Ser una de las entidades con
mayor índice de marginación y violencia, le pesa a Guerrero. Y son problemas
que no surgieron ahora, sino de tiempo atrás y que parecen no tener solución.
Miles de millones de pesos se
han invertido para la prevención del delito, procuración e impartición de
justicia. Pero nada de nada.
Las autoridades anuncian
constantemente que las cosas mejoran en algunos rubros. Y es válido que
cacaraqueen los resultados positivos, porque si no lo hacen, nadie más lo hará.
Con
la llegada de Héctor Astudillo Flores a la gubernatura en octubre
de 2015, se recuperó la gobernabilidad
en el estado y los inversionistas
regresaron nuevamente su mirada a Guerrero.
El turismo mejoró y el
analfabetismo se redujo. Y no ha sido una tarea sencilla para el gobierno
estatal, pero los responsables de esas áreas (Ernesto Rodríguez Escalona y Jorge
Salgado Parra) han puesto su mejor empeño para que Guerrero sea mejor.
La Secretaría de Desarrollo
Social y el Sistema DIF-Guerrero también han aportado su granito de arena para
que las condiciones mejoren en la entidad. Doña
Mercedes Calvo de Astudillo, por ejemplo, trabaja diariamente para entregar
apoyos y llevar asistencia médica en los municipios.
El campo guerrerense ha sido
atendido por el gobernador Astudillo, quien ha manifestado que el campo es
prioritario para su administración, por lo que a los campesinos se les seguirá otorgando
gratuitamente el fertilizante.
Respecto a los fuertes
señalamientos que han hecho algunos dirigentes
partidistas en torno a la grave inseguridad que prevalece en Guerrero, es
necesario manifestar que muchos de ellos
estuvieron muy calladitos cuando les tocó estar en el poder, pues no se
atrevieron tocar con el pétalo de una crítica a los gobiernos de Zeferino
Torreblanca Galindo, Ángel Aguirre Rivero y Rogelio Ortega Martínez.
Lo cierto es que el tema de
la violencia se seguirá politizando en el transcurso de las semanas por la
elección que se avecina. Todos quieren llevar agua a su molino.
Es un problema grave, desde
luego, pero se debe combatir desde la base de la sociedad: la familia.
El
gobierno está obligado a brindar seguridad a los ciudadanos, pero los valores
se deben fomentar en los hogares, porque en los centros educativos –recordemos–
solamente se imparte academia a los niños y adolescentes.
La mayoría de los
guerrerenses –los delincuentes no– anhelamos transitar libremente por las
calles y carreteras, así como llegar sanos y salvos a nuestros domicilios.
También aspiramos a mejores condiciones de vida y que las autoridades inviertan
más en educación y salud.
La violencia provocada por
grupos de la delincuencia organizada no acabará de la noche a la mañana, ni
tampoco es con armas y más policías como debe enfrentársele, sino con empleos y
proyectos productivos para los campesinos (no líderes agrarios).
En fin, el gobierno que encabeza Héctor Astudillo hace todo lo que está a su
alcance para que la violencia se reduzca y los apoyos sociales lleguen a
quien verdaderamente tengan que llegar.
Y ojalá realice más cambios
en su administración, sobre todo, en aquellas áreas que tengan que ver con la
prevención del delito y el combate a la delincuencia.
ENTRE
OTRAS COSAS… El Congreso local se está quedando con menos
diputados. La causa: varios solicitaron licencia para buscar otro cargo de
elección popular y no quedarse fuera del presupuesto durante los próximos 3 años.
Lamentablemente no todos
tendrán éxito. Habrá quienes sean zarandeados en las urnas por su deficiente
desempeño en la LXI Legislatura, y otros que lograrán convencer nuevamente a
sus electores.
La
confianza ciudadana se gana con trabajo, no con discursos huecos ni calentando
curules en cada sesión.
Veremos quiénes logran pasar
la prueba de fuego.
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