Así
como los matrimonios, los amasiatos
políticos también corren el riesgo de no ser para siempre. Los malos
entendidos o el incumplimiento de acuerdos contribuyen a ello.
Andrés
Manuel López Obrador, por ejemplo, dio fin a su relación política con dos
partidos en los que militó.
En
los años 70s se afilió al PRI y renunció en septiembre de 1988 para ser
candidato del Frente Democrático Nacional a la Gubernatura de Tabasco. Un años
después fue uno de los principales fundadores del PRD, del que fue dirigente
nacional, dos veces candidato presidencial (2006 y 2012) y el que lo hizo Jefe
de Gobierno del Distrito Federal (hoy Ciudad de México) en el año 2000.
En
2012 y luego de 23 años de militancia perredista decide renunciar para crear su
propio partido: Morena.
En todos los partidos hay conflictos.
De eso nadie se salva. Ni en las mejores familias hay unidad y armonía total.
Pero
hay militantes de algunos partidos que lavan
la ropa sucia en los medios, que no les importa atacarse ni maldecirse. La
intolerancia los distingue.
Y
lo vemos en Morena-Guerrero.
Algunos
de sus líderes se dan hasta con la cubeta. La causa: el control de la
dirigencia estatal.
En un inicio todos se movían en la
misma ruta, que consistía en fortalecer el proyecto de López
Obrador para llevarlo a la Presidencia de la República. Era entendible, pues no había cargos, prerrogativas millonarias, ni
mucho menos programas sociales para hacer clientelismo político-electoral.
Las
diferencias empezaron a relucir después de las elecciones del 1 de julio de
2018. Todos se sentían (y se siguen sintiendo) generales y que merecen ser
recompensados por su contribución al triunfo del mesías tropical, ése que le
perdonó los pecados a la otrora “mafia del poder”.
Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros
bloqueó desde la dirigencia estatal de Morena a los grupos de César Núñez Ramos (su antecesor) y al
de Marcial Rodríguez Saldaña. Y para
ello utilizó a dos de sus peleles: Sergio
Montes Carrillo, representante de Morena ante el Instituto Electoral y de
Participación Ciudadana (IEPC), y Luis
Enrique Ríos Saucedo, presidente del Consejo Estatal de Morena.
El
nieto del doctor Pablo Sandoval Cruz intentó antes de las elecciones ser
candidato a senador de la República, pero se le atravesó en el camino Félix Salgado Macedonio. Después
maniobró para ser diputado federal plurinominal, pero también fue vetado. Y
finalmente se auto palomeó para entrar
en la lista de diputados locales plurinominales.
Para
ser integrante de la LXII Legislatura local tuvo que recurrir a los tribunales,
ya que algunos militantes lo impugnaron. Tal vez por eso decidió iniciar una
lucha intestina contra César Núñez y Marcial Rodríguez.
Cuando
fue designado coordinador parlamentario de Morena en el Congreso local y, por
ende, presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo), emprendió una
estrategia errónea contra el PRI y el PRD, a quienes trató de minimizarlos por
tener menos diputados. Pero el tiro le salió por la culata.
Su soberbia e ignorancia política y
parlamentaria ocasionaron una crisis al interior de su propia bancada. Tres
diputados se le revelaron. Teófila Platero Avilés, Marco Antonio Cabada Arias y
Carlos Cruz López no se cuadraron a sus intereses y lo exhibieron como un
tirano.
Ahora,
ya no son 3, sino 11 legisladores (de 24) los que no comparten su forma de
hacer política.
Pablo Amílcar está enfermo de poder. Y
en su ambición de ser gobernador en 2021 incurre en varios errores. Lo peor de
todo es que cada día se gana más adversarios políticos, sobre todo, al interior
de su propio partido. Lo suyo es restar y dividir.
Desde
la Delegación del gobierno federal en Guerrero, da línea a sus incondicionales
para rechazar o aprobar algunas iniciativas que llegan al Congreso del estado.
Al actual presidente de la Jucopo, Antonio
Helguera Jiménez, lo mangonea a su antojo.
Lo que Pablo Amílcar no analiza es que
la elección de 2021 no está decidida aún. Además, la candidatura de Morena a la
Gubernatura tampoco la tiene segura, ya que los senadores
Félix Salgado Macedonio y Nestora Salgado García, y la alcaldesa de Acapulco, Adela Román Ocampo, también la buscan.
Se
vaticina una fuerte pelea por la candidatura a gobernador en Morena. Y si
ninguno de ellos se pone de acuerdo, el dedo
de López Obrador puede favorecer al ex alcalde de Acapulco y actual dirigente
de Movimiento Ciudadano (MC) en la entidad, Luis Walton Aburto.
El señor “súper delegado” en Guerrero
es el rey de la discordia. De eso no hay duda.
En pleno día del amor y la amistad,
uno de sus incondicionales decidió abandonarlo.Se
trata de Sergio Montes Carrillo, quien en conferencia de prensa dio a conocer
que luego de reunirse con los sandovalistas
no hubo coincidencias en la estrategia que se tiene que seguir en las próximas
elecciones. Y reconoció por primera vez que los resultados de 2018 ya no serán
los mismos en 2021.
De
acuerdo a unas fuentes consultadas, el rompimiento del amasiato político entre
Sergio Montes Carrillo y Pablo Amílcar Sandoval se debe a que éste último lo
abandonó en su pretensión de ser presidente del Comité Ejecutivo Estatal de
Morena.
Montes
Carrillo también informó que renunció como asesor del diputado Luis Enrique
Ríos Saucedo y puso a disposición su espacio ante el IEPC.
Durante cuatro años fue el más férreo
defensor de Pablo Amílcar, su otrora aliado político. Lamentablemente, sólo fue
utilizado para atacar con severidad a César Núñez y a Marcial Rodríguez.
Ni
pex, dijera un amigo covachero (dícese de aquel individuo que
toma café en ‘La Covacha’ de Chilpancingo). ¡Ahí para la otra, don Checo!
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