MEDIOS IMPRESOS, DIGITALES, RADIO Y TV

jueves, 23 de octubre de 2014

LA SANGRIENTA MASACRE DE RAMREE PERPETRADA POR COCODRILOS



En los episodios históricos de la guerra podemos encontrar un sinnúmero de atrocidades cometidas por los seres humanos contra su prójimo. El escenario de la Guerra del Pacifico durante la Segunda Guerra Mundial fue especialmente aterrador, con masacres y actos salvajes pocas veces vistos en la historia. A pesar de esto, uno de los momentos más sanguinarios no fue promovido por los seres humanos, sino por la furia del mundo animal.
En los últimos meses que antecedieron al conflicto, un pelotón con más de un millar de soldados japoneses que se encontraba en una isla remota, ingresó a un pantano infestado por cocodrilos y jamás retornó; una episodio que podría considerarse como la mayor carnicería humana causada por animales en la historia registrada.
Durante seis semanas, entre los meses de enero y febrero de 1945, el pantano infestado por cocodrilos de la Isla Ramree, localizada en la Bahía de Bengala en la costa de Bruma, fue el escenario de una sangrienta batalla entre japoneses y Aliados. La Batalla de Ramree fue una piedra angular de la campaña de Burma y fue puesta en marcha con el objetivo de expulsar a las Fuerzas Imperiales Japonesas que se habían instalado en el lugar desde 1942. El 26 de enero de 1945, la Marina Real Británica en compañía de la 36ª brigada de infantería india obligó a los enemigos a retirarse de las costas y adentrarse en la isla, con la intención de establecer en el lugar una pista para aeronaves. No resultó nada fácil expulsar a los nipones, ya se habían preparado para ofrecer resistencia minando el campo, construyendo nidos de ametralladora y alambradas que hacían la tarea de avanzar algo muy complicado.
Tras una larga y sangrienta batalla, las tropas aliadas lograron hacerse con la victoria flanqueando la fortaleza japonesa y expulsando a los ocupantes, aproximadamente 1000 solados, con fuego de mortero y artillería. Los soldados japoneses en retirada abandonaron la base y organizaron una línea de defensa con la esperanza de que un batallón mayor pudiera reagruparse y auxiliarlos. La ayuda jamás llegó. Los británicos lograron flanquear todos los puntos de la isla, y no quedó más alternativa a los japoneses que seguir adentrándose al interior de la pantanosa Ramree. Las tropas se adentraron unos 16 kilómetros en un terreno fangoso y pantanoso, repleto de mosquitos y otros insectos venenosos. Desestimando la propuesta de los británicos de que los prisioneros recibirían un buen trato, los oficiales mandaron a fusilar a aquellos que ofrecían la rendición. Fue en este punto que dio inicio el terrible suplicio de las tropas.
Se cree que los oficiales japoneses tenían la seguridad de que, al cruzar el pantano, se encontrarían con tierras más elevadas, pero la jornada era extremadamente ardua. En algún punto los soldados se vieron atrasados por un lodo denso y pegajoso que detenía su avance. Decenas sucumbieron a las enfermedades tropicales y ante el ataque de las serpientes, arañas y escorpiones que se ocultaban entre los arbustos. El calor era sofocante. Durante varios días, el hambre y la sed se volvieron unas compañeras incomodas del viaje. Los hombres caían de bruces, sin fuerzas para levantarse. Cuando descansaban un poco, eran bombardeados por navíos desde la costa y por tropas británicas que habían desembarcado grandes cañones posicionados en los límites del pantanal.
Más lo peor estaba por suceder. Una noche, tropas británicas que patrullaban la periferia del pantano, lograron escuchar sonidos de disparos y los gritos de pánico de los soldados japoneses. Rápidamente se hizo evidente que algo terrible estaba sucediendo en el corazón del pantano y que los soldados enfrentaban una fuerza maligna que los estaba haciendo pedazos. Los británicos recibieron órdenes de mantenerse alerta y no adentrase en el pantano. Los soldados de guardia pudieron escuchar los gritos la madrugada entera y sólo podían imaginar lo que estaba sucediendo.
