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miércoles, 23 de mayo de 2012

¿SE PUEDE CAMBIAR EL ADN? La politiquería mexicana dice que sí Por Baltasar Hernández Gómez.



El pragmatismo político quisiera perturbar las leyes de la naturaleza y hacer que sus convenciones protocolarias se volvieran cánones científicos. En su estúpida apuesta irracional e inhumana llevan la penitencia. La táctica de transmutación política está siendo impuesta por la politiquería mexicana como algo “natural”, promoviendo una visión materialista, que malinterpreta la teoría darwiniana de la evolución de las especies, para colocar el interés personal por encima del concepto bienestar común concebido en la Polis griega.
El cambio de bandera, principios ideológicos y trayectoria por parte de la clase política no es otra cosa más que el intento fallido por atraer la ingeniería genética a sus fines siniestros. En la actualidad la ciencia está en posibilidades de clonar o hacer variaciones en las combinaciones de los cuatro elementos que integran al ADN de los seres vivos, pero esto no significa que el zon politikon adquiera la capacidad de tener para sí los experimentos comprobados, y por ende, sea capaz de modificar las relaciones cromosómicas de su especie. Hoy en día, el paso de un partido a otro y las modificaciones en imagen y discursos es conducta recurrente para afianzar la partidocracia y sus personeros, propagando la idea que los cambios -por incongruentes e infames que sean- son legítimos, toda vez que sirven como medios para mantener el denominado “equilibrio de poderes”. Lo que no sale a la luz pública es que la meta es seguir reproduciendo el modelo hegemónico de dominación.
Hay que recordar que un orangután no puede combinar cargas hereditarias con un burro. Un perro no puede conceder genes, vía cópula, a una rata. Lo mismo sucede para el género humano, ya que en las presentes circunstancias es imposible que el Hombre (hombre y mujer) se perpetúe con especies diferentes. Si Nicodemo Sánchez Toledo aspirara a cambiar apellidos por pugnas con sus progenitores, podría hacer uso de los derechos que otorga la ley para tal efecto, sin embargo, el legado genético, la cultura sorbida (una manera templada de decir mamada) en el seno familiar y las experiencias vivenciales no desaparecerán por decreto judicial o intereses cortoplacistas. Nicodemo seguirá siendo Sánchez Toledo, toda vez que los nuevos apelativos fueron impuestos por el arbitrio jurídico. Aunque Nicodemo posteriormente apareciera presumiendo apellidos como Smith Corcuera, su raíz de sangre permanecería en cada gesto, palabra, pensamiento y actos que llevara a efecto.
Sin decirlo en voz alta muchos políticos profesionales (porque hacen de la actividad política su modus vivendi) siguen la ruta de mutación del ADN en pensamiento y gestión. Cuando sus organismos propulsores los dotaron de rangos de poder su heráldica pública lucía en marquesina repleta de leds, utilizando el argumento clave de la institucionalidad. Durante decenios se ejercitó la filosofía estoica si había desgracia por no haber sido palomeado por la mano del poder Ejecutivo, tanto en lo federal como estatal. Ahora, cuando los vientos cambian, negando continuidad en posición y canonjías, los apellidos son inmediatamente ocultados en el laboratorio de la traición. Ante la turbulencia del desamparo optan por la permuta del ADN político, adoptando características morfológicas que permitan el funcional acoplamiento a los nuevos entornos de subsistencia. En palabras comunes y corrientes a esto se le denomina deslealtad. Punto.

