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lunes, 28 de octubre de 2013

Médula Reforma neogerencial Jesús Lépez Ochoa

Las reformas neogerenciales como la privatización de Petróleos Mexicanos que pretende el presidente Enrique Peña Nieto, solamente funcionan en países que cuentan con una administración honesta y con alto grado de profesionalismo.

En su libro “Reinventando el Estado. Por una administración pública democrática y profesional en América Latina”, el politólogo Agustín Ferraro, advierte que los únicos casos exitosos de aplicación de Nueva Gerencia, son aquellos en los que se han conjugado aspectos de neoweberianismo, ajenas por completo –esto lo digo yo- a los proyectos privatizadores que se han efectuado en México.

La administración pública en el mundo está basada en estos dos modelos. El neoweberiano, promueve la afirmación del Estado legitimado por la democracia representativa como agente de las soluciones sociales, el derecho administrativo para preservar los principios básicos en su relación con los ciudadanos, la afirmación del servicio público con permanencia, así como mecanismos de consulta y participación ciudadana en la gestión administrativa.

Este modelo es el adoptado por los países de Europa Continental como Alemania y España.
La Nueva Gerencia Pública, de adopción principalmente en los países anglosajones (Estados Unidos y Canadá entre éstos), promueve la inserción de prácticas empresariales en el Estado, la privatización de las agencias gubernamentales y la sustitución del servicio civil por la contratación por rendimiento. Se implementó por primera vez en Nueva Zelanda en la década de 1980 y parte del presupuesto neoliberal de que el sector privado es mejor administrador que el Estado.

En México, la privatización de la banca nos demuestra que se trata de un prejuicio que resultó en perjuicio de los ahorradores y en general de todo el país, porque ese Estado que era peor administrador que los banqueros, tuvo que rescatarlos de sus propias tropelías con recursos públicos, por cierto, durante la administración de Ernesto Zedillo, quien hoy aplaude las reformas de Peña Nieto.

No es fortuito, ya el acuñador del término Nueva Gerencia Pública, Christopher Hood, había advertido que las políticas derivadas de esta práctica importada por Nueva Zelanda de la Escuela de Chicago, podrían provocar más corrupción y falta de transparencia en países del Tercer Mundo.

La advertencia cuenta para nuestro país. La doceava Encuesta Global de Fraude consignada por el periódico El Universal el 11 de julio pasado, arroja que México es el país latinoamericano con mayor corrupción y pago de sobornos. El estudio elaborado por la consultora Ernest & Young, señala al sector energético entre los más vulnerables.
Entre otras consecuencias de las prácticas Neogerenciales, Ferraro describe en su libro como Nueva Zelanda tuvo que dar marcha atrás en las contrataciones por rendimiento ya que estaba perdiendo la calidad en el servicio a los ciudadanos, por lo que volvió a impulsar el servicio civil.

En América Latina, los casos exitosos de Nueva Gerencia, han sido aquellos que han conjugado esa práctica con elementos neo-weberianos, como el programa de salud del estado de Ceará en Brasil, que promovió unidades desconcentradas, sí, pero con énfasis en el servicio civil, o la Agencia Tributaria de Perú, que es desconcentrada pero con independencia para efectuar sus contrataciones.

La consulta pública que promueve la izquierda para la reforma energética en México, es el elemento neoweberiano que le falta a la reforma energética y en general a una gobernanza incompleta en la que el gobierno toma en cuenta al mercado, pero no a la sociedad que reclama transparencia.