--¡Ahí vienen esos pinches muertos de hambre!-- exclamó un distinguido diputado en uno de esos días de la LXVIII Legislatura federal, cuando se percató que se dirigían a él reporteros de la fuente legislativa.
Era día de sesión y antes de
iniciar, como es praxis en la cobertura informativa los colegas ingresan al
salón de sesiones para realizar entrevistas; después deben hacerlas desde el
llamado corral de la ignominia, denominación que se quedó en corral, dique
impuesto por diputados demócratas respetuosos de la libertad de expresión como
Pablo Gómez, en sus días de gloria perredista.
Cuando se creó ese dique de
contención, se adujo que los reporteros desviaban la atención de los diputados.
¡Ajá! Ahora, diputados de todos los partidos que gustan de los reflectores, en
el barandal del corral buscan se entrevistados.
Sí, pinches periodistas,
pinches reporteros muertos de hambre, como nos calificó aquel diputado federal
tabasqueño que, paradoja de la vida, se convirtió en “periodista” e incluso opinador en la tele y la radio.
Sin duda mis colegas estarán
de acuerdo con estas líneas y, como dijo el filósofo de Güemes, los que no, no.
Pero a usted que no tiene
relación alguna con los periodistas pero es beneficiario de todo lo que se
dice, cuenta y publica y difunde en los medios de comunicación, le refiero esta
pincelada de la opinión que de los reporteros, periodistas de oficio, tiene la
inmensa mayoría de los políticos y, en especial, los legisladores cuando no son
actores de novelas rosas y actos demócratas y de esos que dan caché y apisonan
el camino en el ascenso a la gloria política.
En los días que corren de la
administración de la sedicente Cuarta Administración, el licenciado López
Obrador ha insistido en descalificar y desacreditar a los periodistas
profesionales, los de verdad, y a los periódicos en especial, amén de dividir
al gremio al grado de que importantes colegas que simpatizan con él –muy respetable su simpatía—son una especie
de malos imitadores de aquellos a los que hoy denuestan y acusan de haberse
enriquecido en las administraciones pasadas. Quien esté libre de culpa que
aviente el primer chayo.
Inmundos pasquines, ha
llamado Su Alteza Serenísima a los medios cuyos dueños, empresarios que son eso
menos periodistas, se negaron a aceptar la reducción de publicidad a niveles
propuestos por el inquilino de Palacio personalmente. Chucho Ramírez no estuvo
en las negociaciones.
Bien. Esto del manejo
publicitario es, elemental, un acuerdo que se negocia y cada quien se lleva y
se llevaba la tajada del pastel millonario que el área de prensa de la
Presidencia de la República pactaba y pacta, de suyo con la opinión
presidencial.
En la administración de
Enrique Peña Nieto, desde Los Pinos se palomeaba o tachaba al medio de
comunicación que pedía publicidad. Lo mismo ocurrió en otras administraciones,
aunque en las dependencias públicas había cierta laxitud para que cada
coordinador de comunicación pactara la publicidad.
Con Peña Nieto hubo un
funcionario del área de comunicación social que, desde el día en que se integró
al equipo, palabras más, palabras menos advirtió: “¡Ahora sí! ¡Chinguen a su
madre los que nos pegaron en el PRI!”
Se refería a los reporteros
y medios de comunicación que habían cuestionado e incluso golpeado al candidato
del PRI a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto. Y la advertencia
se cumplió. Hubo otros etcéteras, pero son materia de otro momento. ¿Sabrá de
esto Su Alteza Serenísima? Blofea.
La referencia viene “como
anillo al dedo” –Peje dixit—por la embestida del licenciado presidente contra
la prensa mexicana y ahora la extranjera, es decir, los reporteros lo mismo de
plataformas digitales que no tienen subsidio de los machuchones de arriba que El Universal, Reforma y Excélsior y otros
medios de los llamados grandotes.
Ya son más de dos años en
los que Andrés Manuel trae a periodistas y periódicos como badajo de campana
culpándolos de todo. Y todo, es todo.
En alguna ocasión, una
diputada federal priista mexiquense de la LXII Legislatura se quejó por el
trato que el diario Reforma daba a miembros de su bancada.
--¿Qué se puede hacer?—me
preguntó.
--No lean Reforma—le
respondí.