Los japoneses sabían que la Isla de Ramree estaba infestada por feroces cocodrilos de agua salada, una especie de reptil extremadamente agresivo que puede alcanzar los seis metros de largo y pesar casi una tonelada. Cuando los exhaustos soldados ingresaron tambaleándose en el pantano, fue como si una campana avisara a los cocodrilos que la cena estaba servida. Las prendas sucias ensangrentadas de los heridos atrajeron a los animales que vieron a cientos de objetivos potenciales para atacar. Los soldados fueron despiadada y cruelmente masacrados por los cocodrilos, y los sobrevivientes dieron testimonio de la forma en que los animales se lanzaban en centenas contra los hombres, arrastrándolos en sus fauces hasta el agua donde después los despedazaban. Los soldados intentaron disparar a todas partes, pero los animales no se intimidaron con sus intentos de resistencia. Algunos se treparon en los árboles y otros intentaron correr, pero cuando un cocodrilo fijaba la vista en una víctima, avanzaba como una máquina de matar imparable. Los relatos mencionan la forma en que los animales aparecían de la nada, atacaban y arrastraban a sus víctimas a las turbias aguas que después se volvieron rojas. Los hombres se reunieron en grupos, dándose la espalda unos a otros en un intento por vigilar, pero no sirvió de nada.
Bruce Stanley Wright describió este episodio en su libro “Wildlife Sketches Near and Far” de 1962:
Aquella fue una noche horrible para las tropas posicionadas a la orilla del pantano y que escucharon todo. Algunos hombres tuvieron que dispersarse de la patrulla al no soportar los gritos que venían del interior. Los cocodrilos, atraídos por el sonido de la batalla y por el olor a sangre, convergieron en millares al interior de la isla empleando su porte raso para esconderse y atacar por sorpresa. El ataque de cocodrilo de agua salada es rápido y certero, el animal se desplaza con precisión, saliendo del agua sólo lo suficiente para atacar a su objetivo y morderlo con dientes afilados capaces de triturar huesos como si fueran ramitas. Los cocodrilos se concentraron en los heridos y en aquellos que estaban demasiado extenuados o aterrorizados como para huir. El cocodrilo de agua salada tiene una particularidad tenebrosa: continúa atacando a pesar de que ha obtenido carne suficiente. Generalmente llevan a sus víctimas al agua, a madrigueras inundadas donde acumulan los trozos de carne. Los soldados que lograron correr fueron perseguidos en la oscuridad, teniendo que desplazarse a través de un lodo que impedía su retirada. Incluso aquellos que lograron treparse en los árboles no estaban a salvo. Los cocodrilos aguardaron pacientemente hasta que el hambre los obligaba a descender y muchos prefirieron acabar con el horror colocándose un tiro en la cabeza. El sonido de los disparos y de los gritos se hizo cada vez más raro a medida que los hombres morían, pero a veces era posible escuchar el sonido de las mandíbulas rasgando la carne y los aullidos de dolor. El sonido de miles de cocodrilos masacrando a mil hombres es algo que raramente se escucha en la Tierra, y no debe ser nada agradable. Cuando amaneció, los zopilotes y buitres sobrevolaban el pantano, ansiosos por limpiar aquello que los cocodrilos habían dejado. De los casi 1000 soldados japoneses en entraron en el pantano de Ramree, sólo 20 fueron encontrados con vida.
Algunos de los sobrevivientes que lograron salir del pantano y se entregaron a los británicos, estaban en completo estado de shock, heridos o cubiertos con sangre de sus compañeros. Nunca se llegó a saber el número exacto de soldados que encontraron su fin en el pantano, y pese a la falta de confirmación del número exacto, el Libro de los Records Guinness nombró a esta tragedia como “el mayor número de víctimas humanas en un mismo ataque de animales”.
El tenebroso incidente de la Isla de Ramree se hizo con una especie de aura de leyenda entre los veteranos de la Guerra del Pacifico, junto con un relato similar del naufragio del USS Indianápolis que cobró la vida de cientos de marineros, víctimas de un furioso ataque de tiburones.

Hoy, la Isla de Ramree sigue siendo muy similar a la de 1945. Un lugar salvaje e inhóspito, cuya tranquilidad acostumbra a ser engañosa. Los cocodrilos de agua salada continúan habitando el pantano y, quizá, los fantasmas de los soldados destrozados aun continúen vagando por los suelos de aquel trágico lugar.