Fue en los primeros días de diciembre de 1999 cuando mi extinto primo Domingo Díaz Reina, me presentó a don Carlos Ortiz y a Carlitos Inoriza, en ocasión de la inauguración de las oficinas de la revista BAHÍA 2000, cuyo primer número vio la luz el 2 de enero del año 2000.
Domingo Díaz como editor y
esta chincualuda paloma como directora
de la misma, logramos hacer una buena mancuerna a la que se sumaron como
colaboradores los dos Carlos, Inoriza y Ortiz, convirtiéndonos en un muy buen
equipo en el que prevaleció la armoniosa y por demás divertida convivencia.
Cada día de lunes a sábado,
Carlitos Inoriza al igual que don Carlos Ortiz, se apersonaban en las oficinas
de Bahía 2000. Me encantaba escuchar a esos dos señorones de la comunicación,
porque vaya que sabían comunicar tanto en medios escritos como radiofónicos.
Dos personalidades tan diferentes pero con algunas coincidencias. Las anécdotas
surgían una tras otra, las bromas…las atufadas porque…¡ah cómo se sabía atufar,
Carlitos Inoriza!
Por ese tiempo yo fumaba
también como chacuaco, por lo que hacíamos tremebunda conexión en la fumadera
que funcionaba como excelente aderezo de nuestras interminables conversaciones.
Las carcajadas de don Carlos Inoriza resonaban en altos decibeles, sobre todo
cuando bromeaban a David Hein, el canadiense que era el editor de diseño de la
mencionada revista.
En el ejercicio del
periodismo, Carlitos Inoriza no se andaba por las ramas, era inteligente, audaz
y muy directo. Cuando algo no le gustaba, lo expresaba ‘’ipsofactamente’’ y sin
darle vueltas al asunto, amén de que tenía un muy bien definido concepto de lo
que debiera ser el desempeño de la función pública y expresaba abiertamente su
opinión cuando algún funcionario público chafeaba gachamente en el cargo.
Le gustaba leer ‘’El Rincón
del Ángel’’ (De chile, de dulce, de amor y contra ellos) y hacerme comentarios
sobre el tema que hubiera yo tocado en cada entrega y disfrutaba la
irreverencia y desfachatez con la que yo escribía e incluso me lureaba
asegurando que ‘’en Guerrero muchos de los que escriben opiniones son muy
solemnes y cuadrados, que bueno que tu escribas de forma tan libre, que seas
tan irreverente’’.
Comentaba que cuando él
había sido funcionario público en Veracruz, a un pariente que le había pedido
trabajo prefirió darle una cantidad de dinero, con tal de no emplearlo ‘’no
sólo porque estoy en contra del nepotismo sino porque los parientes siempre van
a hacer quedar mal al jefe’’.
Luego que dejamos de hacer
la revista Bahía 2000, nos veíamos mu ocasionalmente. Luego dejamos de vernos
cuando me fui a vivir 5 años a los yunaites pero a mi regreso coincidimos en
Samborn´s y me invitó a que lo visitara en la Radiodifusora para la que
trabajaba ahí muy cerca del zócalo de Acapulco y dejamos de vernos por varios
años.
Hace justo dos años, nos
reencontramos en el VIP’S de la Gran Plaza, me platicó con mucho entusiasmo el
éxito de su programa radial ‘’Contacto Ciudadano’’ y entre risas narró el
atufamiento radioactivo de las diferentes autoridades, pos las denuncias que
recibía y comentaba en su programa radial.
Durante ese año y medio que
estuve yendo cada semana a Acapulco entrevistando precisamente en el VIP’S de
Gran Plaza a diferentes prospectos para la distribución del colágeno Anahera,
coincidí varias veces con Carlitos Inoriza y su inseparable portafolios sus
anillos y sus colguijes; y aunque lo noté extremadamente delgado su ánimo
estaba arriba. Le seguía divirtiendo el espíritu de mosca que tienen algunos
politicoides que ‘’sólo entienden o hacen caso a puros periodicazos’’.
Lamentablemente llegó la
pandemia y yo dejé de ir a Acapulco y ya no tuve oportunidad de volverlo a ver.
Sin embargo el recuerdo de su muy peculiar personalidad y sus excelentes
oficios como comunicador sin doble discurso, pero sobre todo la deferencia que
siempre tuvo hacia mi persona quedan en mi mente y en mi corazón. Un compañero
más que se nos adelanta pero desde luego un compañero muy especial, por ello
esto no es un adiós sino mi más sentido hasta siempre.