martes, 14 de septiembre de 2021

ENTRESEMANA El ego del Duce MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN


En aquellos años del “arriba y adelante”, la creatividad y buen humor mexicano se corría de boca en boca respecto de los prohombres del poder, porque la prensa no tocaba al Presidente de la República ni a las Fuerzas Armadas y, ¡válgame!, mucho menos a la Morenita del Tepeyac.

 

Así, en la calle corría aquel chiste derivado de la visita del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez a China, para aquella entrevista con Mao Tse Tung, en abril de 1973, a quien presumió el talento de su joven colaborador Ignacio Ovalle Fernández.

 

Hubo un chiste que parece simplista, pero así consideraban en el extranjero y dentro de México a LEA en los tiempos en que aspiraba a ser líder mundial del Tercer Mundo, es decir, de los países subdesarrollados  y secretario General de la ONU, apenas un reflejo del enorme ego de Su Alteza Serenísima Andrés Manuel, quien pretende, amén de que España le pida perdón, no a nosotros los mexicanos, a él y la emperatriz, desaparecer a la OEA. Va.

 

Dicen que cuando Echeverría llegó al aeropuerto de Pekín y recorría sus calles, desde las vallas los amables chinos gritaban ¡Ugo!, ¡Ugo! Y agitaban banderitas tricolores.

 

--¿Por qué gritan Ugo al Presidente? ¡Se llama Luis! Preguntó y corrigió un integrante de la comitiva mexicana.

 

--Polque nos dijelon que venía un Talugo—respondió en ese singular español un chino.

 

Ríase si quiere. Eran días en los que el populismo de don LEA ya había cobrado una interesante cantidad de desconfiados mexicanos que se preguntaban si el licenciado estaba en sus cabales. Agua de Jamaica y sopes en la residencia presidencial de Los Pinos que había sido amueblada al mejor estilo campirano con todo y equipales. Cada quien con su cada cual, finalmente dueño del poder.

 

Ya ni Chente Fox con todo y la acogedora cabañita que presumió la señora Marta y me costó abandonar la fuente presidencial por andar de preguntón respecto del color y estilo del plafón de la alcoba principal. Usted me entiende.

 

Pero, vaya, justo en estos tiempos el licenciado Andrés Manuel López Obrador es personajes de todo tipo de chistes, chascarrillos, videos en Instagram, WhatsApp, memes y etcétera, etcétera, en España, Argentina, la Gran Bretaña, Alemania, Países Bajos, Guatemala, Chile, la Lagunilla, Ecatepec, La Laja, Tlalpan, corrillos de Palacio y del edificio del Viejo Ayuntamiento de la capital mexicana, San Juan de Aragón, en Toluca, La Marquesa, Hermosillo, mi pueblo San Lorenzo Chiautzingo, en Los Reyes Iztacala, Los Angeles, California, Washington, Lisboa, la Martín Carrera, el Barrio de los Sapos, Xalapa y, bueno, en donde menos lo imagine.

 

Por supuesto, Luis Echeverría se anotó un punto cuando, en octubre de 1971, se negó a aceptar la recomendación del entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, de votar en el seno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, contra la incorporación de China a este organismo.

 

Además, con Echeverría Álvarez, en febrero de 1972, México fue el primer país de Latinoamérica en iniciar relaciones diplomáticas con China. Algo hizo don Luis que hoy quiere emular el licenciado presidente Andrés Manuel, aunque…

 

En semanas recientes, recordará usted, a Su Alteza Serenísima le ha dado por hablar de dejar la Presidencia de la República si la naturaleza, la ciencia médica “o el Creador” así lo quieren, es decir, como reza aquella canción de José Alfredo Jiménez: “porque estás que te vas y te vas y te vas y te vas… y no te has ido”.

 

¿Cómo para qué? ¿Son ganas de joder para que sus críticos y malquerientes quemen incienso y hagan apuestas? Lo dicho, nadie bien nacido desea la muerte al prójimo, por más mal pecho que sea.

 

Pero ahí tiene usted al licenciado presidente con sus ocurrencias y malas vibras o la perversa estrategia de jalar el tapete al PRI y al PAN con la nominación de los gobernadores salientes de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, como embajador de México en España, y al de Nayarit, Antonio Echavarría, a integrarse a su gabinetazo.

 

¿Por qué perversa? Bueno, dicen las malas lenguas que es pago al trabajo coordinado y en asimetría con aquel poder fáctico que opera libremente, con todo y armamento de altísimo calibre, en dichas entidades. Por eso el “triunfo” sin complicaciones de Rubén Rocha Moya y Miguel Ángel Navarro Quintero. Dicen.

 

Pero, bueno, estábamos con el clasemediero y aspiracionista Andrés Manuel, elevado al nivel de Su Alteza Serenísima cuyo ego está salpicado de desmemoria a modo, o de plano olvido a propósito de la historia mexicana contemporánea, porque la ajusta a sus objetivos y utiliza cuando se le pega la gana con el fin de aparecer como el más chingón de la pradera. Y…

 

Veamos.

