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domingo, 2 de agosto de 2015

ENTRE LA VERDAD Y LA FICCIÓN Los cínicos no sirven para el periodismo Por Jorge Luis Falcón-Fernández Arévalo


JORGE LUIS FALCÓN-FERNÁNDEZ ARÉVALO
“A medida que las guerras se hacen largas y a la gente se le pudre el alma, los periodistas caen menos simpáticos. De ser quien te saca en la tele para que te vea la novia, te conviertes en testigo molesto”
-Arturo Pérez-Reverte-

El legendario escritor y periodista Ryszard Kapuscinski, maestro de este oficio, nos dejó muy claro una verdad indiscutible: “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.
El premio nobel de Literatura y periodista de primer oficio, Gabriel García Márquez, dijo: “La ética debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón”. La ética una de las herramientas importantes de moralidad de todo aquel que se inmiscuya en este quehacer.
Los periodistas deben ser las voces autónomas e independientes, no se debe actuar, formal o informalmente, en nombre de intereses específicos, ya sean políticos, empresariales o culturales. Se deberá dejar en  claro ante nuestros editores -o lectores, o audiencia- cualquier afiliación política, financiera u otra información personal que pueda constituir un compromiso o conflicto de intereses.
Existe un código deontológico, que  es un conjunto de criterios y reglas específicas de la profesión que reglamentan y regulan la conciencia profesional de un informador. Están fundadas en dos principios básicos: la responsabilidad social y la veracidad informativa. El periodismo no debe confundirse con Opinión Pública.
Un periodista que no lee, que no se informa, es un ser que carece de los más elementales herramientas, para ser un verdadero informador, un contador de historias. Uno de los primeros y sanos consejos que debe entender cualquier estudiante de periodismo o ciencias de la comunicación cuando se va a enfrentar a una historia es que abra los ojos, aguce el oído, registre los olores. En otras palabras, una de las primeras cosas que debe entender un periodista es que los detalles le dan vida a su historia.
Léxico, semántica, lenguaje, comunicación, semiología y estructuras lingüísticas, son esencia de un periodista o comunicólogo; sin éstas, no existe en vínculo necesario para transmitir los mensajes. Periodista que n o lee, nada debe hacer en este ejercicio. El filósofo vienés Ludwig Wittgenstein, dijo “El mundo es la totalidad de los hechos”.
“Traducir” una entrevista o conferencia de prensa, no te hace reportero, ni periodista.
Un mal informador sin sustento, tendrá por obviedad insensatos lectores. Y por ellos, hay malos y pésimos lectores. Un periodista preparado, tendrá leedores o leyentes satisfechos, bien informados. Gratamente enterados de los hechos de la historia del mundo. Tendrá, per se, una realidad ante sus ideas, sus hechos y sus criterios.
¿Por qué entonces la gente no puede ser honesta sobre las ventajas y las desventajas de éste fenómeno?  Por cinismo.
Y volvemos con Kapuscinski “El verdadero periodismo es intencional… Se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienza con un cambio del vocabulario en los medios. En los Balcanes se pudo ver claramente cómo se estaba cocinando el conflicto”.
Ante la apertura y escasa legislación de los medios digitales, que son el predominante en cuanto a saberse informado, se han “introducido” un sin número de sujetos que nada tienen que hacer en este medio. Pues sus fines no son los de meramente informar, advertir, notificar o comunicar,  sino extorsionar, timar, dañar, o escamotear. Y, usan esta profesión para ocultar sus fines aviesos. Es decir, en voz y letra  de Ryszard: “nos demuestra que las malas personas jamás podrán cumplir de forma correcta una tarea relacionada con la comunicación”.
Un árbitro de futbol, un vendedor ambulante, un comerciantes de ropa, una vende frutas, un técnico de refrigeración, un locutor, un invasor de calles, un  comerciante de ropa pirata, un abogado desempleado, un merolico, un frustrado aspirante a grillo, un técnico en radio, que solo han utilizado este trabajo para usurpar, engañar y perjudicar a la sociedad; y,  que no viven del oficio de informar, no pueden ser periodistas. Por el simple hecho de que son malas personas, son, en palabras del nacido en Bielorrusia, Polonia: ¡cínicos! Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias.
De retirada, solo tener en mente lo que nos regala, Kapuscinski:     “Podemos encontrar muchos periodistas jóvenes llenos de frustraciones, porque trabajan mucho por un salario muy bajo, luego pierden su empleo y a lo mejor no consiguen encontrar otro. Todo esto forma parte de nuestra profesión. Por tanto, tened paciencia y trabajad. Nuestros lectores, oyentes, telespectadores son personas muy justas, que reconocen enseguida la calidad del trabajo del periodista”.

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