Un
clásico problema de filosofía, conocido como La Paradoja del Árbol, formula la
pregunta ¿Hace ruido el árbol que cae cuando no hay nadie para escucharlo? Este
dilema, cuestiona que un acontecimiento que carece de observadores, no ocurre
realmente en la realidad tangible, y pareciera que el gobierno federal está
optando por un racionamiento similar en relación a los hechos del pasado 24 de
febrero, cuando un grupo aproximado de 500 policías federales desalojaron a
toletazos y con gases lacrimógenos a unos 5 mil maestros de la Coordinadora
Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero (CETEG) y del Sindicato
Único de Servidores Públicos de Estado de Guerrero (SUSPEG).
El
delegado de la Secretaria de Gobernación en el Estado de Guerrero, Eric
Castillo Ibarra, dijo que no se ha abierto ninguna investigación pese a las
denuncias y fotografías que desfilan en redes sociales donde se muestra a los
elementos de la policía Federal que incurrieron en actos de brutalidad
policiaca y que en el enfrentamiento con los miembros del magisterio, dañaron
vehículos y los cristales de las tiendas aledañas al lugar.
No
se puede aspirar a tener una policía de élite sin antes delinear los códigos de
conducta apropiados y los protocolos necesarios para afrontar una manifestación
que se torne violenta, si hay algo que aprender del caso Iguala, es que las
operaciones de los cuerpos policiacos deben estar regulados por una política de
transparencia como cualquier programa gubernamental, haya o no haya denuncias,
la Unidad de Asuntos Internos de la Policía Federal debe abrir un expediente y
no arrojar tierra sobre los hechos, esperando que los demonios de la impunidad
permanezcan dormidos, de lo contrario estaremos hablando de un elefante blanco más
a la enorme manada con la que ya encontramos.