Como adjetivo, esta palabra se aplica a una composición
poética constituida por versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman
un vocablo o una frase. También se llama así, ahora como sustantivo, a las
palabras resultantes de esa composición acróstica y, como tercera acepción, al
pasatiempo —frecuente en las páginas de entretenimiento de los periódicos— que
consiste en hallar las voces que, colocadas en columna, configuren una
determinada frase.
El acróstico más conocido de la lengua castellana es de
La Celestina, de Fernando de Rojas, pero es un poco largo para reproducirlo
aquí; presentamos el que sigue, de autor anónimo, extraído de la Wikipedia y
dedicado a una ignota Sonia, cuyo nombre se forma con las letras iniciales y
finales de cada línea:
Supiste
una vez máS
Ocultar
tu rostrO,
Negar
al mundo ese doN
Impreciso
pero dulce, así,
Amante:
tu bocA.
La palabra acróstico es un cultismo registrado en nuestra
lengua desde 1703 (época de gran influencia de la cultura francesa en la corte española),
a partir del francés acrostiche. El vocablo se formó mediante las palabras
griegas akros, adjetivo que denotaba el extremo o la parte más elevada de
alguna cosa, y stiches 'verso'.
Akros está presente en palabras como acrópolis 'parte más
alta de la ciudad' y acróbata 'aquel que camina sobre la punta de los pies'.
Stiches aparece en palabras vinculadas al lenguaje poético, como hemistiquio
'mitad de un verso, separada de la otra por una cesura' y dístico 'composición
poética que consta de dos versos'.