MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
¿Cuánto de morbo sujeta a la expectativa de los tres debates programados entre los cinco aspirantes a la Presidencia de la República? Sí, morbo, por saber quién de los candidatos sale más raspado, o de plano se posiciona.
Vaya, no hay duda de que el ciudadano televidente, del color y siglas que usted diga, quiere conocer si Andrés Manuel estará a la altura de una esgrima de ideas y propuestas sin rollos ni salidas por la tangente, o de qué forma José Antonio Meade se podrá catapultar para abandonar ese tercer sitio en el que Ricardo Anaya insiste en acotarlo, o de qué manera Margarita Zavala responderá a las acusaciones de López Obrador y, no hay duda, cómo procederá Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, que se ha convertido en la piedra en el zapato de El Peje.
En fin. El próximo domingo 22 de este mes, los cinco candidatos a la Presidencia de la República tendrán el primer encuentro formal, frente a frente, en un debate en el que supuestamente deben exponer sus propuestas de gobierno y debatir en la forma y el fondo de éstas, la viabilidad de ser aplicadas, de contrastar esquemas y proyectos, asumir compromisos despojados de demagogias y, por tanto, sustentar con absoluta certidumbre cómo y con qué impulsarlas y concretarlas.
Sí, supuestamente, porque la previsión es que será un escaparate en el que más allá de las propuestas de campaña, habrá la reiterada descalificación a falta de elementos de debate, estarán en primera línea las acusaciones que carecen de sustento pero buscan convertirse en verdad que ofende y polariza.
Y, mire usted, la previsión parte del debate que la noche de este miércoles sostuvieron los siete aspirantes a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, es decir, Mariana Boy, nominada por el Partido Verde Ecologista de México; Mikel Arriola Peñalosa, candidato del PRI; Marco Rascón, abanderado del Partido Humanista; Claudia Sheinbaum Pardo, candidata de la coalición Juntos Haremos Historia; Alejandra Barrales Magdaleno, candidata de la coalición Por México al Frente; Purificación Carpinteyro, por el Partido Nueva Alianza, y Lorena Osornio Elizondo, candidata sin partido.
¿Fue productivo el debate? ¿Ofreció una imagen creíble del político que quiere gobernar a la Ciudad de México?
Porque si éste es el modelo del debate que habrá el próximo domingo entre los presidenciables, lamentablemente será sólo un escaparate en el que se repartirán ocurrencias, las mismas ofertas de campaña, ésas que quienes han sido parte del gobierno soslayaron, o de plano evitaron meterse en honduras y no impulsaron temas como el hídrico que es igual de fundamental como el combate al crimen organizado, ésta tarea que los mexicanos demandamos todos los días en busca de recuperar la tranquilidad que nos fue arrebatada hace más de una década.
Y es que, el ex perredista y ex lopezobradorista Marco Rascón Córdova, el mismo que en la Cámara de Diputados fue al bufón con la cabeza de cerdo y creador del Superbarrio Gómez, este miércoles jugó el papel de golpeador contra Mikel Arriola Peñalosa, mientras en la acera de enfrente Claudia Sheinbaum y Alejandra Barrales discutían acerca de quién de las dos es más demagoga e incumplida, porque finalmente tienen la misma nacencia, el cordón político umbilical las une a Andrés Manuel López Obrador.
Mikel Arriola, buscó posicionarse con fundamentos de crítica a quienes como Sheinmbaum han sido gobierno en la capital del país, aunque no esperaba que Barrales llevara a la mano documentos para deslindarse de las propiedades que tuvo y que dice ya no tiene, pero que difícilmente podría haber adquirido con su dieta como diputada local, federal y senadora.
En fin, Mariana Boy, candidata del Verde, en la insistencia de los temas de ecología y movilidad, pero sin una propuesta más concreta para gobernar a la Ciudad de México, en tanto Purificación Carpinteyro ofreció ser la mejor candidata al gobierno capitalino porque, dice, no tiene compromisos ni pertenece a grupos de poder.
Pero, en términos generales, no hubo nada que conmoviera, que inclinara la balanza a favor de unos y de otras. El caso de Lorena Osornio Elizondo, vecina de la Lagunilla y candidata sin partido no emocionó, aunque sin duda recibió el respaldo sentimental de los televidentes, porque más que criticar su falta de tablas, se entendió que no tiene oficio político y no ofrece algo más allá de lo que, como cualquier ciudadano inconforme, conoce y sufre.
Vaya, no fue el debate que debió haber sido, fue una esgrima de personalismos, de diferencias elementales. Sí, el debate entraña que cada uno de los actores tenga los mejores elementos para descarrilar al oponente, pero igual debe considerarse el soporte de la oferta política y no la pueril propuesta de la ciudad de ensueño, contradictoria en suma porque su antecedente es que, cuando pudieron impulsarla, simplemente la soslayaron.
¿Será similar el primer debate entre los presidenciables? Sin duda no. ¿Habrá sorpresas? Digo.
@msanchezlimon