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domingo, 30 de noviembre de 2014

ENTRESEMANA Refundar o dinamitar al PRD Moisés Sánchez Limón

Ubicado como la segunda fuerza política en el país, el PRD ha sido la opción partidista que en los últimos 25 años aglutinó a la izquierda mexicana, incluso sobre la sepultura del Partido Comunista de México (PCM) que en 1979 había salido de la clandestinidad y obtenido su registro legal, pero desde su génesis enfrentó una soterrada disputa por su control.
El Partido de la Revolución Democrática, obtuvo su registro en 1989 merced a que el Partido Mexicano Socialista –el último vestigio del PCM—le cedió el propio que había obtenido de la fusión de diferentes organizaciones de tendencia marxista-leninista y de otras corrientes de izquierda que transitaron desde el Partido Mexicano de los Trabajadores, el Partido Socialista Unificado de México, el Partido Patriótico Revolucionario, el Movimiento Revolucionario del Pueblo, la Unión de la Izquierda Comunista y del Partido Socialista de los Trabajadores, fundado éste por el ingeniero Heberto Castillo Martínez, quien renunció a su candidatura por el PMS a la Presidencia de la República para sumarse a la de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
La bondad política, o como usted quiera llamar a esa decisión del ingeniero Castillo, en aras de derrotar al entonces candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, más que al del PAN, Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, posibilitó una andamiaje de corrientes conservadoras y ultras, fundamentalistas y dogmáticas incondicionales, que sustentaron el nacimiento del Partido de la Revolución Democrática, cuyo líder fue Cuauhtémoc sin reticencias, arropado por el grupo de priistas distinguidos que, junto con él, renunciaron a su militancia en el PRI.
Pero Cuauhtémoc, aunque considerado por sus simpatizantes como el caudillo de la izquierda o líder moral del PRD, no se significó como el crisol que fundiera a todas estas corrientes, algunas incluso beneficiarias del clientelismo fomentado por el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís, priista distinguidos que luego se echó a los brazos del PRD, del que actualmente es senador plurinominal. Favor con favor se paga.
Aglutinó, sí, intereses de grupo en la idea toral de llegar a la Presidencia de la República; hay evidencias de que en la elección de 1988 ganó el proceso mas un esquema que el entonces secretario de Gobernación y actual senador del PRD, Manuel Bartlett Díaz, operó aunque hoy lo niega, se lo arrebató a Cuauhtémoc como habría ocurrido en los comicios de 2006 con Andrés Manuel López Obrador.
Cárdenas perdió en la elección presidencial de 1994 y la alianza con Porfirio Muñoz Ledo, quien renunció al PRD; en 2012 Andrés Manuel es derrotado por Enrique Peña Nieto y se va del PRD para fundar el Morena. Una escisión en la que participa una de las principales tribus, la de Izquierda Democrática Nacional, liderada por René Bejarano, y que cuenta con la simpatía de Movimiento Ciudadano, especialmente del coordinador de los diputados federales emeceístas, Ricardo Monreal Ávila, y un grupo compacto de legisladores afines.
En 25 años, el PRD ha tenido los elementales altibajos políticos. A partir de la elección de 2012, empero, luego de avanzar en gubernaturas, alcaldías, un buen número de diputaciones locales, en congresos donde ha sido mayoría, instalado en el segundo sitio de la preferencia electoral, enfrenta una severa crisis provocada por esos grupos de interés –diríase los poderes fácticos dentro del PRD—que asumieron y operaron con mecanismos partidistas que, en su momento, criticaron a lo más primitivo del PRI.
Estos grupos, las 17 tribus perredistas identificadas, no la oposición priista ni la panista, si así fuera, lograron fracturar al PRD en una disputa por el control del partido.
Y fue precisamente el impulsor de ese aglutinamiento de la izquierda histórica de México, es decir, Cuauhtémoc Cárdenas, que en atención a intereses personales y de un grupo compacto, en 1994 generó una crisis cuando, merced a una reforma estatutaria, se alzó como candidato reincidente del perredismo a la Presidencia de la República y bloqueó las aspiraciones de Porfirio Muñoz Ledo.
Así ocurre en este momento cuando, frente al rechazo de la tribu mayoritaria en el PRD, la de Nueva Izquierda, controlada por Los Chuchos, de aceptar que fuera candidato de unidad a la dirigencia nacional del partido, decide renunciar y con ello aviva la crisis que arrastra el partido desde el escándalo de la familia imperial en Iguala.
Cuauhtémoc demanda al CEN perredista y a su presidente, Carlos Navarrete, renuncien para reponer un proceso prácticamente de refundación del partido, en el que indudablemente él sería la cabeza, como cuando al frente de la Corriente Democrática abandonó las filas del PRI.
Los tiempos han cambiado; las prácticas de presión y chantaje tienen otras condiciones y éstas no son las mismas de aquellos días en que el crítico y dinámico Cuauhtémoc logró herir de muerte al PRI, una herida que en el año 2000 se concretó con la pérdida de la Presidencia de la República, aunque no frente a Cuauhtémoc sino del panista Vicente Fox Quesada, un político que resultó un fiasco para la transición.
Cuauhtémoc ya se fue pero no la insistencia de tumbar a Navarrete de la dirigencia. Carlos Navarrete, por cierto, éste domingo se pronunció por el cambio, la corrección del rumbo, en la sesión de Consejo Nacional, donde le insistieron en que renuncie.
Pero Navarrete trae sus cartas y prácticamente acorde con la propuesta de Silvano Aureoles Conejo, presidente de la Cámara de Diputados y aspirante reincidente al gobierno de Michoacán, pero esencialmente de filiación cardenista, de refundar al PRD, sin que ello pase necesariamente por su dimisión.
Silvano también trae sus cartas, pero éstas orientadas a ganar la gubernatura michoacana. Por eso, este domingo también, pero en Morelia donde pidió a la militancia hacerse cargo de las críticas de Cuauhtémoc “y ponernos a refundar el PRD en Michoacán (porque) sin en otra parte no se hace, aquí sí nos hacemos cargo”.
La refundación del partido es la opción necesaria, civilizada que abonaría a la democracia en el país, especialmente en este proceso electoral que enfrenta severos riesgos de infiltración criminal. Por eso, quienes apuestan a dinamitar al partido seguramente pretenden hacerse de los restos del instituto político para sumarlos al Morena de López Obrador.
Las críticas no tienen fundamento ideológico ni propuesta partidista. No, se trata de descalificar y descarrilar al PRD del segundo sitio en la preferencia electoral. Y la descalificación, como esta de asegurar que a Carlos Navarrete le quedó grande la dirigencia del PRD, parte de personas bien identificados con Andrés Manuel López Obrador, los diputados Consuelo Argüelles y Alejandro Sánchez Camacho, aliados de Martí Batres Guadarrama y de René Bejarano. ¿Está claro? El enemigo en casa. Conste.
LUNES. Sin duda habrá periodo extraordinario en el Congreso de la Unión para procesar las reformas que propondrá este día el presidente Enrique Peña Nieto. Adivine usted quiénes regatearán apoyo a esas iniciativas. ¡Adivinó!

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