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domingo, 20 de abril de 2014

Rogelio Faz/Pridedumbre/Cartas desde Chicago

ROGELIO FAZ
Rogelio Faz/ La emanación fétida debido a la corrupción en México, proviene de los basureros de los partidos políticos o de políticos en particular. Podredumbre que se incuba entre quienes ostentan el poder y el estercolero de la delincuencia, que a veces se confunden entre sí, haciendo del servicio público una pocilga clandestina a la vista de todos. Esto ya lo sabemos de sobra, ahora falta saber si la sociedad va a poder procesar la basura que se pudre, la que daña a la ecología y la reciclable.   
El Partido Revolucionario Institucional, PRI, como pionero del problema de la corrupción política y social en el país, está obligado a resarcir esta condición, con hechos irrefutables y no con simulacros. Quizá, lo que mejor ejemplifica la corrupción sea lo más reciente, como es el caso del llamado “Príncipe de la basura”, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, ahora presidente con licencia del PRI en el D.F., que supuestamente valiéndose de su investidura contrataba a personal y a edecanes muy a su gusto sexual. Pero no sería el único, ni el primero, ni el último. Cabe señalar que en el mismo Congreso de la Unión las mujeres en su mayoría son de buen ver y relativamente jóvenes, no se diga de las edecanes.
Claro que en todos lados se dan corruptelas, pero en México, parece ser una peculiaridad muy natural, que no es casual ni ocasional. Para que funcione la corrupción tiene que haber contubernio, para eso los políticos se valen de sus iguales y de quienes los rodean; como los influyentillos de tercera que se jactan de “trabajar” con el chingón. Juntos forman una alianza para facilitar y exhibir a propósito sus influencias. Si alguien los confronta así sea algo no relacionado a la política, salen con el clásico “no sabes ni con quien te estás metiendo”. No sirven a la sociedad, se sirven de ella y tienen el cinismo de presumirlo para hacer valer su privilegio, es parte del juego, es tradición; glamur político gandaya y perverso.
Cuando algunos de ellos vienen a los Estados Unidos en gira de “trabajo” disque para atender a sus paisanos. Se les nota la pose excelsa que tratan de ocultar con humildad, pero su “body language” y el tiempo que se pasan “shoppings” delata que no es tanto su afán. No se digan sus discursos trillados como: ustedes son un ejemplo para México, son héroes, México los espera con los brazos abiertos, estamos aquí para escucharlos, ustedes son nuestros patrones y bla, bla, bla… Pero ¿cuándo los elegimos para que respondan a sus promesas?   
En este sentido, no les  deberíamos reconocer su presencia como representantes de ningún gobierno, cuando de antemano al paisano “héroe” no le permiten elegirlos, menos si sus visitas son a costa del erario. Mientras sea así, las exigencias de participar en elecciones para elegir gobernadores, alcaldes, congreso federal o local desde el extranjero, se vienen abajo.  
Cuando se dirigen a los supuestos “héroes” lo hacen como si fuéramos retrasados mentales o viviéramos en un mundo de quinta democracia. No toman en cuenta que cuando un paisano tiene viviendo algún tiempo en EU, y quizás por el ambiente que le rodea y la conducta de los políticos sin complejos de magnanimidad (en su mayoría), digamos, se está más consciente de la responsabilidad cívica, tal vez sea cultural o a la crítica a la que están expuestos que no sea el golpeteo partidista exacerbado, lo que genera un ambiente de responsabilidad y de cierta confianza social.
Volviendo al terre. El PRI no es el único corrupto, los demás partidos están por las mismas. Tanto que da igual decir “Vicente Calderón” que “Felipe Fox”. De que si ellos no son corruptos (sic) sí lo permitieron. Como el izquierdismo rampante, que según el Príncipe, es de donde viene el cochinero en su contra. Lo que sí es cierto es que la fétida política mexicana proviene del mismo vertedero de basura política y de quienes la apoyan y solapan. Para que esto suceda, como es el caso del príncipe priista (sujeto a investigación, por lo tanto inocente), tenía que contar con quienes sabían de su muladar.
Y a decir verdad, muchos de los paisas que andamos por acá, de habernos quedado en México probablemente andaríamos por las mismas o en la delincuencia porque nunca sentimos la presencia del gobierno como tal, por lo menos como buen ejemplo, mucho menos la cultura del orden y del tan cacaraqueado Estado de derecho, no existe para muchos el sentido de pertenencia nacional que no sea la folklórica o culinaria, a la mejor porque nunca tuvimos la “suerte” de que un príncipe de la corrupción nos ofreciera ser parte del basurero.     
Ya sabemos de sobra cómo funciona la corrupción, quienes son la basura, solo falta saber si tendremos la dignidad suficiente para no vivir entre ella o a reciclar si es necesario lo que pueda ser útil. O de plano adaptarnos como el olfato a la podredumbre y acabemos pepenando democracia en cerros de basura.