La
Irrupción de Zeferino
La
Regla es que no hay Regla
Por
Rodrigo Huerta Pegueros*
Las reglas no escritas en
política han sido superadas por la nueva y no tan nueva camada de políticos de
este país. El viejo PRI o mejor dicho el PRI actual, quien fue el creador de
esta idea genial o cuando menos quien hizo uso de estas reglas y casi las
convirtió en tabú fue también el mismo que las dinamitó.
No olvidemos, para recuperar
algo de memoria, que los priistas no movían un solo dedo o no alzaban la voz
mas que lo autorizado. Si no se lo permitía el jefe máximo, el superior
jerárquico no hacía nada, so pena de ser desplazado, congelado o enviado al
exilio. Nadie podía decirle al gobernante en turno los errores cometidos o los
excesos de poder en que había incurrido si no quería exponerse al peligro de
ser sujeto de la ira del jerarca poderoso y autoritario, el dueño de vidas y
haciendas.
Hoy, afortunadamente, estas
reglas han caído poco a poco en desuso mientras la sociedad se abre paso y
construye las instituciones democráticas, a la vez que somete al gobernante a
ser un verdadero servidor y no servirse de quienes lo designaron mandatario
constitucional. Esta situación no la han querido asumir como realidad tangible
los políticos que todavía suspiran por las viejas fórmulas de ejercer el poder.
Pero como siempre sucede la realidad los
coloca a cada quien en su exacta dimensión.
¿Podríamos entender a este
país que ha superado los atropellos de los gobiernos autoritarios y represivos
de los años cincuentas o setentas u ochentas, ahora?
Hoy nadie se quedaría
callado ante un atropello contra una persona, un grupo o comunidad de parte de
representantes de cualquier nivel de gobierno. Ni a los uniformados se les
permite hoy en día actuar como lo hacían antes ni a los mandatarios se les
permite hacer uso del presupuesto a su antojo sin la necesidad de rendición de
cuentas.
Hoy hay mas instrumentos de
control y existen mayores frenos para que el poder se ejerza a ultranza y que
los que tienen el poder de la represión oficial no puedan ejercerla a su
arbitrio u antojo so pena de ser denuncias y a la postre sancionados.
¿Que nos queda ahora de la
forma como se gobernaba en los años sesentas con las nuevas formas como se
gobierna en este 2011 y se ejerce el poder? No hay parangón.
Por lo tanto, no entendemos a quienes hoy día
se sorprenden de lo que nos sucede con los políticos en el país y en particular
en el estado de Guerrero. No entienden que si todo se ha transformado y ha ido
cambiando paulatinamente o en forma continua, se produzca mucho ruido cuando un
ex gobernante sale a decir su verdad o sus verdades y se enfrenta y confronta
con quienes hoy son los nuevos gobernantes. La crítica a esta nueva forma de
romper reglas o tabúes son por demás ociosas y gratuitas, además de
interesadas. Hoy la sociedad no entendería nada de lo que pasa si no hay reglas
del juego y contrapesos dentro y fuera de lo que es el poder público, el poder
político o el poder económico.
Lo que hemos visto a últimas
fechas ha sido el rompimiento constante de paradigmas.
Sucedió con Carlos Salinas
de Gortari y su enfrentamiento con el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.
Lo hizo Zedillo al hacerse funcionario internacional sin cuidar ni respetar las
leyes vigentes respecto al tiempo que debe guardar un ex presidente para
trabajar con el sector privado.
No hace falta recordar lo
que hizo Fox al asumir la presidencia, pero sin embargo recordemos que en el
año 2000 perdió el PRI la presidencia de la República. Llegó el partido
conservador (PAN) al poder y a la cabeza se colocó el guanajuatense y primitivo
vaquero, Vicente Fox Quesada. Fue el primer aspirante a la presidencia de la
República que hizo a un lado las llamadas reglas escritas y no escritas en
política.
Fox no solo violentó la ley
sino que hizo lo que ningún otro candidato presidencial priista había hecho a
lo largo y ancho de la historia política nacional. Levantó el estandarte de la
Virgen de Guadalupe. Luego les recetó a los diputados y senadores en el
Congreso de la Unión su dicho: ‘si muchachos, Juárez, Juárez’, durante su toma
de protesta como presidente de la México e hizo en mas de una ocasión el
ridículo por su falta de cultura y por no respetar los protocolos nacionales e
internacionales.
