domingo, 8 de junio de 2014

Rogelio Faz/Magnesia y gimnasia de la migración

Rogelio Martínez Faz/Cartas desde Chicago. Era un problema conocido lo de los niños migrantes desamparados en la frontera México-Estados Unidos, recién visto como un asunto serio cuando del lado norte se hace noticia. La escena es preocupante al ver las imágenes de menores de edad hacinados como en gallinero.
ROGELIO FAZ
Situación que ejemplifica la problemática de la migración y sus consecuencias, que aún queda por mostrar más sus efectos adversos en la sociedad. De ser realidad la reforma inmigratoria no ayudará en mucho al éxodo que parece ser ya un problema crónico.
Lejos está el sueño americano para los desamparados del mundo que se lanzan a la aventura como está sucediendo con los menores de edad que de hecho tienen un porcentaje muy bajo de éxito con su travesía, estabilidad económica y documentación en EU.
No es que se pretenda ser insensible con los que vienen detrás de nosotros buscando el mismo sueño, o que se esté en contra de una reforma, pero si en realidad nos interesa nuestro futuro como sociedad, la atención no solo debe centrarse en aprobar una reforma de inmigración. También debe de complementarse con una concientización por parte de los mismos promotores de una reforma de inmigración y los defensores de derechos humanos, de que la migración trae sus efectos secundarios como es la pérdida de un familiar o la desintegración familiar.
El entusiasmo de quienes creen se dará tarde o temprano una legalización, es una invitación para los aspirantes a inmigrantes para sumarse al éxodo de la suerte. Incluso los mismos defensores de los derechos humanos con todas sus buenas intenciones ayudan al migrante en su trayecto aunque sea de buena fe los encaminan a un callejón sin salida.
Así como reprochamos las políticas de los gobiernos que no hacen lo suficiente o lo correcto para que no se abuse de los transmigrantes, el brindarles ayuda para que continúen su recorrido podría ser igualmente contraproducente, en lugar de encaminarlos a su retorno. No se trata de negarles pan y cama, pero cuando se ayuda expresamente para continuar una travesía al azar también se es parte de la suerte que venga. ¿Cuántos de esos niños varados en la frontera y sin destino fueron  asistidos por ayudas humanitarias?
Qué bueno que hay personas con sentimientos nobles que se preocupan por los que menos tienen o que luchan por sobrevivir, sin embargo se podría estar motivando a los migrantes a continuar un maratón que podría no tener un destino feliz y en su lugar sea la delincuencia.
Es tiempo que empecemos a ver el fenómeno migratorio como un problema propio y no una solución cíclica con una reforma. De lo contrario para las generaciones futuras su suerte podría  depender de acciones terroristas o de un grupo que exija una inmigración estrictamente “ordenada”.
Querer o esperar resolver los problemas migratorios secundarios por la vía política parecería que es estar confundiendo la magnesia con la gimnasia.