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lunes, 16 de noviembre de 2015

EPÍSTOLAS SURIANAS (Carta a Don Héctor) De Julio Ayala Carlos

POR SUPUESTO QUE todos estamos contra la guerra, y en mi caso, venga de donde venga, porque en ella, además de quienes participan, mueren inocentes, como los del atentado en Francia, pero también, como los de Siria, entre ellos cientos de niños, a consecuencia de los bombardeos.

Sin embargo, no me explico cómo es que, por hablar de nuestro país, miles de mexicanos condenan los atentados ocurridos en Francia, perpetrados por “Estado Islámico”, y se quedan callados, mudos, y diría que hasta festejan, los bombardeos en Siria, siendo que en ambos países murieron inocentes.

“Estamos contra la guerra”, dicen aquí y allá, para justificar, por ejemplo, la bandera francesa en su perfil de “face-book”, el día en que ocurrieron los atentados en aquel país de Europa, pero no la cambiaron por la de Siria cuando al otro día, en venganza, fue bombardeada.

Y es que, tanto en Francia como en Siria, murieron gente inocente, que dicho sea de paso nada tienen que ver con quienes hacen la guerra ni mucho menos se benefician de ésta. Sin embargo, parece que más que estar en contra de ella, estamos en contra de la que afecta a algunos.

Cierto es que, en términos psicológicos, nos identificamos con quienes creemos que tenemos similitudes, fomentando la unidad ante la amenaza, o por la empatía que tenemos con ellos, pero entonces, no estamos contra la guerra y sus horrores, sino a favor de “los nuestros”, o de quienes “son como nosotros”.

Por eso es que no entiendo, como tampoco entiendo que ningún mexicano, incluido algún guerrerense, tenga en su perfil la bandera mexicana, la de nuestro país, en señal de duelo por los tantos muertos que se dan aquí, que al igual que en Francia y en Siria, también muere gente inocente.

Sí. No entiendo esa actitud de los mexicanos por manifestarse en contra de los atentados contra los franceses, y por otro lado no manifiesten ningún sentimiento de condena y de duelo por lo que en Guerrero ocurre, como si aquello les diera un plus, y lo de aquí les causara pena. Neta. No encuentro tanta solidaridad a favor de los guerrerenses, como la que se da a los franceses.

Será acaso, como bien dice el dicho, que somos “Candil de la calle y oscuridad en la casa”? O será tal vez que aún nos persigue la “maldición de la Malinche”? Que nos duele más —sin que eso quiera decir que no nos duela y preocupe— lo que ocurre en otro país, quizá porque su población es blanca, y nos callamos lo que ocurre en el nuestro, al fin que aquí somos prietos, indios, huarachudos y pobres?

¿Será acaso que por ello festejamos, o creemos como si fuera algo infalible, lo que nos vienen a decir los del IGIEI, sobre el Caso Ayotzinapa, desechando lo que aquí se hizo, solo porque los investigadores del país no son güeros y barbados como los delincuentes que conquistaron, a sangre y fuego, al Imperio Azteca?

Será acaso que por eso, los tres tipejos que vinieron al Congreso local a decir que vivimos como cavernícolas, en la barbarie y en la vergüenza, recibieron elogios y reconocimientos a “su investigación”, criticando incluso a una institución tan noble en la entidad como lo es la Comisión de Derechos Humanos del Estado? ¿Será que por ser blancos, los que tenían la obligación de obligarlos a retractarse de los insultos, se quedaron  callados?

Y es que salvo el presidente de la Codehum, Ramón Navarrete Magdaleno, nadie más exigió que se retyractaran, el mismo día en que un grupúsculo de extranjeros, de la Open Society Justice Initiative, vino a decir que Guerrero es conocido en el extranjero como fosalandia, en el marco de un supuesto informe que denominaron Justicia fallida, primero porque su investigación es inconclusa y parcial, y segundo, porque su dicho atenta contra la honorabilidad de los guerrerenses.

Es una pena que nadie más haya salido a exigir a estos extranjeros, que se retractaran de su dicho, como si los que vivimos aquí no supiéramos como estamos. Y es mucho más penoso que los diputados presentes no dijeran nada, y es hasta vergonzoso que algunos, incluso, festejaron los insultos.

Qué bueno que al menos hubo uno que les salió al encuentro, porque el informe de marras no solo es parcial, sino incompleto, y más aún, tonto. Qué bueno que Ramón Navarrete salió a dar la cara, no solo por la Comisión de Derechos Humanos del Estado, sino por todas las instituciones públicas de Guerrero, incluyendo al propio Poder Legislativo, cuya presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Lambertina Galeana, por su edad, se la pasa durmiendo.

Y es que, tú lo sabes, el informe de referencia no sólo descalifica al Poder Judicial, y a la Fiscalía General del Estado, sino al propio Congreso local, hacedor de leyes, y también, al Ejecutivo, que un día después dio por su parte una respuesta puntual a estos mequetrefes.

Ojalá, espero, haya más defensores de las instituciones, ante tanto jijo que en su país de origen no los tienen por buenas gentes, ni mucho menos tienen de qué sentirse orgullosos.


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