Moisés Sánchez Limón |
La de Michoacán es, indudablemente, una especie de tragicomedia con tres actores principales (PRI, PAN y PRD) que buscan el papel principal y, como parte del libreto, se dedican a ofrecer ante el público doméstico y foráneo lo mejor de sus miserias políticas.
Hablemos de uno de los actores. Durante once años –a partir de 2009--la familia Cárdenas retomó el poder en el gobierno del estado, poder heredado por el abuelo y patriarca Lázaro Cárdenas del Río y del tío abuelo que fue comparsa del general, Dámaso.
Podrá decirse misa pero la familia Cárdenas influyó en la vida política, económica y social en al menos la mitad del siglo pasado, hasta que Cuauhtémoc, el ingeniero, se separó del cordón umbilical que le alimentó durante su gestación política. Sin el PRI, la familia Cárdenas se reagrupó con los amigos, parientes, cómplices y socios, hijos y delfines, compadres y hermanos de ubre política, entre ellos Leonel Godoy Rangel y Silvano Aureoles Conejo.
En Michoacán hubo, entonces, una especie de reacomodo una vez que Cristóbal Arias no fue gobernador, porque como candidato del PRD perdió aquella difícil y rara contienda con Eduardo Villaseñor Peña, abanderado del PRI que nunca pudo despachar desde Palacio de Gobierno y murió años después con el sinsabor de haber sido moneda del salinismo que, con su solicitud de licencia y la asunción de Ausencio Chávez Hernández, evitó que el perredismo incendiara al estado.
Y precisamente es el PRD, hoy, en voz del coordinador de sus diputados federales, el frustrado aspirante al gobierno del estado, abatido en las urnas por el que ahora califica enfermo y utilizado candidato del PRI, Fausto Vallejo, el que prácticamente ubica en la ingobernabilidad al estado que, en los últimos doce años, se convirtió en rehén del crimen organizado, de la “familia michoacana” primero y, hoy, de “los caballeros templarios”.
Pero esas organizaciones criminales crecieron y se fortalecieron merced al autismo de seguridad pública que se arrastra desde la época en que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano fue gobernador de Michoacán. Talamontes y asaltantes de caminos, ladrones de bancos, criminales de poca monta que crecieron en número y organización merced a la ausencia de mecanismos que los combatieran y aniquilaran.
La hemeroteca no deja mentir. En la década de los noventa, la región de Tierra Caliente era zona de actividad marihuanera que abrió paso al trasiego de la cocaína que llegaba por vía aérea en pistas próximas al río Balsas y se ofertaba en poblaciones como Aguililla, donde un teniente coronel de apellido Oropeza fue obligado a darse de baja del Ejército porque, a finales de los años 80, como responsable de la partida militar en aquella zona, se negó a encubrir al creciente narcotráfico o hacerse de la vista gorda.
Sin duda, el entonces joven ingeniero agrónomo oriundo de Carácuaro, no se percató de esa situación de creciente inseguridad porque andaba próximo al ingeniero Cárdenas en la fundación del PRD.
Pero, vaya, la aspiración de Silvano por ser gobernador ha sido frustrada en dos ocasiones, la primera en 2007 cuando buscó la nominación por el PRD, pero le ganó Leonel Godoy; luego en 2011 y perdió la contienda frente al priista Fausto Vallejo.
Impulsado por la familia Cárdenas, fue diputado federal efímero en la LVIII Legislatura, porque pidió licencia para ser candidato a alcalde de Zitácuaro, gestión que no concluyó porque se separó del cargo para asumir la cartera de secretario de Desarrollo Agropecuario en la administración de Lázaro Cárdenas Batel como gobernador de Michoacán.
Hoy insiste en convertirse en factor de influencia, una especie de vicegobernador, pero más allá de ofrecer fórmulas de solución al severo problema de inseguridad que priva en la entidad, descalifica al gobernador interino, Jesús Reyna García, matiza sus críticas a Fausto Vallejo, acaso por humanidad debido a que el gobernador con licencia se recupera de un trasplante de hígado.
¿Quiere Silvano gobernar a Michoacán? Las ganas las trae desde hace rato. Pero no ha sido porque los michoacanos apenas si le tienen poquita fe, como la que le brindaron a Leonel Godoy, tras el desastroso gobierno de Lázaro, y fue de suyo poquita que Silvano perdió frente a Fausto Vallejo y el PRI. Silvano admite su poco ascendente electoral en el estado porque: “todo mundo sabía que tenía un problema grave de salud, lo sabía él y lo sabía el PRI, pero aún así se empeñaron en hacerlo candidato a gobernador, porque les era útil, les servía, lo utilizaron pues al señor para posicionar y ganar las elecciones con todo lo cuestionado, de entrada, que estuvo el proceso electoral”. O sea que perdió ante un político disminuido físicamente. Santa madriza electoral le hubiese recetado bueno y sano.
Empero, ¿tiene la fórmula para combatir al crimen organizado que se fortaleció en esa entidad durante los gobiernos perredistas? Sus dichos lindan entre lo justiciero y frustrado. Dice que no quiere decir que hay ingobernabilidad pero se asume como el hombre que sabe cómo solucionarle los problemas a los michoacanos. ¿Le creemos? Digo.