Era una vez, una industria de calzado, que desarrolló un proyecto para
exportar zapatos a la India. La Gerencia de la empresa envía a sus dos mejores consultores
a puntos diferentes de la India para hacer las primeras observaciones del
potencial de compra de aquel futuro mercado.
Después de algunos días de investigación, uno de los consultores envía
el siguiente fax a la gerencia de la industria: “Señores, cancelen el proyecto
de exportación de zapatos para la India. Aquí nadie usa zapatos.”
Sin saber de ese fax, algunos días después, el segundo consultor manda
el siguiente mensaje: “Señores, tripliquen el proyecto de exportación de
zapatos para la India. Aquí todavía nadie usa zapatos.”
Así andan las campañas de los indistintos partidos políticos. Los
coordinadores, asesores y todo lo que termine en ores; agregándoles, también,
jodedores. Aplican bajo su particular óptica el terreno de los hechos. No por
necesitar una despensa, ya es una veta de votos. No, como tampoco lo es el
hecho de que te den un cálido saludo, que se hace por respeto, se pueda decir
que se cuenta con esas personas para que fortalezcan su proyecto.
La política con la administración compaginan siempre y cuando ambas se
conjuguen en un solo proyecto en el momento preciso de la gobernanza; más no es
aplicable solo en la política y menos aún, bajo un truculento proceso
electoral, que ha conjugado una catafixia de aspirantes en un carrusel de
regresos a sus orígenes; como el caso en la costa grande de Fredy Barrera
Méndez, que recorrió como vedette los organismos políticos a su alcance. Lo
mismo ocurrirá en breve con Bernardo Neri, que retornará al PRI, después de
haberse pasoteado por otras oficinas de la grilla y la polaca. Lo demás es
historia o falta de credibilidad en ellos, si nos apegamos al apotegma: ¿Quién traiciona
una vez…? Como lo aseguró en su momento Voltaire.
Este trascurso electivo conlleva muchas y sabias lecciones para todos.
Los pueblos que no han sabido ser administrados, sino saqueados, robados,
vilipendiados e injuriados como el caso de Acapulco, conlleva en sus
gobernantes el justo reconocimiento de ser crucificados en las urnas. La ley de
los hombres, llega; más no la ley de dios, que es burlada como cualquier
jovencita de La Montaña; pues no hay calidad moral, para que los deshonestos
respeten ante una ausencia de ética y de valores de familia. Así se observa la costa grande desde Acapulco hasta La Unión.
Zapatos, despensas, proyectos, planes, láminas, son solo causas de un
efecto de culpabilidad, siendo los responsables piezas de caza a la hora de
emitir el sufragio, el primero de julio, se verá.