jueves, 21 de junio de 2012

UN LAPSUS LITERARIO: ORWELL Y LA SOCIEDAD QUE SE NOS HA VENIDO ENCIMA. Por J.M. GOMEZ.


La tarde es lluviosa, perfecta para la reflexión.
Doy vuelta a la última página del libro entre mis manos y con este simple acto abandono de súbito el territorio del súper estado de Oceanía, escenario de la novela 1984 de  George Orwell, en la que puede degustarse una severa critica a los gobiernos totalitarios y el uso que estos hacen del poder mediático para controlar la mente de sus gobernados. El libro descansa en el sofá ahora, inanimado y sin voz, pero la angustia en sus páginas aun se agita en mi mente. Orwell fue un adelantado a su tiempo, sus paginas parecen proféticas, hablan del rostro omnipresente de un líder  estampado en carteles pegados por doquier, que estafa a su pueblo con la promesa del bienestar y que usa los canales oficiales para hacerles ver que están en la abundancia a pesar de que el entorno social es miserable y nauseabundo; pero también los hostiga con el amenazante slogan “El Gran Hermano te Vigila).
En su libro el escritor ingles nacido en La India,  habla de una guerra sin fin, una guerra que tiene que pelearse para mantener a salvo al pueblo y a la ideología que los sostiene, el Ingsoc (Socialismo Ingles), los enemigos varían, a veces la guerra es contra Asia Oriental y su Adoración de la Muerte, a veces es contra Eurasia y el Neobolchevismo.  A fin de cuentas no importa quien sea el adversario, la guerra es un medio de control más, un método para inflamar los ánimos de la gente y dirigir la mirada de las iracundas masas lejos de los verdaderos verdugos del proletariado, su propio gobierno asfixiante y tiránico.
De pronto enciendo la televisión, la maldita telepantalla tantas veces descrita en las páginas de la distópica novela que yace a mi lado. Vomita incontables  simulaciones, que no buscan mas que transmutar nuestra realidad en un escenario que solo subsiste en la retorcida mente de la elite que ostenta el poder: nos regala héroes cuyas hazañas no van mas alla de triviales logros deportivos, nos enseña a amar mediante plásticos melodramas predecibles y planos y nos cuenta el parte de una guerra que según los mandatarios era necesaria al costo que fuera. Miro hacia la ventana tratando de ver el dorado mundo que me vende la burguesía política pero solo me topo con un tapiz de innumerables pancartas adornadas con slogans hipócritas.
Estamos atrapados en un claustrofóbico dilema, no se si la ficción a copiado a la realidad o nuestra realidad ha terminado por imitar a la ficción.