Lo mismo recomendaría a Su
Alteza Serenísima, cuya opinión respecto de los periodistas en el ejercicio de
la reporteada y artífices de la columna política o el artículo de opinión –algo
que seguramente desconoce—es algo más que una mentada de madre.
¡Ah!, pero listo como es o
quizá convencido de que los mexicanos no leen ni escuchan o ven noticiarios,
trata de poner a salvo su opinión despectiva. Lea usted lo que dijo en la
mañanera cuando se le planteó lo que se publica del manejo de la vacunación:
“Pues así está la prensa,
con excepciones honrosas. Y yo respeto mucho a los periodistas, además respeto
mucho el oficio, porque es noble oficio, pero está envilecido en la
actualidad”.
O sea, nos respeta pero
estamos envilecidos. Sí, sí, habrá quienes, colegas que ya sólo escriben en las
redes sociales, enderezarán sus fusiles francotiradores para hacerme pomada.
Pero…
¿Usted cree que nos respeta
el licenciado López Obrador?, insisto y le doy otra muestra de lo que opina de
los pinches periodistas. Porque, sin duda, de poder nos llamaba así.
“Acerca de estos comentarios
–atendió Su Alteza Serenísima--, los cuestionamientos y a veces ataques en los
medios de información, pues ya es algo rutinario. Yo lamento que los medios de
información en el país estén tan obcecados en atacar al gobierno que
represento, desde el tiempo del presidente Madero no se tenía una prensa así,
tan tendenciosa, golpeadora, defensora de grupos corruptos, una prensa que se
dedica a mentir constantemente; con honrosas excepciones, para no generalizar,
pero son muy pocas las excepciones.
“La regla es que tenemos la
prensa más injusta, la más distante, la más lejana al pueblo y la más cercana a
los grupos de poder conservador. Es un tiempo de oscuridad para los medios de
información”.
Y de lo que se publica
respecto de la tragedia ocurrida en la L12 del Metro, acusó que “esas son
actitudes muy irresponsables, ¿no?, es para sacar raja, aprovecharse de la
tragedia.
“Pero el amarillismo en los
medios nacionales e internacionales es inevitable, porque hay también una
crisis en todos los medios de información, no sólo en México, en el mundo, una
falta de ética que no se había visto manifestada como ahora, porque los medios
durante el periodo neoliberal en México y en el mundo fueron totalmente cooptados
por los grupos de intereses creados (…)”.
Sí, caray, pinches
periodistas –con todo respeto, Peje dixit--.
¿Alguna duda de lo que
piensa el inquilino de Palacio respecto de los periodistas?
En la mañanera, una colega
le preguntó acerca del caso Notimex- ¿Cómo van las conversaciones? Hay un
plantón instalado aquí afuera de Palacio, le refirió.
--Pues ojalá y se llegue a
un acuerdo pronto –respondió--. Ya se iba avanzando, se va avanzando y estamos
en la mejor disposición.
Así, demócrata y respetuoso
de los derechos humanos y laborales, desde su ronco pecho que no es bodega
Andrés Manuel dictó sentencia:
“Desde luego nosotros
apoyamos a Sanjuana (Martínez), porque es la directora de Notimex y es una
mujer honesta, una periodista íntegra y también tenemos que proteger los
derechos de los trabajadores. Es que en todas estas instituciones pues había
muchos excesos, mucha corrupción”.
Sin duda, de la conclusión
de Andrés Manuel, es aplicable la paráfrasis de aquel diputado federal paisano
suyo: ¡que se jodan pinches reporteros muertos de hambre!
DÉJAME QUE TE CUENTE LIMEÑA.
Y como corolario de su protagonismo y la caravana con sombrero ajeno, el
licenciado López Obrador presumió como aquella mosca que dice al buey “vamos
arando”. Lea usted
“También hoy quiero informar
al pueblo que siguen apoyándonos de manera efectiva y solidaria nuestros
paisanos migrantes, porque se dio a conocer el dato de las remesas recibidas en
el mes de marzo y es un récord mensual en remesas. Ya el año pasado se tenía un
récord de cuatro mil 45 millones de dólares, esto nunca se había logrado y
pensábamos que iba a ser muy difícil llegar a esta cantidad porque, si vemos,
en todo el 2020 no pasó de cuatro mil 45, aun cuando fue récord el año con 40
mil 606 millones de dólares”. ¿Siguen apoyándonos? ¡Válgame Dios! Conste.
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