Lectura ininterrumpida,
regalo a dos años sin José Saramago
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de
junio.- A dos años de la muertes del escritor portugués José Saramago, te
presentamos una selección de sus citas y frases más trascendentes.
El viaje no termina jamás.
Sólo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en
recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es sólo el inicio de otro
viaje.
La derrota tiene algo
positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás
es definitiva.
Las tres enfermedades del
hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida
centrada en su triunfo personal.
Soy un comunista hormonal.
¿Qué clase de mundo es éste
que puede mandar máquinas a Marte y no hace nada para detener el asesinato de
un ser humano?
Ahora no hay duda de que la
búsqueda incondicional del triunfo personal implica la soledad profunda. Esa
soledad del agua que no se mueve.
Dentro de nosotros existe algo
que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos.
No creo en dios y no me hace
ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos
las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la
intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta,
las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los
otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para
torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona.
No he sentido jamás la
necesidad de un triunfo, la necesidad de tener una carrera, la necesidad de ser
reconocido, la necesidad de ser aplaudido, no lo he sentido jamás en mi vida.
No he hecho en cada momento nada más que lo que tenía que hacer y las consecuencias
han sido éstas, podrían haber sido otras.
Todo el mundo me dice que
tengo que hacer ejercicio. Que es bueno para mi salud. Pero nunca he escuchado
a nadie que le diga a un deportista; tienes que leer.
Para qué sirve el
arrepentimiento, si eso no borra nada de lo que ha pasado. El arrepentimiento
mejor, es sencillamente cambiar
He aprendido a no intentar
convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un
intento de colonización del otro.
Sólo si nos detenemos a
pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes.
El hombre más sabio que he
conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir.
Somos la memoria que tenemos
y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin
responsabilidad quizá no merezcamos existir.
Entraré en la nada y me
disolveré en ella.
Es hora de aullar, porque si
nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por
contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos.
Cuanto más te disfraces más
te parecerás a ti mismo
El caos es un orden sin
descifrar.
La mejor manera de defender
los secretos propios es respetando los ajenos
El éxito a toda costa nos
hace peor que animales.
Si las conociéramos, las
cosas del cielo tendrían otros nombres.
Yo no escribo para agradar
ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar.
No es que sea pesimista, es
que el mundo es pésimo.
Yo no escribo por amor, sino
por desasosiego; escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo
Hay que recuperar, mantener
y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina
en la indiferencia.
Nuestra única defensa contra
la muerte es el amor.
Vivimos observando sombras
que se mueven y creemos que eso es la realidad.
El alma humana es una caja
de donde siempre puede saltar un payaso haciéndonos mofas y sacándonos la
lengua, pero hay ocasiones en que ese mismo payaso se limita a mirarnos por
encima del borde de la caja, y si ve que, por accidente, estamos procediendo según
lo que es justo y honesto, asiente aprobadoramente con la cabeza y desaparece
pensando que todavía no somos un caso perdido.
Hay personajes de novela que
están más vivos que algunos que andan por allí.
El poder real es económico,
entonces no tiene sentido hablar de democracia.
A lo mejor estoy en un
momento de la vida en que me creo tontamente saber algo de la vida.
Pienso que todos estamos
ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran.
Si hay que buscar el sentido
de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada.
La mejor manera de defender
los secretos propios es respetando los ajenos.
Los únicos interesados en
cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con
lo que hay.
Dios quiso lo que hizo e
hizo lo que quiso.
La alegría y el dolor no son
como el aceite y el agua, sino que coexisten
Me gustaría escribir un
libro feliz; yo tengo todos los elementos para ser un hombre feliz; pero
sencillamente no puedo. Sin embargo hay una cosa que sí me hace feliz, y es
decir lo que pienso.
La vejez empieza cuando se
pierde la curiosidad.
Existen dos superpotencias
en el mundo; una es Estados Unidos; otra, eres tú.
Hay quien se pasa la vida
entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados
a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando
la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra
margen, la otra margen es lo que importa.
Actualmente los laboratorios
invierten más en mejorar y producir viagra y en desarrollar mejores prótesis
mamarias que en medicamentos para el Alzheimer. Esto provocará -en el curso de
unos años- que más gente de la tercera edad tendrá mejores erecciones y senos
más prominentes, pero no recordarán para que los tengan.
El día en que sea posible
construir sobre el amor no ha llegado todavía...
Quien va a morir está ya
muerto y no lo sabe.
Espero morir como he vivido,
respetándome a mí mismo como condición para respetar a los demás y sin perder
la idea de que el mundo debe ser otro y no esta cosa infame.
De esa manera estamos
hechos, mitad indiferencia mitad ruindad.
En verdad aún está por nacer
el primer humano desprovisto de esa segunda piel que llamamos egoísmo.
Creo que nos quedamos
ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven.
Escribo para comprender, y
desearía que el lector hiciera lo mismo, es decir, que leyera para comprender.
¿Comprender qué? No para comprender en la línea que yo estoy tratando de
hacerlo; él tiene sus propios motivos y razones para comprender algo, pero ese
algo lo determina él”.
En cierto sentido se podría
decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he
venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que
creé. Considero que sin ellos no sería la persona que soy hoy, sin ellos tal
vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa
como tantas otras que de promesa no consiguieron pasar, la existencia de
alguien que tal vez pudiese haber sido y no llegó a ser.
La importancia que puede
tener usar una palabra en vez de otra, aquí, más allá, un verbo más certero, un
adjetivo menos visible, parece nada y finalmente lo es todo.
Un libro es casi un objeto.
Porque si es verdad que es algo voluminoso, que se puede tocar, abrir, cerrar,
colocar en un estante, mirar e incluso oler (¿quién no ha aspirado alguna vez
el aroma de la tinta y el papel ya fundidos en una página?) también es verdad
que un libro es más que eso, porque dentro lleva, nada más y nada menos, la
persona que es el autor. De ahí que sea necesario tener mucho cuidado con los
libros, enfrentarse a ellos dispuestos a dialogar, a entender y a
tratar de contarles lo que
nosotros mismos somos. Los buenos libros, que es de lo que aquí se trata, están
hechos con la honestidad y el trabajo de autor, luego hay que tratarlos también
con honestidad y sin regatear esfuerzos.
La idea de yo no puedo hacer
nada, es la excusa, es la coartada para no hacer nada.
Llevamos siglos
preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de
que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay
respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una
librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada.
¿Por qué ese sentido utilitario de las cosas? Si hay que buscar el sentido de
la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un
tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda
consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura
basta con que se deje de respetar el idioma. Por ahí se empieza y por ahí se
acaba.
Cuanto más viejo, más libre,
y cuanto más libre más radical
Si la literatura pudiera
cambiar el mundo, ya lo habría hecho.
Creo que en la sociedad
actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión,
que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para
satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de
pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte”. (Última entrada
en el blog de José Saramago, bajo el título “Pensar, pensar”).