 

La semana pasada, le pidieron opinar respecto de esa barbaridad cometida por la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, en términos de violar la ley por sus etcéteras y ordenar el retiro de la estatua de Cristóbal Colón de la glorieta en la que estuvo desde tiempos decimonónicos, para instalarla en Polanco.

 

Bueno, pues de pronto Su Alteza Serenísima nos despachó otra barbaridad que pinta el tamaño de su ego. En serio.

 

Y como no queriendo, desde su pecho que no es bodega, pero igual desde su subconsciente que le ordena hablar sin ton ni son, dijo que “(…) ya no es tiempo de rendir culto a la personalidad (y) en mi caso, tengo escrito en mi testamento que no quiero que se use mi nombre para nombrar ninguna calle, no quiero estatuas, no quiero que usen mi nombre, este,  para nombrar una escuela, un hospital, nada absolutamente. Yo creo que el mejor homenaje que se ofrece a dirigentes, incluso a héroes, heroínas, es siguiendo su ejemplo, no convirtiéndolos en piedras (…)”. 

 

¿Andrés Manuel, héroe? No se ría, porfis, ya ve cómo es de sentido el Duce, no la vaya a agarrar contra usted, pero, vaya, vaya…

 

A menos que, en uno de esos arranques que le dan cuando platica con su cuaderno de doble raya, Octavio Romero Oropeza, en la intimidad de Palacio Nacional,  dicte un acuerdo o decrete desconocer otro del entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado que, con fecha 04 de abril de 1983 abrogó el Acuerdo Presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación del 18 de octubre de 1972, es decir, dictado por Luis Echeverría Álvarez en calidad de Presidente de la República.

 

¿De qué trata el acuerdo del licenciado Miguel de la Madrid? Precisamente de acabar con esa largueza del culto a la personalidad que determinó a todo lo alto Luis Echeverría y luego apoyó don Pepe López Portillo.

 

El acuerdo entró en vigor el 06 de abril de 1983 y esencialmente determina:

 

“ARTÍCULO 1o.-En las placas que se fijan con motivo de la inauguración de las obras públicas que realicen la Administración Pública Federal, centralizada o paraestatal el Departamento del Distrito Federal y sus entidades, o los Gobiernos locales, cuando se trate de obras llevadas a cabo con recursos federales, no deberán consignarse los nombres del Presidente de la República y de los funcionarios públicos, durante el tiempo de su encargo, ni el de sus cónyuges o parientes hasta el segundo grado.

 

“ARTÍCULO 2o.-Lo dispuesto en el artículo anterior deberá aplicarse, asimismo. a las denominaciones que, en su caso, ostenten las obras públicas a que se refiere el citado artículo, así como los servicios públicos prestados por las de dependencias y entidades de la Administración Pública Federal”.

 

O sea. El licenciado López Obrador está impedido, a menos que acuerde lo contrario, de ser objeto del culto a la personalidad. Pero igual olvida que su nombre y las siglas AMLO fueron registradas y nadie, pero nadie, las puede utilizar con fines comerciales o de lucro. Bueno, quién garantiza que por ahí alguien se atreva, con espíritu de la 4T, a bautizar un negocio de comida “Fonda Andrés Manuel”, o “Vulcanizadora López Obrador”. Digo.

 

COMO ME LO PLATICARON. En corrillos del Congreso de la Ciudad de México se comenta con agrado la ausencia de la hoy ex diputada Donaji Ofelia Olivera Reyes, integrante de la bancada de Morena, que prácticamente tomó por asalto al área de prensa y ninguneó a quienes llegaron a ocupar el cargo en la Coordinación de Comunicación Social.

 

Hubo quien duró un mes en la encomienda, porque se negó a aceptar las condiciones de doña Donají, cuyos incondicionales Christian Daza Rivera Melo, quien ostentaba, hasta hace unos días, el cargo de Coordinador Ejecutivo A; Jesús Valdez Jiménez, dizque Subdirector de Comunicación Social, aún en el puesto, aunque es religioso porque se aparece cuando Dios quiere; María Aurora Velasco Robledo, que cobra como Subdirectora De Estrategia Digital, pero creo que no sabe ni siquiera que es el WhatsApp, y Yethnalezy Sandoval Amaro, cuya quincena se le reporta en calidad de Subdirectora de Producción.

 

Esta pléyade ha hecho trizas la delicada tarea en el área de prensa del Congreso local. Aunque la actual coordinadora, verdadera profesional de la comunicación sin ínfulas de sabelotodo, ha sacado adelante la chamba, me comentan quienes me platicaron el resultado del protagonismo irreverente y soberbio de doña Donaji que, en efecto, estudió Ciencias de la Comunicación, pero confunde a la sintaxis con un platillo exótico. Conste.

 

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