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lunes, 18 de mayo de 2015

ENTRESEMANA CUANDO LOS BECERROS SE PANDEAN… MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
La liturgia política nacional del México post revolucionario registra un procedimiento elemental: cuando el Presidente de la República en turno rinde protesta en el cargo, en ese momento inicia la carrera por su sucesión.
Ese día, el 1 de diciembre, se da un banderazo en el equipo presidencial y el resto de los partidos políticos. Bueno, salvo Andrés Manuel López Obrador que desde la fecha en que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano perdió la elección frente a Vicente Fox, se declaró en campaña permanente por la Presidencia de la República, por encima de cualquier impedimento legal. ¡Al diablo las instituciones (cuando le conviene)!
Empero, la sucesión tiene sus tiempos y quienes, como Andrés Manuel, se adelantan suelen desgastarse y terminan en el estrepitoso fracaso. Su destino, entonces, se encamina a cargos en el sector público y en el Poder Legislativo, cuando no al servicio de la iniciativa privada, en especial en aquellos corporativos que, en su momento, se beneficiaron de esa relación con intereses algunos inconfesables, mas no impunes por siempre.
Un caso singular fue el de Mario Moya Palencia. Se quedó hasta con las playeras y gorras que su equipo de trabajo tenía en almacenes, con toneladas de propaganda impresa inclusive, para repartirse apenas las fuerzas vivas del PRI lo destaparan candidato presidencial.
Moya Palencia se adelantó. Como secretario de Gobernación consideró que, conforme con la praxis en las ligas mayores, como había ocurrido con Luis Echeverría Álvarez y Gustavo Díaz Ordaz Bolaños. Pero carecía de carrera política, no había ocupado cargo alguno de elección popular. En suma, era un burócrata, de nivel superior si se quiere, pero finalmente burócrata que se adelantó en la carrera y perdió. El candidato fue José López Portillo y Pacheco.
Otros personajes que corrieron por la libre y antes de su tiempo, que no de tiempo, fueron Javier García Paniagua, cuya rabieta fue de pronóstico cuando el sucesor de José López Portillo y Pacheco fue Miguel de la Madrid Hurtado.
En esa ruta siguió el doctor Sergio García Ramírez, “destapado” en falso el 4 de octubre de 1987, cuando en realidad el candidato de Miguel de la Madrid y, por ende, del PRI a la Presidencia de la República era y fue Carlos Salinas de Gortari, quien al momento de asumir el papel que López Portillo calificara como “el fiel de la balanza” para decidir quién sería su sucesor, desató una batalla interna en el sistema político nacional que devino en el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Porque, en efecto, el conflicto tuvo su crisis al interior del PRI, pero cuando Manuel Camacho Solís no fue nominado a la Presidencia, rompió con el priismo y se alió, públicamente ya en ese momento porque desde años antes había tendido puentes con la oposición de izquierda, la del naciente perredismo e incluso cobijando a Andrés Manuel López Obrador y al Partido Verde Ecologista de México.
Y, bueno, el corolario de esa liturgia priista concluyó con la derrota de Roberto Madrazo por partida doble, primero cuando se adelanta y pretende ser candidato presidencial pero el PRI abandonado por Ernesto Zedillo Ponce de León, se decide por Francisco Labastida Ochoa, quien es derrotado por Vicente Fox Quesada.
Madrazo Pintado sería, por voluntad propia y contra la de la mayoría de gobernadores priista, candidato a la Presidencia y vencido por Felipe Calderón Hinojosa.
Esta larga referencia respecto de quienes corrieron antes de tiempo en busca del máximo cargo de elección popular, que igual ocurre entre aquellos que se imaginan en una curul o un escaño, en la gubernatura o la presidencia municipal, se ajusta a quienes hoy han emprendido esa maratón en aras de una posición en las ligas mayores.
Un ejemplo inmediato es el de Ricardo Anaya Cortés, el joven político queretano cuya carrera política va en ascenso y ha tenido sus tiempos estelares cuando asumió la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y, luego, una breve parada como encargado de la presidencia del CEN del Partido Acción Nacional, cuando Gustavo Enrique Madero Muñoz pidió licencia para buscar la candidatura a una diputación federal, pero por la vía plurinominal. A la segura, pues.
Ricardo ha hecho un trabajo de buen nivel, ha sabido jugar en esos espacios palaciegos del legislativo y de la Presidencia de la República. Tiene buen cartel y todo el mundo sabe que será, no tanto por elección cuando sí por convencimiento y acuerdos con los cuadros directivos del PAN en todo el país, presidente nacional del PAN a partir de noviembre de este año.
No es cuestionable, como se ha pretendido plantear, que a la vez que viaja por el país en apoyo a los candidatos panistas a las nueve gubernaturas y diputaciones federales, amén de alcaldías y legislaturas locales, haga campaña y aproveche el tiempo para negociar, pactar con esos votos de los consejeros albiazules.
En todo caso, el riesgo es que Ricardo Anaya y sus panegiristas abriguen la convicción de que 2018 está ajustado para sus aspiraciones, es decir, convertirse en candidato de Acción Nacional a la Presidencia de la República.
Usted se preguntará y qué pensará Gustavo Enrique Madero, quien desde la coordinación de la bancada albiazul en la LXIII Legislatura, a partir de septiembre próximo, estará en campaña en busca de la candidatura a la Presidencia. Bueno, bueno, siempre hay posibilidad de negociar y la edad no le pega bien a Madero.
Lo cierto es que, a Ricardo Anaya, como en su tiempo ocurrió a Moya Palencia, García Paniagua, García Ramírez o Manuel Camacho Solís, puede aplicarse la máxima referida por Manlio Fabio Beltrones, cuando en Campeche, el sábado último, le preguntaron acerca de sus aspiraciones para presidir al CEN del PRI y, luego, buscar la Presidencia de la República en 2018,
“Eso es muy adelantado –respondió Manlio--. Es adelantarse mucho a lo que puede acontecer. En mi pueblo dicen que cuando se montan tiernos los becerros, se pandean, de tal suerte que no hay que hacerlo”. Conste.
LUNES. Por cierto, Manlio reiteró que eso de buscar la dirigencia nacional del PRI no es, para él, una obsesión. O lo que es lo mismo: te lo digo Juana para que me entiendas Chana. Digo.
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