La frase no
dice nada. Recuerda la novela de Curzio Malaparte explicando la condición
humana actual. Una cutícula que encubre todo el adefesio que somos los seres
humanos, trasgredidos por la naturaleza. Cáscara externa que miente y una
sonrisa matiza. Palabras que engañan al ofrecer soluciones, que se olvidan
pasadas las elecciones. Labia y juramentos que no resisten una mirada a los
ojos.
¿Recordará
René Juárez cuando fue abucheado en Playa Hornos, al asistir a un evento deportivo
y tuvo que huir ante la repulsa general, siendo Gobernador del Estado?
La propaganda
electoral está idealizada por bufetes de la Ciudad de México, que desconocen el
barro de que están hechas estas criaturas que hoy piden el voto, como si nadie
supiera la calaña de sus despropósitos, su apetito voraz.
La piel no es
símbolo político ni discriminación soterrada que se esconda por expiación. Justificación
subconsciente, explicación no pedida, exhibe un complejo, el del prietito
sandía: gracejo, para reírse de la negritud, a la que sólo puede
patológicamente vencer el vitiligo.
Cuando el
candidato no tiene qué ofrecer. Carece de lema y tema, ostenta vacíos profundos
y miserias verdaderas, lo único que puede es asesorarse, de expertos en la
truculenta sensación de mentir con cinismo pero, abdicar, rendirse antes de
tiempo con vaciladas como esa de la piel, es viva confesión de que no le
importa, ganar o perder, si pese a todo, de una forma u otra, él será Senador
de la República, aún cuando los votantes repudien su candidatura.
PD: “… Y, sin
embargo, se mueve”: Galileo.