domingo, 11 de mayo de 2014

Rogelio Faz/Inmigración: dos criterios

Rogelio Faz//Cartas desde Chicago.- Se han dicho tantas cosas con una cantidad de acciones para exigir la reforma inmigratoria, que parece ya se agotaron todos los recursos habidos y por haber. Marchas y remarchas, plantones, rezos, plegarias, amenazas, ayunos, y nada. De seguir así podría pensarse que, nada ni nadie, nos resolverá el estatus migratorio.
ROGELIO FAZ
Han sido tantos los argumentos que ya estamos confundiendo los derechos humanos con la justicia social, la discriminación con el racismo, brincamos de un punto a otro para acorralar a los opositores, pero, nada claro con la reforma.
Como también es cierto que no escuchamos a nuestro interlocutor como exigimos nos escuchen. Lo que debería ser para entender a conciencia sus motivos y llegar a resultados prácticos que den una salida al reclamo por la vía política y no precisamente en las calles.
Y es que algunos activistas promotores de la reforma, digamos que con buenas intenciones, están empeñados con la idea romántica de la movilización social como recurso indefectible. A la que se suman los de ‘todo o nada’. Actitud que incomoda a los opositores.
Los medios en español concretamente en televisión, han encarado más que entrevistado a los opositores del partido republicano, tal parece con el afán de quedar bien con su audiencia, pero siempre les han dado con la puerta en las narices. Como dice el sheriff Joe Arpaio “me vienen a preguntar lo que oyen en la calle”.  Y es que siempre salen con lo mismo: “legalizar a 11 millones de indocumentados”. Nos quejamos de que no nos entienden pero tampoco hacemos un esfuerzo pare entender la diferencia entre las preocupaciones absurdas a las razonables.
Ser inmigrante documentado o indocumentado y no estar de acuerdo en cómo se enfoca el reclamo, se corre el riesgo de ser catalogado de ingrato o malinchista. Pero habrá que tomarse el riesgo, porque hay que entender las inquietudes de los opositores y hasta las discrepancias de los que están a favor.
Porque no se trata de dar papeles a los que se consideren por sí mismos merecedores. El dar una cifra de 11 millones de indocumentados para legalizar es una posición intransigente. Cuando hay que exigir legalidad para quienes se lo merecen por méritos y compromiso con el país. Así sea uno solo o 20 millones.
Casi es un hecho que no habrá reforma como se está pidiendo, y probablemente se limite solo a poner parches. Sin embargo, muchos activistas han insistido en la legalización con pase casi automático a la ciudadanía tan solo por ser un bendito inmigrante. Y si no es así es racismo o discriminación, es una postura que no es sostenible ni conveniente.
Este día de las madres es otra oportunidad para que a través de Michelle Obama se sensibilice al Presidente y le haga ver la crueldad con la separación de madres de sus hijos e hijas. Pero la señora Obama está más al pendiente de las niñas secuestradas en Nigeria que lo ha llamado un “acto inconcebible” y dice: “In these girls, Barack and I see our own daughters”. ¿Y las hijas que se quedan sin padres en Estados Unidos?
Independientemente de eso, por nuestro lado debemos reconocer que el hecho de buscar “una mejor vida” en Estados Unidos, nos ha llevado a entrar ilegalmente al país. Que es cuando realmente se inicia la separación familiar, pero insistir que el responsable de nuestra suerte es el Presidente o los legisladores no es convincente. No es que se quiera justificar a Obama, claro que si puede hacer algo que lo haga, pero antes que eso asumir nuestra responsabilidad con valentía.
Años atrás era común que los padres dejaran a sus familias en sus lugares de origen, y cada que iban y venían era un trago amargo por lo que algunos decidimos seguir el mismo camino y acabamos arribando con toda la familia. ¿A quién hacemos responsable? ¿Al presidente de EU o al de México? ¿A los respectivos congresos?
Con hijos y nietos nacidos en este país ya echamos ancla, pero eso no borra el “pecado original”. Empero, a nadie le gusta que lo saquen donde ya se hizo nido. Pero acusar de que si no nos legalizan a todos por igual es racismo o discriminación, es una actitud que no obedece al buen carácter moral por la que exigimos nos hagan justicia.
Se nos puede ir la vida haciendo berrinches y buscando culpables, pero si en realidad estamos conscientes, tenemos que empezar por reconocer nuestra falta y no acusar a nadie de algo que no nos consta y tomar en consideración los argumentos en contra, ni exigir derechos que todavía no se tienen. Esa es la amenaza a la que le temen los opositores. Dos criterios opuestos donde sacamos la peor parte.