CIA, ofrece a su clientela viajes a isla Bermeja. Con este dato se llenaron de rumores los desayunaderos políticos y las redacciones de los diarios, y nació la teoría de las negociaciones secretas y la gran conspiración. Muchos nos preguntamos, quizás con ingenuidad, ¿por qué no se ha formado una comisión pluripartidista, que para esto de las comisiones pluripartidistas nos pintamos solos, y se contrata el viaje a la isla con Traveljournals.net la empresa que vende ese viaje? Así nos ahorrarían de manera expedita agrios debates y quizás también miles de millones de barriles de petróleo en litigio.
Otra investigación se enfocó a buscar personas originarias de ese lugar, los ciudadanos bermejos, pero tampoco se llegó a nada. Ninguno de los apellidados Bermejo interrogados por quien esto escribe aceptó ser nativo de esa isla, ni sabía si sus ancestros lo fueron. La última esperanza se centró en el extraño ministro de justicia español, Mariano Fernández Bermejo, con una pinta clásica de bermejo de nacimiento, pero al amparo de su cargo se negó a contestar preguntas y a cambio recitó su tesis de inyectarles un químico a los pederastas, para eliminarles los impulsos sexuales y convertirlos en juguetes de peluche para los niños.
El debate sobre la isla desaparecida está dividido en dos posiciones irreconciliables. Por un lado, la oligarquía extranjerizante y espuria que nos gobierna, y por el otro los patriotas. Los primeros, los malos mexicanos, reconocen que la isla Bermeja ya no existe, si es que en algún momento existió fuera de la imaginación del marino que dijo haberla visto y del cartógrafo del siglo XVI que la incorporó al mapa. Y que ese pequeño punto marcado sobre las aguas del Golfo de México se repitió en los mapas siguientes, sin que nadie se hubiera tomado la molestia de salir a verificar la existencia de la isla, hasta 1997, cuando Rosario Green, urgida por las negociaciones sobre la riqueza petrolera de Hoyo de Dona, lo solicitó a las autoridades de Marina con los resultados que ya anotamos.
Para los buenos mexicanos, en cambio, las cosas son mucho más claras. La isla Bermeja es real, no el espejismo de un marino borracho en una noche de tormenta, pero el gobierno espurio se hace el loco, como que no la encuentra para entregar nuestro petróleo a la voracidad de la Unión Americana. La isla Bermeja está ahí, y si acaso ya no está es porque se la desapareció el imperio yanqui, asesorado por David Copperfield.
Abundando en esta tesis, una aguerrida “Adelita” nos aseguró que la isla Bermeja, paraíso tropical, fue arrastrada por los americanos hasta las costas de California, donde la ocultaron y la convirtieron en un campo de golf. Y que ahora, cuando Obama tome posición de la Casa Blanca todo esto saldrá a la luz pública, porque Obama es negro, y por tanto de izquierda.
Lo aleccionador de esta historia de la isla desaparecida, con decenas de interpretaciones descabelladas que no caben en este espacio, es su credibilidad. Es una evidencia de que cualquier tema relacionado con la capacidad de corrupción del gobierno, por absurda que sea, resulta en principio creíble. Incluso la conspiración de cientos de senadores y funcionarios de diferentes partidos, para desaparecer una isla y “regalar” (previa mordida) el petróleo mexicano a los Estados Unidos. La corruptocracia se ha ganado a pulso la fama.

Fuente: La Jornada Morelos