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jueves, 24 de octubre de 2013

Entresemana ¿Secretos de Estado, o de alcoba? Gracias a la vida… Moisés Sánchez Limón

Cuando hace casi 20 años ocurrió el “alzamiento” del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, no hubo sorpresa en el círculo cercano al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari ni en la embajada de Estados Unidos en México.

Los sistemas de espionaje del Estado mexicano, vía Cisen y de la Secretaría de la Defensa Nacional, como los de la CIA y la DEA, por citar a los más conocidos brazos del gobierno estadunidense expertos en hurgar en el extranjero y desestabilizar gobiernos, habían detectado con meses de antelación los aprestos de dicha guerrilla en el estado de Chiapas.

Incluso, meses previos a la irrupción de las huestes del subcomandante Marcos –el 1 de enero de 1994--, el general Miguel Ángel Godínez Bravo, entonces comandante de la VII Región Militar, denunció los excesos de los integrantes de ese grupo que luego se conocería como EZLN.

Un ejemplo de que no eran unas hermanas de la caridad los colaboradores y socios de Rafael Sebastián Guillén Vicente (a) Subcomandante Marcos, fue la ejecución de dos oficiales del Ejército Mexicano en la comunidad tzotzil de San Isidro El Ocotal, en abril de 1993.

En aquellos días el obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz descalificó las acusaciones del general Godínez contra indígenas de aquella comunidad, miembros del EZLN que se encargaron incluso de destazar a los oficiales que descubrieron un campamento en el que se adiestraba a quienes formarían esas huestes zapatistas.

Hubo evidencias de los preparativos, tantas que sólo en el gobierno de Carlos Salinas y en la embajada de Estados Unidos en México no quisieron verse.

Documentos de la Secretaría de la Defensa Nacional dan cuenta de ello; incluso la referencia de que en la navidad de 1993 hubo una  movilización en la comunidad de San Carlos, donde los zapatistas tomaron la gasolinera local y hasta se robaron una camioneta de redilas, color rojo, de tres y media toneladas que fue para uso personal de Marcos.

¿Nos espiaba el gobierno de George Bush y le informaba su entonces embajador John Dimitri Negroponte de lo que se cocinaba en Chiapas hasta septiembre de 1993, cuando éste dejó la embajada de Estados Unidos en México?
¿James Robert Jones, sucesor de Negroponte a partir de octubre de 1993 y hasta junio de 1997, como embajador de la administración Clinton, informó del rumbo de esta guerrilla y cómo el PRI perdía hegemonía política?

Cuestiones de memoria. No hay duda de que los informes de quienes se movían dentro y fuera del EZLN y se beneficiaban de ello, y de las razones por las que Ernesto Zedillo Ponce de León dejó en la orfandad al PRI, llegaron puntualmente a la Casa Blanca en Washington, como igual llegaron en su momento los correspondientes al movimiento estudiantil de 1968 y los cobros de facturas políticas que, con el asesinato de estudiantes a manos del grupo paramilitar Los Halcones, posibilitaron sacar de circulación a Alfonso Martínez Domínguez, entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, mas no parte del equipo del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez.

Así ha sido desde aquellos gobiernos decimonónicos y luego los de la época revolucionaria y posrevolucionaria, en los que la nariz del gobierno estadunidense ha estado metida hasta en la sopa.

Y qué decir de los brazos cómplices, como el del embajador Henry Lane Wilson que operó en la defenestración del presidente Francisco I Madero, que devino en el asesinato de éste junto con el vicepresidente José María Pino Suárez.

En las Cámaras de Diputados y de Senadores se desgarran las vestimentas porque el gobierno de Barack Obama espió a Felipe Calderón Hinojosa y hasta leyó sus correos electrónicos. Y porque algo similar ocurrió con el entonces candidato priista a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto.

Son posturas patrioteras. Estados Unidos espía en México porque se le ha permitido y no es nada nuevo. ¿Secretos de Estado? ¿Cómo cuáles? ¿Por qué no se impidió la irrupción del EZLN en la escena nacional? ¿Por qué no se detuvo a los asesinos de estudiantes en 1968 y en 1971? ¿Por qué no se ha detenido a, digamos, El Chapo Guzmán?

Espías hay en todos lados, es el deporte favorito de gobernadores y altos funcionarios públicos. Marcelo Ebrard tuvo su particular “cisen”, como el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas tiene el suyo en Puebla.

De qué se queja Felipe Calderón, si él autorizó la presencia de espías estadunidense en México. Para muestra un botón: no hay que olvidar el affaire Tres Marías. ¿Secretos de Estado, o secretos de alcoba? Digo.