martes, 9 de marzo de 2021

ZONA CERO 8M Roberto Santos


Sin duda, un error tratar de contener con vallas el movimiento feminista, antes que escuchar sus demandas y atenderlas en lo posible.

Este movimiento ha adquirido colosal dinamismo en todo el mundo que no hay vallas que lo puedan detener.

Es más, se quedarán en la cola de la historia quienes –sobre todo mandatarios– traten de evadirlos con discursos demagógicos, porque la vitalidad del feminismo no les es inyectada por los partidos políticos ni los conservadores.

Su movimiento reivindicativo va más allá de partidos, los rebasó al convertirse en legítimamente universal.

Hoy tenemos en las calles una conjugación armónica de generaciones de mujeres que  luchan por terminar con la discriminación, la desigualdad económica, desigualdad laboral, el acoso, la violencia, el abuso sexual y la desaparición de las mujeres.

Ser reconocidas en sus sexualidades y en sus cuerpos es otra de las demandas actuales, así como la participación política con equidad, algo que aún no termina de hacerse realidad. 

La consigna Ni Una Menos hace clara alusión de que están hartas de que sigan desapareciendo jovencitas sin que las autoridades puedan frenar este cruel fenómeno, que está relacionado con el tráfico de personas, la venta de cuerpos y prostitución forzada.

Hoy podemos constatar que cada vez son más mujeres que valerosamente se animan a denuncian violaciones sexuales y acoso por parte de actores, políticos, candidatos, compañeros de escuela, de trabajo, etc., a pesar de los años de transcurrido el hecho.

Me Too fue la punta de la madeja que desnudó a personalidades que usaron su poder para abusar a mujeres y cubrirse con un manto de impunidad durante largos años.

Quien no logre entender que este movimiento se encuentra en una nueva fase, donde las jóvenes no encuentran las mismas oportunidades, además son desaparecidas por decenas en el país, los violadores sexuales no son castigados como se merecen, y persisten los acosos y violencia, sin ser escuchadas, se quedará con sus estructuras mentales que solo les permite balbucear “que deben ser castigadas por atentar contra los monumentos históricos.”

Las manifestaciones violentas ofrecen una lectura: que las mujeres ya no soportan ser ignoradas, y se muestran sumamente enojadas contra esas estructuras arcaicas de poder dominante machista y patriarcal, que se asume como el defensor de las buenas costumbres y de la estabilidad social a partir del mantenimiento de los sistemas familiares tradicionales, donde las mujeres debe seguir su papel de esposas, madres, cuidadoras de los abuelos, de sus hijos, nietos y bisnietos que Dios les mande.