Desde el proceso interno para elegir al candidato varón para el Senado de la República por Guerrero en 2018, fue evidente la animadversión entre Félix Salgado Macedonio, quien recientemente había renunciado al PRD, y Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, en ese entonces dirigente estatal de Morena.
El
dedo elector del actual inquilino de Palacio Nacional favoreció al oriundo de
Las Querendas, quien en los hechos fue rescatado del ostracismo político, ya
que desde su salida de la Alcaldía de Acapulco dejó de participar activamente
en tareas partidistas. Y todo porque fue un pésimo gobernante y que permitió
que dos grupos del narcotráfico inauguraran una era de terror en el bello
puerto guerrerense.
Al ser ungido como candidato
de Morena en la primera fórmula al Senado, el autollamado “Toro sin cerca”
sabía de antemano que su pase era directo y que en 2021 sería un fuerte
aspirante a la gubernatura. Y eso era lo que le preocupaba a Pablo Amílcar
Sandoval, quien desde las tripas de
Morena operó para desacreditar aún más la imagen de su adversario.
Es claro que Félix no es el
único adversario político del hermano de la secretaria de la Función Pública
del gobierno federal, Irma Eréndira
Sandoval Ballesteros. El empresario y ex alcalde de Acapulco, Luis Walton Aburto, también ha sido blanco de tantos ataques, ya
sea en redes sociales o en declaraciones periodísticas. ¿Por qué? Muy sencillo:
Walton es amigo personal del presidente
Andrés Manuel López Obrador y el aspirante de Morena a la gubernatura que más
creció en las encuestas.
Pablo Amílcar creyó (y sigue
creyendo) que la candidatura a gobernador le corresponde solamente a él, bajo
el pretexto de ser fundador de Morena y haber contendido en 2015 por ese cargo,
aunque no haya alcanzado ni el 3 por ciento de los votos.
Lo cierto es que Pablo Amílcar es un político soberbio,
mentiroso e incongruente; un personaje que no nació en Guerrero y que no le
importan los problemas de los guerrerenses; y, lo que es peor: como delegado
del gobierno federal en la entidad demostró su insensibilidad hacia los
campesinos que reclamaban fertilizante y otros insumos en 2019 y 2020.
Es mentiroso porque presume
tener estudios de Doctorado en la Universidad de Yale (Estados Unidos), cuando
apenas en este año y en plena pandemia por el Covid-19 presentó su tesis para
obtener la Licenciatura en Economía por la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Y es un soberano incongruente porque en el discurso habla de
austeridad, y en los hechos hace todo lo contrario, sobre todo, al usar camionetas lujosas y que, al igual que el nopal, cada vez más le
salen propiedades.
Lo mismo ocurre con “El Toro
sin cerca (sin tuercas, para algunos), quien luego de dejar la Alcaldía porteña
y ante serios señalamientos de corrupción, adquirió la franquicia de “La
Jornada Guerrero”, un periódico que en ese entonces presentaba serios problemas
financieros.
Además, el ahora senador con
licencia fue captado en 2019 portando en su mano izquierda un reloj Submariner Date de la marca suiza Rolex, de esfera verde, cuyo costo de catálogo
es de 9 mil 750 dólares, equivalente a 188 mil pesos. Y eso que presume ser “un
político austero” y que se sujeta a todo lo que establece la Cuarta
Transformación.
Tanto
Félix como Pablo Amílcar juegan con los sentimientos de sus simpatizantes, a
quienes les dicen que llevan la delantera en las encuestas y que la candidatura
a gobernador “ya es suya”.
El pasado jueves 17 quedó
claro que ninguno de los dos garantiza la unidad en Morena.
Es claro que a Pablo Amílcar lo han inflado demasiado en
las encuestas y que lo apoya el ala más radical de su partido. Y sus
principales operadores políticos son Irma Eréndira, su hermana, y el
norteamericano John Ackerman, su cuñado. Por cierto, éste último firmó –junto con
un grupo de intelectuales orgánicos y dirigentes de izquierda– un desplegado de
apoyo (y de desesperación) a favor del hermano fifí de su esposa, manifestando
que es “el candidato ideal para la transformación de Guerrero”.
El
citado desplegado, en lugar de ayudarle a Pablo Amílcar, le perjudica, ya que
la mayoría de los firmantes ni siquiera viven ni votan en Guerrero. Tal
vez eso le ayudaría a Pablo Amílcar si se postulara a un cargo en la Ciudad de
México, de donde es originario. Pero en Guerrero eso no tiene eco.
Félix
Salgado, por su parte, también anda desesperado, porque es su última
oportunidad de ser candidato a la gubernatura. O es hoy, o nunca.
La
candidatura que creía tener en la bolsa y los apoyos que había amarrado en el Centro del país, se han
esfumado. Y ante esa situación ha
recurrido a lo que mejor sabe hacer: chantajear. Sí, chantajear a Morena y
a sus líderes para que lo nominen como el abanderado a la gubernatura. De lo
contrario, se irá a otro corral para probar mejor suerte.
A la dirigencia nacional de
Morena no le queda de otra que postular a alguien que sí garantice la unidad y
no genere más problemas. Y ése es Luis Walton.
ENTRE
OTRAS COSAS… El que peca de cinismo al señalar que no
ambiciona la reelección, es Antonio
Gaspar Beltrán, quien a pesar de sus desaciertos como alcalde y de enviar a
su esposa (Yasmín Arriaga Torres)
como su avanzada al PT, se registró como precandidato del PRD a la Presidencia
Municipal de Chilpancingo. Y eso que en su segundo informe (virtual) de
gobierno prometió que no iba por la reelección. Sólo los ingenuos le creyeron.
Pero en fin, qué se le hace.
Antonio Gaspar es un mitómano por
naturaleza. Y lo que es peor: invoca el nombre de Dios para sus nefastos fines.
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