Gloria Analco/ Es una necedad seguir considerando al PRD un partido de izquierda. Sus actuales dirigentes no han hecho otra cosa que prestarse a tratar de liquidar políticamente a las figuras más preclaras de ese partido, como han sido los casos de Andrés Manuel López Obrador y, más recientemente, de Marcelo Ebrard. De paso, también se deshicieron de Cuauhtémoc Cárdenas. Como que los llamados “Chuchos” se han especializado en la tarea de quitarle de en medio al PRI a su más peligrosa competencia, prestándose a todo tipo de enjuagues. Desde que AMLO estuvo a un paso de ganar la Presidencia de la República, la consigna de los centros de poder de la derecha internacional y la oligarquía local ha sido que la izquierda no tome el poder, y con saña han perseguido a figuras, que como Ebrard, se han labrado un espacio político de primer nivel. Marcelo Ebrard se topó con esa realidad a partir de que entró en competencia con AMLO para ver quien encabezaría en 2012 a la izquierda en las elecciones presidenciales. Ebrard venía precedido de un buen gobierno en la capital del país, con premios internacionales y amplio reconocimiento sobre su tarea política de muy alta envergadura, hasta de figuras que como el Nobel Mario Vargas Llosa lo hicieron ver a nivel internacional. Cuando las encuestas presentaron un empate técnico entre AMLO y Ebrard para ser el candidato presidencial de la izquierda, repentinamente los líderes de opinión, que le hacen el juego al sistema, empezaron a hablar bien de López Obrador –algo desusado en ellos- para que él fuera el candidato y no Ebrard, a quien la derecha, con gran suspicacia, consideraba en 2012 el verdadero adversario político a vencer. Algo repetitivo que he escuchado en los dos últimos años, es que muchos que votaron por PRI o PAN para ocupar la silla presidencial, lo habrían hecho por la izquierda si Ebrard hubiera sido el candidato. Marcelo Ebrard puede levantar perfectamente para las elecciones presidenciales de 2018, pero sus enemigos políticos buscaron evitar a toda costa que tuviera juego político y que él pudiera contar con una plataforma para elevarse a las alturas. Por eso tanto empecinamiento por querer involucrarlo en el caso de la línea 12 del Metro. Para empezar, han intentado cerrarle el camino para que no llegue a la Cámara de Diputados. AMLO, hay que decirlo, también se prestó a cortarle el paso, pues es uno más de quienes le temen. Por suerte, para la salud de la política, ahí está en activo Dante Delgado, un personaje que por sus características políticas y personales no se prestaría a seguirle el juego al sistema, como lo han hecho los “Chuchos”, ausentes de capacidad de liderazgo, que han funcionado como comparsas de la derecha, que es desde donde guían sus pasos, y sin ninguna pizca de personalidad política progresista. La izquierda, definitivamente, no vive en ellos.