¿Por qué la estrategia de favorecer selectivamente a los jóvenes, incluso regalándoles dinero por aprender a hacer jugos o talachas en vulcanizadoras?
¿Por qué prometer espacios en las universidades o en especialidades de medicina e incumplir
¿Cuántos jóvenes son parte del gabinete de Andrés Manuel López Obrador? La formación, empero, del ejército de jóvenes agradecidos con la política lopezobradorista, se apresta a defender la promesa de la 4T.
Los tiempos aleccionadores y los jóvenes como factor de poder.
Cuando Luis Echeverría Álvarez fue a la UNAM y retó a los estudiantes que estaban dolidos por la represión sangrienta de 1968 y de 1971, después de recibir una pedrada y salir en fuga de Ciudad Universitaria, se reía a carcajadas de lo acontecido.
Echeverría, ya en la ruta crítica del destape
de su sucesor, José López Portillo y Pacheco, olvidaba a los jóvenes de quienes
se valió, incluso alentándoles prácticamente a linchar a Gustavo Díaz Ordaz,
cuando en su discurso de campaña, en la Universidad Michoacana de San Nicolás
de Hidalgo, llamó a un minuto de silencio en recuerdo de los estudiantes
muertos el 2 de octubre de 1968. Muertos de los que él fue responsable.
Y de esos jóvenes de la época del echeverrismo, se integra la generación que está en el poder e incluso va de salida.
Fueron comunistas, marxistas leninistas, priistas, perredistas, panistas, petistas, parmistas y etcétera y etcétera y devinieron en morenistas con un esquema de gobierno del corte populista movido por el eslogan “Arriba y Adelante” con el que Luis Echeverría Álvarez hizo campaña y se convirtió en Presidente de México.
Bien. Decía que Andrés Manuel López Obrador se pelea con sus fantasmas, éstos que lo persiguen desde aquellos días cuando la ambición por el poder lo alejó de las aulas universitarias, en las que su mediocre paso no dejó huella alguna.
Y se fue en busca de la dirigencia del priismo tabasqueño, del brazo de jóvenes que desde los estertores del echeverrismo le tendieron la mano como Ignacio Ovalle Fernández, o personajes de respetable carta política como Enrique González Pedrero, a quienes Luis Echeverría cooptó junto con un grupo importante de protagonistas del movimiento estudiantil de 1968 e incluso de la guerrilla urbana y militantes del Partido Comunista de México
En esa larga carrera por el poder, López
Obrador fue beneficiario del priismo que hoy aborrece y a cuyos cimientos evita
ofender y se centra en políticos que crecieron desde los tiempos universitarios
y tejieron alianzas que los llevaron al poder como Carlos Salinas de Gortari y
Manuel Camacho Solís, en eco de lo ocurrido con aquel otro equipo que pretendió
la hazaña del poder transexenal con José López Portillo a la cabeza, pero su
errático gobierno lo diluyó y se quedó en una apuesta en el momento en que
Miguel de la Madrid Hurtado alzó el brazo derecho y rindió protesta como
Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos el 1 de diciembre de
1982.
¿Dónde estaba Andrés Manuel? En las filas del
priismo, en plena tarea por llegar al poder que pasaba por la dirigencia
tabasqueña del PRI, pero con la mirada puesta en el gobierno de la entidad y
para ello lograba el apoyo del entonces gobernador Leandro Rovirosa Wade, quien
los lanzó a las ligas intermedias de la política estatal vinculada a la
nacional.
¿Dónde estaba Andrés Manuel la mañana del 14
de marzo de 1975? Digamos que, como hoy presume que estudiaba, entonces estaba
en clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, vecina de
la Facultad de Medicina.
Y, por supuesto, habrá de recordar que ese día
hubo un acto fundamental en la relación de la máxima casa de estudios del país
y los jóvenes universitarios con el poder presidencial.
Porque quienes fueron a la inauguración de
cursos del alma mater se enteraron de la pedrada que le dieron al licenciado
Echeverría Álvarez, cuando abandonaba la facultad de Medicina por una puerta
trasera, apresurado y protegido por elementos del Estado Mayor Presidencial
vestidos de civil, en la que participó el entonces joven José Murat Casab.
Y, si como hoy presume de sus conocimientos de
la historia patria, pero especialmente de aquellos días de guerrilla urbana y
ambiciones desbordadas del populismo echeverrista, en cuyas tesis abrevó y es
evidente que en sus decisiones y propuestas de gobierno incorpora ideas de esos
tiempos idos, recordará las siguientes partes de un discurso en el que el
entonces presidente Luis Echeverría Álvarez rompió con la juventud estudiantil
que lo increpó y echó del campus de Ciudad Universitaria. 14 de marzo de 1975.
Echeverría pretendió asumirse socialista y se
distanció de Estados Unidos con acercamientos con China comunista, e incluso se
reunió con Mao Tse Tung, quien fallecería el 9 de septiembre de 1976. Pero,
bueno, frente a los jóvenes que lo corrían e increpaban e insultaban por lo que
representaba, de su pecho que seguramente no era bodega habló contrariado,
supuestamente.
