tus minas el palacio
del Rey de Oros,
y tu cielo, las
garzas en desliz
y el relámpago verde
de los loros.
El Niño Dios te
escrituró un establo
y los veneros del
petróleo el diablo.
Ramón López Velarde
A partir de 1894 se
han privatizado más de 1000 empresas para estatales sin ningún impacto positivo
en la economía y el desarrollo social. La fiebre privatizadora inicia en 1982,
en ese tramo de tiempo, existían mil doscientas empresas propiedad del estado.
Durante el sexenio de Carlos Salinas (1988-1994), la privatización se convierte
en pandemia desnacionalizadora nacional. Bajo el falso argumento salinista
coreado por el entonces único partido, el PRI, el presidente del hermano
incómodo hoy exonerado de enriquecimiento ilícito, sustentó su actividad
privatizadora bajo esta falacia: “Es inaceptable un Estado tan propietario,
frente a un pueblo con tantas carencias y necesidades. El Estado vende sus
bienes para resolver males sociales y canaliza sus energías para abrir espacio
a los particulares, para que aumenten el empleo, la inversión y la patria se
fortalezca”.
Mayor engaño burdo y
cínico sólo en México es aceptado por la clase política maiceada y la población
entumida. Un estado fuerte es aquel que
posee activos o no uno que los entrega con el único afán de crear una
dependencia criminal de las grandes potencias económicas. El mundo al revés. Es
ese el que ha hecho implosionar la pobreza en México y las inversiones privadas
de terciopelo exentas de impuestos por 99 años, y el nacimiento de una clase
económica reducida y en pocas manos. Es cierto, se ven dieron empresas
quebradas por el pésimo manejo y la corrupción, pero también, sin explicación
es al pueblo, las más rentables, estratégicas y exitosas.
La
moda privatizadora se inició, como ya lo tratamos en este espacio con Margaret
Thatcher en Inglaterra. En México, según el estudioso Emilio Sacristán Roy: “A
lo largo de más de treinta años, los gobiernos priístas de Miguel de la Madrid,
Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Enrique Peña, así como los gobiernos de la
"alternancia" panista de Vicente Fox y Felipe Calderón; han ido
desmantelando la infraestructura de servicios paraestatales y han puesto en
venta los principales bienes nacionales, al punto que, me atrevo a decir con
mucha tristeza, ya casi no queda nada en México por ser vendido…”
(memoriayfraude.blogspot.com/2013)
El
investigador resume así el impacto de las privatizaciones: “las empresas
paraestatales que han sido privatizadas fueron alguna vez organismos estatales
constituidos y amparados por las leyes mexicanas, financiadas por el propio
pueblo mexicano y que fueron instituidas con la finalidad de otorgar los
servicios y satisfacer las demandas que el mismo pueblo requiere. Durante largo
años dichas empresas lograron implementar una infraestructura de bienes y
servicios a lo largo y ancho del país y que a la postre, simple y sencillamente
fueron rematadas al mejor postor sin que el monto de la compra reingresara al
gasto público para satisfacer otras demandas del pueblo mexicano; dicho dinero
sólo ha servido para engrosar las cuentas de políticos corruptos y empresarios
inescrupulosos….”.
Esta
medida puso a la baja, el incremento de impuestos provocando un desplome de la
infraestructura social de México: “Carencia de servicios públicos, programas
sociales más limitados, menores prestaciones sociales, y prácticamente, nula
seguridad social. La intención primordial de nuestros impuestos es la de
subsanar las deudas por conceptos de rescates financieros a empresas cuyos
directivos han defraudado o desfalcado, en vez de sostener las finanzas
públicas de organismos gubernamentales de educación, seguridad, salud,
previsión social y miles de otros servicios que han ido desapareciendo….”
