Estamos a unos cuantos días
de que concluyan—por fin—las campañas electorales para dar paso a la decisión
final del elector de sufragar por el candidato o la candidata de su preferencia
para los puestos de elección popular que están en juego: la presidencia de la
República, el Congreso de la Unión (cámara alta y baja), gubernaturas (en
algunas entidades), congresos locales y ayuntamientos.
Esta será la primera vez en la
que los mexicanos tendremos en las manos más de tres boletas para depositarlas
en las urnas y decidir el destino del país en general y de lo local en
particular.
La democracia en su esencia
primigenia es votar por quien haya ganado la voluntad política del ciudadano
quien en forma libre y sin presión alguna hará uso de sus derechos políticos.
El respeto al voto es
esencial para continuar caminando por esta vía que hemos decidido transitar y
por ello se hacen los mayores esfuerzos para que este procedimiento no se vea
afectado por causas internas o externas que puedan deslegitimarlo.
NO podemos olvidar que el
tránsito hacia una democracia deliberativa no ha sido fácil y que los
mecanismos para tener una maquinaria electoral que no sea cuestionada por
ninguno de los participantes ha costado mucho y no solo en recursos materiales
o económicos sino también en vidas humanas, pues las elecciones fraudulentas
que han sido documentadas en el país han tenido como colorario una serie de
hechos delictivos y sangrientos de ingratos recuerdos.
A partir del último fraude
monumental de que se tenga recuerdo en la historia política de México se
efectuó en el año de 1988 y a partir de entonces se han producido una serie de
cambios en los procesos electorales que hoy en día podemos señalar como
trascendentes y que han mostrado y demostrado su efectividad en varios procesos
locales, regionales y nacionales.
Hoy las instituciones electorales
han logrado tener el crédito de los electores y no han sido estas instituciones
las que han promovido el abstencionismo que todavía es alto en el país sino que
han sido factores externos y muy propios de los partidos políticos los
responsables de que los mexicanos no acudan en mayoría a sufragar,
particularmente cuando estos institutos políticos promueven las
descalificaciones en lugar de propuestas y proyectos que tiendan a beneficiar a
quienes pretendan representar, así como la utilización de la violencia verbal y
física que ahuyenta de las urnas a los ciudadanos temerosos de ser víctimas
colaterales de estos enfrentamientos.
Precisamente en el estado de
Guerrero, la violencia ha reaparecido en forma por demás retadora para los
gobiernos en turno que deben atender como parte sustancial de una elección
ejemplar la inhibición de actos delictivos, lo cual no ha sucedido y si en
cambio se han registrado un sinfín de hechos que denota la falta de control
gubernamental en este terreno.
Asesinatos de candidatos,
amenazas contra otros, secuestros, extorsiones e intimidación son hechos
cotidianos en nuestro paisaje político electoral guerrerense. No hay nadie
quien se pueda sentir a salvo. Ni los perredistas, que son el partido en el
poder, se han salvado de la violencia galopante. No se diga de los priistas que
exigen cada día mayor protección y seguridad. Las instituciones electorales no
han escapado a los hechos de alta incivilidad y sus procesos para llevar a
buenos términos la elección del primero de Julio han sido de alguna forma
obstaculizados ante la ausencia de las instituciones responsables de la
seguridad pública.
Con todo y estas
irregularidades mayúsculas, que no son propiamente inéditas, los comicios del
primero de Julio próximo se realizarán no sin el temor que se tiene de que
puedan aparecer grupos violentos en ciertas regiones para impedir que algunos
candidatos logren arribar a las posiciones para la cual compiten.
Se habló mucho de que el
gobierno federal haría esfuerzos para impedir que los partidos fuesen presa de
la infiltración de la delincuencia organizada o que corriera dinero sucio en
sus campañas políticas, mas sin embargo, este discurso nunca aterrizó, cuando
menos en Guerrero, donde varios candidatos han sido señalados de tener vínculos
con el narcotráfico o de ser apadrinados por capos o cárteles y en algunos
casos mas se han registrado hechos donde los candidatos pierden la vida en
forma violenta y la versión oficial apunta hacia una acción directa del crimen
organizado.
Faltan poco menos de dos
semanas para que se conozca quiénes serán los gobernantes y representantes
populares para los próximos seis y tres años. Lo cierto es que el mapa político
de este país se verá impactado en forma sustantiva ya que el partido en el poder
perderá la Corona y la duda está en quién de los dos candidatos a la
presidencia de la República—PRI y PRD—ganará la mayoría de los sufragios.
Enrique Peña Nieto,
candidato del PRI y Verde está a un tris de triunfar, mientras que Andrés
Manuel López Obrador, candidato del PRD, PT y PMC, le pisa los talones de
manera insistente al puntero, lo cual hace mas atractiva la contienda
presidencial. Una vez mas el candidato de las llamadas ‘izquierdas’ tiene un
pié metido en Los Pinos y hasta los indecisos están volteando los ojos hacia el
‘amoroso’.
No olvidemos que los diez
días más intensos de la campaña presidencial han sido los últimos del periodo
proselitista y todo puede suceder, como ya ha estado sucediendo, donde los
obuses cada día son de mayor octanaje y cimbran las estructuras partidistas.
Sin embargo, habrá que
recordarle a los ciudadanos electores que su decisión es personal y que nadie
podrá hacer uso de su sufragio mas que ellos y que la institución electoral que
será la encargada de contarlos está blindada de posibles fraudes tanto humanos
como cibernéticos. Esperemos poder continuar transitando por esta vía
democrática de un ciudadano un voto, sin olvidarnos de que sea cual sea el
resultado, tendremos que aceptarlo como auténticos demócratas.
Periodista/Analista
Político* observar@gmail.com