“¡Insisto en que el grito anónimo es cobarde,
jóvenes!”, gritó Luis Echeverría desde el proscenio en el auditorio de la Facultad
de Medicina.
Y luego invocó:
“En el país y en la universidad soplan vientos
de renovación fecunda, crece la inquietud por examinar y definir el papel que
corresponde a las instituciones de educación superior en la transformación de
nuestra guerra social. Hace pocos días nos congratulamos por la nueva
orientación que la universidad está imprimiendo a sus programas de estudio y
actividades docentes, su interés por atender los problemas del campo, el
replanteamiento del servicio social de los pasantes, los nuevos enfoques y
antiguas disciplinas y la preocupación por adoptar métodos modernos de
enseñanza y aprendizaje revelan que las autoridades, maestros e investigadores,
trabajadores y alumnos de nuestra universidad viven atentos al presente y al
futuro de la ciencia y de la nación.
“(…) Pasó el tiempo de las conciencias
tranquilas... ¡así gritaban las juventudes de Mussolini y de Hitler!; ¡las
juventudes de Salvador Allende sabían discutir!... pasó el tiempo de las
conciencias tranquilas, de la mezquindad profesional, de la mediocridad
lucrativa, del aislamiento intelectual; pasó también la época de la política
como irresponsable juego de intereses y pasiones. Desligar el proceso de
modernización de nuestros verdaderos objetivos equivale a consolidar la
dependencia, la dependencia de los países imperialistas a los que ustedes les
hacen el juego, ¡ustedes!
“¡Escuchen, jóvenes manipulados por la CIA!
Desligar el proceso de modernización de nuestros verdaderos objetivos equivale
a consolidar la dependencia; un esfuerzo que se concentra exclusivamente en el
mejoramiento de los sistemas pedagógicos sin considerar los propósitos
nacionales de la educación correría el riesgo de volver más eficaces los
instrumentos que atentan contra la soberanía.
“¡Escuchen, jóvenes profascistas!, ¡ustedes! La
universidad y el gobierno desempeñan funciones complementarias, de ninguna
manera opuestas en el seno de la sociedad; el enfrentamiento entre la
universidad y el gobierno lo lamenta la nación y lo celebran los heterogéneos
enemigos de México (entonces no había neoliberales).
“(…) El gobierno de la república, jóvenes
movidos por la CIA, halla, en la honrada discrepancia en esta, energía vital
que la nación demanda; entiende que la crítica razonada —elemento esencial de
la universidad— es también soporte fundamental de la vida democrática y de
independencia del país, ya que... ¡así gritaban los jóvenes de Hitler y
Mussolini, muchachos!, ¡así! ¡Mucho cuidado con el fascismo!; ¡se les está
metiendo el fascismo en la universidad gritando así!...
“(…) Los caminos de la violencia no son los
caminos del desarrollo: la violencia busca desvertebrar la acción coordinada de
los grupos progresistas y es por ello una estrategia reaccionaria. La negativa
al diálogo y la razón es una tesis fascista; significa la clausura de la
inteligencia, el repudio de la política y la cultura, el rechazo de la
organización y de la militancia de las ideas; es la tesis en suma de la
barbarie sin principios en contra de la auténtica energía creadora y
revolucionaria de los hombres, ¡jóvenes fascistas!
“(…) Las agresiones contra la universidad son
agresiones contra el país; nos opondremos a ellas provenga de donde provengan,
¡jóvenes del coro!
¡Jóvenes del coro fácil!, nos opondremos a
ellas provengan de donde provengan, sean de oficinas burocráticas, de oficinas
empresariales o de nefastas agencias manejadas desde el extranjero, cualquiera
que sea su signo ideológico”.
¿Le suena familiar el discurso? Harto parecido
con las invocaciones en la homilías mañaneras desde Palacio Nacional.
Hoy, Andrés Manuel simpatiza y corteja a los
jóvenes, como Echeverría en los tiempos del populismo que dio al traste con el
desarrollo estabilizador e hipotecó al país. Luis Echeverría decretó amnistía a
los perseguidos por Gustavo Díaz Ordaz y pretendió ser secretario general de la
ONU. Y la historia lo condenó.
Los líderes ferrocarrileros Valentín Campa y
Demetrio Vallejo fueron amnistiados junto con maestros y jóvenes estudiantes
participantes en el movimiento de 1968. Francisco Javier Alejo, Ignacio Ovalle
Fernández, Juan José Bremer y Carlos Armando Biebrich, conocidos como parte de
la "efebocracia" de Luis Echeverría disfrutaron de las mieles del
poder, junto con intelectuales --¿orgánicos?—de la talla de Horacio Flores de
la Peña, Carlos Fuentes, Ricardo Garibay, Víctor Flores Olea y Enrique González
Pedrero.
Le suenan los nombres y las líneas
discursivas. Sin duda López Obrador le teme a la historia porque es cíclica y
él, como suele advertir, está condenado a repetirla. Conste.
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