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viernes, 23 de noviembre de 2012

MEXICANOS GASTAN AL DÍA HASTA 170 PESOS EN ‘MORDIDAS’

 

El Universal

En México, la corrupción provoca desvío de recursos públicos con fines privados, falta de respeto a las normas establecidas y confrontación entre quienes deciden cumplir la ley y los que viven al margen de ella, consideró Daniel Márquez Gómez, del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM.
Con motivo del Día Mundial contra la Impunidad, que se conmemora este 23 de noviembre, el especialista señaló que esa práctica está enraizada en la identidad nacional, pues desde niños, a los mexicanos se les educa en la mentira para eludir responsabilidades y así, en la vida adulta, recurren a prácticas como el pago de contraprestaciones ilícitas (mordidas) para evitar sanciones al violar normas de tránsito.

Mediciones internacionales advierten que las familias del país dedican entre 70 y 170 pesos por día a prácticas corruptas.
El problema no radica en el diseño normativo o en los organismos dedicados a combatirla, sino en ideas heredadas desde hace siglos.

“Existen condiciones que favorecen la presencia de estas conductas. No hemos sido capaces de superar esta cultura, de la que se nutren el machismo, la violencia contra niños y mujeres, el callarse e inclinarse ante los poderosos y la imposibilidad de autocrítica y de enfrentar este lastre”.
El investigador expuso que la impunidad la podemos advertir desde el hogar, en la vida cotidiana y en el proceder de funcionarios que utilizan los recursos a su disposición para su beneficio, sin ser sancionados. Vivimos en una anomia institucional, es decir, sin respeto a la ley ni al orden establecido, indicó.

Uno de los problemas de las estrategias para combatir estas prácticas es su carácter reactivo. Se enfrentan a través de leyes o la creación de instituciones como secretarías, contralorías, fiscalías especializadas, pero no a nivel ciudadano.
La no interiorización de las normas, con el pretexto de que las leyes regulan conductas externas, representa un obstáculo. Además, la identidad nacional y el sentido de pertenencia no son promovidos como valores sociales deseables en una colectividad que quiere vivir con un mínimo de respeto y estabilidad.

“Es necesario generar una ética más allá de ideologías e intereses personales”, precisó.