La
historia negra de la privatización es escandalosa. Según Sacristán Roy, “las
primeras en ser vendidas a partir del año 1984 fueron Nacional Financiera
(Nafinsa) y Sociedad Mexicana de Crédito Industrial (Somex), Dirona, Dicona,
Forjamex, Sosa Texcoco. Telégrafos Mexicanos junto con otras 155 empresas de
inversión paraestatal. SiderMex que operaba las tres más grandes siderurgias
del país: Altos Hornos, S.A., Fundidora Monterrey, S.A. y Siderúrgica Lázaro
Cárdenas-Las Truchas, S.A. de C.V.
En “1982
se decreta la nacionalización de la Banca pero en 1990 se declara la privatización
de los bancos mexicanos: Banamex, Bancomer, Serfín y Banorte que fueron adquiridas
por firmas internacionales, principalmente estadounidenses. Cuatro años más
tarde el gobierno implementa un programa de rescate financiero por malos
manejos, malversación de fondos, y corrupción y nace el terrible FOBAPROA y posteriormente
el IPAB.
Durante
la gestión de Vicente Fox la industria azucarera fue vendida a las operadoras
de azúcar extranjeras. Le siguen: Fertilizantes Mexicanos (Fertimex S.A. de
C.V., filial de PEMEX fue vendida tras ser saqueada y vandalizada por el propio
gobierno. Ferrocarriles Nacionales (Ferronales). Se suman; Aeropuertos y
Servicios Auxiliares (ASA) y aerolíneas como Compañía Mexicana de Aviación, y
Aeronaves de México (Aeroméxico) en manos de extranjeros. El Canal Trece y toda
la Compañía Operadora de Teatros pasa a manos de los Salinas Pliego de manos de
los Salinas de Gortari. Igual las comunicaciones satelitales
Se
quebró y vendió la Compañía de Luz y Fuerza del Centro que la CFE emplea empresas subcontratistas de origen
privado. Diésel Nacional (DINA) también fue una empresa ampliamente exitosa con
una gran participación financiera por parte del Gobierno Federal, DINA fue durante más de tres décadas la
principal constructora de autobuses y camiones a diésel del país. Y ya chupo
faros. Igual que la Ruta 100, y los hospitales también van que vuelan.
Y la
joya de la corona para Carlos Slim., la venta “bara, bara” de TELMEX.
Ante
este escenario cruel, doloroso y cañón, ¿qué le queda a los mexicanos? 55
millones de pobres, un país que se desangra con miles de muertos, territorios
ocupados por el narco, tres partidos de tres colores que caminan al unísono de
uno y una clase política ciega y ambiciosa que sólo piensa en sus ganancias
personales, dispuestas a finiquitar PEMEX bajo el estamento salinista escrito
líneas arriba y con el pacto de los tres partidos de tres colores que en
esencia son uno y cavar más profundo el hoyo de la patria.
DE
REOJO
El 5
de agosto cumplió 26 años de muerto vivo, Salvador Flores Rivera, mejor conocido
como Chava Flores. Hablar de Chava Flores es tocar la epidermis de la Ciudad de
México y los umbrales del poder. En su trova popular, inteligente y
contracultural, el autor de A que le
tiras cuando sueñas mexicano, marcó un hito en la historia de la música de
México. ¿Qué serían los actuales compositores sin el ejemplo de Chava Flores?
Algo o nada o quién sabe.
Los
que fuimos compañeros de canto y compartimos su bonhomía, su gran capacidad
para la sátira y esa camaradería frugal que solo hombres de la talla del
compositor del Metro; El cumpleaños de Aspergencia; La Vecindad, El Gato viudo, etc. Sabemos de su importancia como cronista
insustituible de la Ciudad de México. Monsiváis, el “Monsi”, consideraba sin
temor a equivocarse que Gabriel Vargas, creador de La familia Burrón, y Chava
Flores, son los cronistas de ese monstruo de ciudad que hoy se debate
entre desapariciones y centro operador del poder omnímodo, al que Chava flores,
siempre cuestionó, y le costó la censura y la persecución del famoso ex regente
de la Ciudad de México Ernesto Uruchurtu. Y que nadie se regale la auto censura
en este país, donde de seguir trovando, Chava le hubiera dedicado una canción
ensangrentada para morirnos de risa.