Dicho performance ha sido constituido en deporte nacional por los políticos del sistema. La imaginaria mutación genética es alegoría de desfiguración superficial, que se aprecia, nada y más y nada menos en colores, texturas y expresiones. Ningún priista, perredista o panista (por no citar a todos los miembros de sectas partidistas minoritarias y satelitales) puede, en un momento determinado, quitarse el ropón y decir a los cuatro vientos que todo fue ilusión o mentira. Nadie que fue institucional al sistema se transforma de la noche a la mañana en rebelde. Ningún revolucionario muda de un día para otro sus ideas y proyectos para convertirse en reaccionario. Los que han transitado por esta órbita son simple y llanamente seres nefastos y peligrosos.
Aunque traten de aparentar desacuerdos profundos en lo relativo a principios ideológicos o nominaciones a cargos de elección popular, con el propósito de justificar transmutaciones, los ojos cada vez más abiertos y atentos de la sociedad civil dan cuenta que el hipotético cambio del ADN político es un acto atroz de oportunismo. Las generaciones acostumbradas a soportar los estragos del “tlatoanismo mexicano”, o sea, del emperador político investido como presidente de la República, tienen ahora abiertas sus mentes y corazones para asumirse como entes sociales activos y promotores de una visión histórica critica, para que no haya amnesia del pasado no muy lejano que impuso un modo de vida antidemocrático, humillante y miserable.
El ejercicio utilitario de mutar piel y lenguaje además de ser inmoral es el acto más infame que termina por quitar cualquier vestigio de decencia. Los políticos trapecistas, los que hacen malabares en sindicatos, comités centrales, asientos legislativos y burocráticos eluden la autocrítica, escondiendo sus oscuras pretensiones en preceptos de sobrevivencia y porque, dicen, “así es la vida política”. Lo cierto es que su proceder no es más que un intercambio de su integridad mercenaria por monedas de oro, curules, propiedades o privilegios mundanos. Los pragmáticos, al menor riesgo de quedar fuera de la nómina, se pintan tricolores, amarillos, anaranjados, verdes, rojos o más azules que un cielo de primavera. Muchos priistas, panistas y perredistas, al igual que panalistas o convergencistas (no aplico otro término porque no sé cómo llamar a los afiliados al partido que estrenó nomenclatura en 2011, Movimiento Ciudadano) han recorrido -ida y vuelta en diferentes ocasiones- el espectro cromático del sistema político.
¡Nombres, nombres, nombres! Es la exigencia que se escucha en el ring mexicano. Hay muchos y muy diversos, pero para identificarlos citaré sólo a algunos: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Manuel Camacho Solís, Elba Esther Gordillo Morales, Demetrio Sodi de la Tijera, Rosario Robles Berlanga, Ruth Zavaleta, Gabino Cué, Arturo Núñez, Jorge Castañeda, Miguel Ángel Yunes, Manuel Espino, entre otros cientos de políticos que se desenvuelven a nivel nacional y regional como peces que pueden pasar del agua salada a la dulce sin morir en el intento. En el estado de Guerrero también sobran saltimbanquis y aludiré dos casos emblemáticos: 1) Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, que pasó de junior empresario a ciudadano activo en un grupo de empresarios inconformes e indecisos, para luego volverse “demócrata”, panista, luego independiente, perredista, progresista de izquierda, para regresar al panismo más reaccionario, y 2) Armando Ríos Piter que del priismo pasó al panismo para luego estacionarse en el perredismo que le dio diputación federal y la posibilidad de obtener una senaduría en 2012.

Afortunadamente la tecnología otorga la oportunidad de estar en contacto con el mundo. Las protestas, ideas, proyectos, anhelos, fobias y filias no solamente se comparten en marchas, reuniones, lectura de libros, artículos o pláticas, sino que ahora son abordadas activamente en redes sociales, foros académicos, organismos no gubernamentales, correos electrónicos, asociaciones civiles, iniciativas populares, juntas vecinales, etc. La posmodernidad tan criticada se ha vuelto una catapulta dinámica que amalgama al cuerpo societal para que tome definiciones concretas, pero sobre todo a vislumbre rumbos. Ni las altas dosis propagandísticas que defienden perspectivas de partidos, sindicatos oficialistas, medios de comunicación, intelectuales y comunicadores orgánicos del sistema, planes de estudio, programas asistencialistas, populismo inducido o el impacto permanente que defiende plataformas enajenantes; pueden ocultar las contradicciones que generan tomas de decisión, que luego, paradójicamente, brindan la ocasión para renacer como ave fénix.
La realidad muestra tal cual la podredumbre política encubierta en celofán con etiqueta de cultura política y pactos civilizados, que supuestamente enaltecen la democracia a la mexicana. Las sonrisas, lemas de campaña, promesas, spots audiovisuales, espectaculares, trípticos, mítines, reuniones prefabricadas, volantes, bardas, lonas, entrevistas, artículos periodísticos o seguidores virtuales prepagados en redes sociales no garantizan la aceptación y mucho menos sumisión masiva a los ejes de dominancia del Estado. La mentira, mentira es y ante las crisis económicas endémicas, convertidas en crisis ampliadas en lo social, político y moral, la verdad que se siente en el hogar y en cualquier centro de convivencia (laboral, cultural, escolar, etc.) es la que será tomada en cuenta para resolver, de una vez por todas, la disyuntiva de continuar viviendo de rodillas, o bien, de pie y con dignidad.
Ahí están las movilizaciones, comentarios y exigencias de los jóvenes universitarios. ¿Qué sigue? Ya lo veremos, pues seremos testigos de un ejercicio democrático protagonizado por la juventud, esa que heredará seguramente un México mejor. B.H.G.