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domingo, 20 de septiembre de 2015

falcotitlan: GUERRA Hugo Falcón Páez



Templanza, paciencia y felicidad. Atributos que no fluyen hoy en día.

Hablar de la guerra es manifestar de manera oral y escrita el origen del ser humano. Es inherente, tal como la pasión, la fe, la violencia, el perdón, incluso las ideas y pensamientos que han construido al hombre y a la mujer en un mundo, en donde la guerra, ha cobrado una trayectoria. El bien y el mal, la injusticia o la justicia, lo correcto e incorrecto, aquí no hay cabida a ello. Permanece entre una línea delgada, donde la locura y la cordura viven y mueren. La civilización es clara muestra. En la actualidad, han perfeccionado la violencia, eso se debe a los avances en la ciencia y la tecnología, han postrado la cultura generacional de los países. Los medios de comunicación masivos, han enseñado monstruos o pesadillas a una infancia y a una juventud susceptible a través de producciones en la radio, televisión o cine. En el presente, los dispositivos electrónicos y el gran supremo rey de la información, el internet. La elección de aprender algo, no hace un elemento de beligerancia, el código genético tiene un rol, pero la voluntad es el milagro de no serlo. Así como la agresión de una simple voz a la inquieta frustración, el diseño de los seres vivos es una constante cruzada de la naturaleza, una citadina conflagración, un dilema hostil.

La guerra es el vocablo, y sin duda alguna, la antítesis del amor. En donde el término detalla un recurso para conquistar o apropiarse de un derecho, de lo que no nos pertenece y forzosamente viola la libertad de todo. No es el poder ni el control de un Estado, es una acción antropológica, así como social-política. Sostuvo el filósofo chino y general Sun Tzu o Sun Wu (Señor o maestro de la guerra) a través del tratado “El Arte de la Guerra”, que toda guerra está basada en el engaño. Tal como la historia que nos domina, no es propia de una estrategia o batalla, y francamente es la confrontación interna de cada uno. Es la psique y el soma que prevalecen con el ego, quizá toma otras formas como la superación personal, los prejuicios, la ignorancia y la supervivencia. Los factores como la explosión demográfica, el desabasto alimentario, la crisis económica, la carencia de valores como la ética, la moral y la civilidad, fragmentan en múltiples direcciones, y los más peligrosos son los errores que matan. Recientemente nos cimbran personajes en el mundo, noticias también, tales como Kim Jong-Un, Mahmud Ahmadineyad, Vladímir Putin, Boko Haram, ISIS o EI, y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala. Así como los caídos por las migraciones masivas, el caso del naufragio en la isla de Kos, donde murieron decenas y el pequeño sirio de tres años de edad, Aylan Kurdi, y su hermano de cinco años, Rihan. Un catálogo de violencia y muerte que no se puede comprender. Tal y como la Primera Guerra Mundial, que se desprendió en Europa el 28 de julio de 1914 y concluyó el 11 de noviembre de 1918. En Versalles, la Gran Guerra encuentra solemnidad y calma. Tuvieron que pasar 21 años, para que la Segunda Guerra Mundial implicará a grandes potencias, a través de aliados y tácticas militares el conflicto se prolongó entre 1939 y 1945. Ahí se escribieron esas hojas negras del Holocausto, y la lectura fue de 50 a más de 70 millones de víctimas.

Este día no hay que preocuparnos de la existencia de un Alejandro III de Macedonia, alumno de Aristóteles, quien extendió su reino al derrocar el Imperio Persa y cambiar el Imperio Aqueménida. El liderazgo del macedonio de trece años lo llevó a encumbrarse el título de Alejandro Magno. Otro es Atila, el divino caudillo de la tribu de los hunos, él gobernó el mayor imperio europeo en ese tiempo, conocido como El azote de Dios, sus posesiones se establecían desde la Europa Central hasta el Mar Negro, y desde el río Danubio hasta el mar Báltico. No podemos dejar fuera de la lista a Gengis Kan, el guerrero mongol que unió las tribus nómadas del norte de Asia. Sus logros se comprendían de un vasto territorio, el más extenso en la historia desde Europa Oriental hasta el Océano Pacífico, y desde Siberia hasta Mesopotamia, la India e Indochina; apoderándose de los imperios Corasmio, Tanguta, Jin, y el Kanato de Kara-Kitai. Uno más, el gobernante y emperador de los franceses Napoleón I Bonaparte. El republicano durante más de diez años, y la efervescencia de la Revolución, tomó casi toda Europa Occidental y Central.

En los últimos quince años, más de tres millones de personas han muerto en conflictos armados. Dos millones eran niños y niñas. Por ende, han desplazado y obligado a 25 millones de personas a irse de sus lugares de origen. Hace once años, un estudio subrayó que los gastos castrenses en el orbe superan el billón de dólares; ejemplo, cerca de 160 dólares por cada habitante de este mundo. Por qué no crear bondad y misericordia, una industria olvidada. Pero no, la esclavitud de nuestra realidad nos vence. Y detallo este texto con una frase de Albert Einstein que dice así, “el arte es la expresión de los más profundos pensamientos por el camino más sencillo”. Y finalizo con una frase propia. “Quienes piensan en la guerra, no dejan de creer en la paz. Pero quienes hacen la guerra, pierden toda paz”.


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