Aquí en Guerrero todo pasaba
según las reglas del juego de la política priista. Esta terminó en el año 2005
cuando perdió la gubernatura. Ganó una alianza de partidos y organizaciones de
izquierda, progresistas y civilistas. Hubo una nueva forma de gobernar. No
todos quedaron contentos ni quienes estaban fuera ni de quienes quedaron dentro.
No se ajustaban a lo que hacía el nuevo gobernante. Y así transcurrió el
sexenio.
La alianza de izquierda
mantuvo su superioridad y retuvo la gubernatura bajo el mando de un ex priista.
Las reglas del juego político volvieron a trastocarse. Los aliancistas tuvieron
que poder cohabitar con sus antiguos adversarios y sobre todo, gobernar bajo
sus usos y costumbres. Todavía no se acostumbran a esta nueva fórmula de
ejercer el poder. Quizá los tenga confundidos el hecho de que no tienen o no
saben en que tipo de libro leer para orientarse un poco. Todo es confuso, pero
nada está perdido. El cuatrienio inició hace ocho meses. La limpia de casa está
todavía en acción y los sapos que se han descubierto están a resguardo y los
faltantes están debidamente registrados. Lo que se ha dicho y difundido es solo
lo que se encontró y nadie que esté en sus cabales va a ir a denunciar un
fantasma o va a presentar simuladores como pruebas.
Con estas acciones el nuevo
gobierno también rompió las reglas no escritas.
Y que bueno que así se haya
hecho. Ya no estamos en los tiempos en que se solapaba o se encubrían unos a
otros. Hoy la función pública debe dignificarse y debe denunciarse a quien haga
mal uso de los recursos que le pertenecen a la comunidad y que deben invertirse
para su provecho. Estas deberán ser reglas del juego político y deberán quedar
escritas para que quien venga después las cumpla al pie de la letra. Las reglas
no escitas pudieron ser una forma de gobernar en tiempos en que la civilización
mexicana estaba afianzándose y que todavía había mucho quehacer para que los
políticos se dijeran entendidos en esto de la administración y el quehacer gubernamental.
Pero que nadie se
escandalice porque el gobierno actual denunció o demandó a los funcionarios que
estuvieron antes al frente de las instituciones y que no hicieron bien su
trabajo y dejaron faltantes o pruebas que sustentaran el uso de los recursos
públicos.
Y así como el gobierno tiene
el derecho a denunciar a quienes crean que realizaron actos que pueden ser
constitutivos de un delito, pues también los involucrados tienen el derecho constitucional
de defenderse como mejor les sea conveniente. Y si la libertad de expresión es
una de las garantías individuales universales que debemos proteger, no hay por
ningún motivo de que escandalizarse cuando los ahora o ex políticos hacen uso
de este derecho.
La reaparición de Zeferino
Torreblanca Galindo ha venido a sacudir a los políticos y gobernantes que no se
sienten seguros de su actuación. Hay algunos que vituperan. Otros que lanzan la
piedra y esconden la mano. Otros callan por complicidad. Unos más quieren
prender fuego al adversario por el hecho de serlo. Otros más han preferido
callar y actuar y que sean las autoridades competentes las que hablen y
decidan.
Si las autoridades dan su
veredicto a los denunciantes, entonces las instituciones se fortalecerán. Si es
lo contrario, tendrán que rehacer lo que hicieron mal y al final de cuentas se
pondrán las cosas en su exacta dimensión y con ello el único beneficiado será
la comunidad en su conjunto pues es a ella a la que corresponde conocer que sus
recursos han sido debidamente utilizados o en contrario conozca que le han sido
resarcidos por quienes cometieron hechos fuera de la ley.
Pero lo cierto es que a
estas alturas del nuevo milenio, las reglas del siglo diecinueve que impuso el
viejo y actual PRI no funcionan más para esta nueva generación de políticos.
Hoy la regla es que no hay
regla, aunque sí debemos de solicitar que cada político, que cada funcionario o
que cada ciudadano, deba de mantener la civilidad para cuando tenga que exigir
que sus derechos y garantías se atiendan, escuchen y protejan. Eso no lo
debemos olvidar, por ello, pretender quemar con leña verde a un ex gobernante
por hacer uso de su libertad de expresión es por demás un desatino, un exceso y
un primitivismo rampante.
Periodista
y Analista Político*