HACER LEÑA DEL ARBOL CAIDO
J.M. GOMEZ
El gran impacto que
ha tenido en los medios la errata literaria del aspirante presidencial Enrique
Peña Nieto me lleva cuestionarme si de verdad, tenemos una idea de lo que
significa que el puntero en las encuestas no tenga un conocimiento amplio en
literatura ¿de verdad desvirtúa tanto al ex gobernador mexiquense como posible
presidente, o solo nos estamos uniendo a la burla general porque los medios y
las convenciones sociales así lo exigen? como mozalbetes imberbes de primaria,
listos a lanzar las más duras criticas al desventurado compañero que ha
cometido un tropiezo en clase;
parodiamos, nos mofamos e implicamos los mas variados significados al
episodio acontecido en la Feria del Libro de Guadalajara, sin detenernos a
meditar lo trivial que bajo una mirada aguda esto pueda parecer, como dice el
dicho nos dedicamos a “hacer leña del árbol caído” . Y es que con un promedio
por habitante de 2.9 libros leídos por año, según la encuesta nacional de
lectura, ¿por que debe ser tan sorprendente, que la clase política, reflejo de
sus electores no estén documentados en la literatura?. Hay juicios que hacer,
por supuesto, hacia la escasa actividad lectora en nuestro país, pero no se
relacionan con este asunto que aterriza sobre los terrenos electorales, los
cuales, durante los meses siguientes, se volverán más fértiles de cara a la
madre de todas las batallas electorales: La Batalla de los Pinos.
La onda expansiva
causada por la respuesta del personaje priista, responde al carácter de
actividad erudita que se le ha otorgado a la lectura en los círculos
pseudointelectuales de la televisión, como si solo seres humanos forjados de
una materia excepcional pudieran realizar la “titánica” labor de navegar por un
libro de principio a fin. Pareciera que han implantado la idea de que el libro
es un objeto al que hay que temer, como si de reliquias sagradas se tratara,
reservando dicha actividad para personas sobresalientes, profetas o algo por el
estilo, dejando para los demás, para el grueso de la población, los
“ordinarios” el caudal interminable de imágenes televisivas irradiando nuestras
mentes.
¿Qué tan útil seria
para los mexicanos un presidente docto en el ámbito literario? La dura verdad
de las evidencias históricas dicen que no mucho, las constantes alusiones que
personajes como José López Portillo o Luis Echeverría hacían hacia lo que leían
dejaban de manifiesto que eran lectores voraces, sin embargo ambos terminaron arrastrando
la imagen presidencial ante la opinión pública, el primero cuando en una acción
de evidente teatralidad política lloro al no haber podido “defender al peso
como un perro” y el segundo por su arresto domiciliario en 2006 debido a su
supuesta participación en las masacres estudiantiles de 1968 y 1971. Mientras
en el otro lado de la balanza un hombre como Luis Inácio Lula da Silva, cuya
preparación escolar fue escaza se convirtió en la punta de lanza del despegue
económico de Brasil.
Más sustancioso y más
conveniente, menos mediático, sería que los electores, reflexionaran acerca de
las propuestas que cada uno de los contendientes ofrecen y exigir una
metodología acerca de cómo lograrlas, ya que en ellas está contenido el germen
del país que seremos en los años venideros, la urgencia que tenemos de
reformas, económicas, laborales, judiciales y educativas, no nos permiten que
gastemos energía en juzgar a los candidatos por actividades que nada influyen
en las decisiones tomadas o en el temple necesario al momento de afrontar una
crisis, las cuales no han escaseado en épocas recientes. Bajo el criterio de
aquellos que han hecho de esta fogata un incendio forestal, Sócrates era un
analfabeto, pues el filosofo griego no escribía ni siquiera sabía leer, pero
eso no evito que dejara su huella indeleble en el pensamiento occidental. Pero
claro yo solo sé que no sé nada…