Fragmento:
“…Sí
habré de decirles la verdad –dirá con emocionado acento–: sepan que luego sentí
que se iba. De esto que les cuento ya hace mucho tiempo que sucedió. Creo que
desde que se formalizó lo nuestro, lo digo por aquello de su repentina
indiferencia, su carácter cambiado, decir alborotado que le brotó como hierba
de monte en temporal, y más todavía, por las amalhayas que le afloraron en la
boca; creo que motivadas por la pobreza, mi pobreza, misma que no se las calló,
y sí restregó en mi cara como para que me fastidiara de ella. Claro sentí que
eso pretendía, entendí que deseaba deshacer lo acordado, principalmente lo
convenido con sus tatas y con los míos. Sin embargo, a pesar de ello la seguí
queriendo. Y es que no es para menos, con esa manera de platicar y modo tan
bonitos que tiene para amar, ¡quién no!..
“…
Muchas veces me han dicho que dónde tenía la cabeza cuando me le emparejé por
primera vez para dejarle saber que me gustaba; me preguntan que en qué estaba
pensando cuando la hice formal, si se considera que desde mozuela pintaba que
era rete chincualuda. Y luego me
dicen que recuerde cómo fue desde antes que se fuera conmigo. Y les da por
atraer aquello de cuando apenas tenía quince años, que la veían ir y venir en
la arena a lo largo de la playa, ahí frente a los turistas, con su batea en la
cabeza repleta de rebanadas de fruta, y caminar zarandeque que lucía mientras miraba de reojo a los hombres que
volvía boquiabiertos. Se siguen con aquello de cuando tenía más años, de cuando
le daba por coquetear y lanzar su pregón: “¡agáaarreme... la... papaya...!,
¡Fresssquesita!, ¡agárrela!, ¡cómprela…! ¡Agaaárrelaaa!”, al tiempo que atraía
miradas y piropos pícaros que se le prendían al cuerpo joven y bien formado de
piel morenita apiñonada que
Dios le dio. Y no falta a quien se le suelte la lengua con decires: que si fue novia de fulano,
que si fue de zutano y también de mengano; que si se la llevó éste por el
estero de La Colorada; que la vieron con otro por La Salinita; que juran
haberla visto acompañada de no sé quién por los recodos de El Tamarindal, y que
hasta un forastero la recogía en el paraje de La Estación para desaparecerse
ambos en no sé dónde.
“…
Cuando terminan de decir todo aquello, yo también me pregunto: ¿qué estaría
pensando y en dónde tendría la cabeza cuando me dio por arreglarme con ella? Pero no encuentro la punta del hilo a
la madeja de mis razones; nomás me acuerdo, como les dije, de esa manera de
platicar y modo bonitos que tiene para el amor, y me invade un cosquilleo en el
cuerpo; de ahí no paso, se me nubla el pensamiento, me vuelvo sordo, ciego y
mudo. Y otra vez me da por pensar en ella; de cuando le robé el primer beso por
los recodos de la laguna; de cuando fui motivo de envidia de más de dos porque
era novio de la más chula del pueblo; también me da por pensar en nuestro
casorio: dos días con sus noches de jolgorios sobre la arena, bajo los rayos
candentes del sol o la claridad lunar, en la frescura de la brisa o vientos de
la laguna, en la tibieza de arboledas y enramadas donde campearon música,
alegría de bailadores y brindis avivados por ese ir y venir de lancheros
acarreando gentillales que
venían al convite; y, lo de
nuestra primera noche con ella, con sus sabrosuras que fueron mías, las mismas
que no olvido, y otras cosas que no les cuento para no faltar a mi discreción
de hombre, pero que las traigo prendidas al alma”.
Datos: el
libro, que contiene quince fragmentos
extraídos de la obra del escritor
Margarito López Ramírez, fue recibido por la maestra
M. Beatriz González Valle, hija del añorado maestro Héctor Silvestre (CHIVETE) González
y de la maestra Elia de Asís. (Acompañan al autor: Trinidad Toledo Rodrígue y
Alberto Díaz Bello del Grupo Solidaridad Acapulco)