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miércoles, 28 de mayo de 2014

IMPOTENCIA CREATIVA Por Avelina Lésper, crítica de Arte.


Decenas de muñecas inflables para juegos sexuales, sex dolls, colocadas en una ventana fue la última exposición de la artista conceptual Elaine Sturtevant. La “obra” tiene un statement político feminista obvio y elemental pero al curador le pareció reveladora, impactante y profunda. El arte contemporáneo VIP tiene obsesión con la política y la pornografía. Ser comprometido es crear obras que derrochen demagogia y que además, claro está, sean pagadas por el sistema al que “critican”. La noción que existe de lo políticamente artístico es el juicio amable de una situación que, suponen, pone a la sociedad en apuros. Como la mayoría de las obras, por limitadas y estultas que se sean, tienen un texto socialmente manipulable, éstas ya pasan desapercibidas. Es tal la avalancha de intenciones político-sociales-humanitarias que si sumamos los textos y los comparamos con los discursos de campaña de cualquier político populista, veríamos para quién trabajan estas obras. Los artistas VIP se parecen a los políticos en que los dos encubren su fraude y falta de talento con intenciones y palabras huecas. 
Con el sexo tienen otra opción, el tema les resuelve varias cosas: Audiencia segura, la noticia en los medios y la increíble facilidad de la obra. Robarse imágenes de la industria, colocar juguetes sexuales o acometer el show en vivo en la segura y cómplice área de exposición para “transgredir”. La eterna minoría de edad que explota el arte VIP no se ha dado cuenta que el porno es tan accesible, inmediato y abundante que no pueden impresionar parasitando el lenguaje de la industria. No se acercan al placer o al misterio del deseo, se van a la rudimentaria iconografía reciclada y vomitada millones de veces por un negocio más rico y global que los refrescos o las drogas. Esto es injusto porque los profesionales de esta industria viven su trabajo con muchos riesgos y exigencias que no cumplen ni remotamente estos oportunistas VIP. Los porno profesionales tienen un trato denigratorio y persecutorio en la mayoría de los países y sociedades que los desea y consume; son despreciados y explotados, citando a Marx, como una clase obrera sin derechos.  En cambio los performanceros y artistas VIP, que están obsesionados con sus escatológicos recursos artísticos, se exponen en la Bienal del Whitney, la de Venecia o de perdida en el museo del Chopo.
Recientemente las arbitrarias autoridades cancelaron Expo Sexo y Erotismo en la Ciudad de México, y si ese show lo montan idéntico en una bienal de arte y le ponen unos textos ilegibles con citas que vayan desde Freud hasta Lipovetsky, Danto o el pensador estético de moda, los premian con el León de Oro. La próxima vez que organicen esta feria deben anunciarla como instalación y performance de arte contemporáneo, con venta de obras para que entren los juguetes y afrodisiacos, y con eso no hay manera de que los clausuren. La obra de Yann Leto en Arco Madrid fue una bailarina de tubo, pole dance, y como es de esperarse, también tiene asunto político: “A través de esta obra, quiero llamar la atención del espectador y hacerle reflexionar sobre la situación que atraviesa nuestra sociedad actual. Somos sujetos de un un congreso un poco febril que toma decisiones que no se adaptan a la situación y ponen en peligro el bienestar del ciudadano”.  Los guiones de las películas porno son infra malos pero los argumentos de estos artistas VIP son peores.

La ominosa hipocresía de nuestra sociedad condena a unos y aplaude a otros. Si cobrar por la exhibición o el intercambio sexual es un delito de trata de personas, estas piezas que se exhiben en museos no deberían venderse, ni cobrar por verlas o pedir apoyo económico por lo que hacen. No existe la performancera capaz de bailar en el tubo como las expertas y no hay un artista VIP que pueda hacer su show sado masturbatorio en un museo como lo hacen los jóvenes actores que se atragantan de viagra para aguantar las maratónicas filmaciones. Por si fuera poco también quedan rebasados en la competencia con los amateurs y espontáneos que se exhiben en internet sin aspiraciones estéticas o comerciales, que lo hacen por diversión. En esto, como en la mayoría de expresiones que abordan, los artistas VIP son mediocres y de nula creatividad. Una solución para su impotente sexualidad artística es que se den de alta en el porno cannel y que los museos tramiten la licencia de antro.