¡Vaya imágenes las del acto en Palacio Nacional! Enrique Peña Nieto centro de la atención y de los dichos, los comentarios a media voz entre los asistentes, en una singular evaluación sexenal.
Con la banda presidencial cruzada al pecho y la sonrisa que aprisiona mil palabras que Enrique Peña Nieto quiso decir en la despedida, la evaluación personal de su gestión, para responder a aquellos que, este lunes en Palacio Nacional, asistían investidos del poder que soñaron y urdieron lograr mediante alianzas, muchas de ellas inconfesables y que algún día se desparramarán de ese archivo político de la historia que destila pasiones, hieles, mieles, fracasos, frustraciones, acuerdos soterrados, pactos de hermandad, de sangre que la misma lucha por el poder dejará en el limbo.
Enrique Peña Nieto, el Presidente que bajó solitario las escalinatas de Palacio Nacional rumbo a la ceremonia en la que los aplausos fueron elementales y hasta mentirosos, acoplados a la circunstancia de una ceremonia que Porfirio Muñoz Ledo, el niño terrible del echeverrismo, reclama retornar al Palacio Legislativo de San Lázaro, en una singular amnesia de cómo sus hoy compañeros de viaje legislativo echaron al Presidente de ese emblemático recinto con todo y reforma constitucional.
Enrique Peña Nieto en sus terrenos, en su espacio y con los suyos, aunque ninguno de estos personajes, hombres y mujeres que se han encumbrado en su gobierno y, ¿o qué no?, enriquecido en esos negocios que reclaman altos porcentajes y hasta sociedades con los proveedores del sector público, se atreve a defenderlo.
¿Dónde quedaron estos personajes que se rasgaron las vestimentas en público, en los medios de comunicación cual próceres del periodismo nacional, pero en privado encendieron la veladora al Santo Niño de la colonia Roma?
Así, en esta campaña de linchamiento político y social contra el presidente Enrique Peña Nieto, azuzada con singular impunidad durante la campaña electoral --que parece continuar en el ámbito de las fuerzas que no se han percatado de que prácticamente ya son gobierno—no se ha escuchado una voz firme, sólida que lo defienda. Sólo generalidades incluso desde la misma dirigencia nacional del PRI.
Vaya, incluso desde las mismas ligas mayores del Gobierno federal y del priismo, se acusa a Peña Nieto de haber hundido al partido con la designación de José Antonio Meade Kuribreña, como candidato del tricolor a la Presidencia de la República, evidencia de que esta pléyade de políticos dizque modernos, se sometieron a la voz del jefe. Siseñorpresidente.
No, no se ha alzado una postura que asuma responsabilidades de hechos consumados, por ejemplo de la errática política de comunicación social, factor fundamental que dejó en la orfandad a Enrique Peña Nieto frente a las campañas de desprestigio y descalificación de obras pública, de esa infraestructura que genera miles, cientos de miles de empleos.
¿Recuerda usted cuando tundieron al Presidente por al asunto de la Casa Blanca? Bueno, pues los genios y expertos de la comunicación presidencial, especialmente en el área de medios digitales, lo primero que hicieron fue invitar a una reunión con el mandatario, en la residencia oficial de Los Pinos, a quienes lo hicieron cera y pabilo en portales. La señora Aristegui sonrió, seguramente, frente a esa pifia de estrategia de comunicación digital.
¿Y por qué no convocaron a periodistas de verdad, reporteros que ya no tienen cabida en los medios de comunicación sometidos al negocio de a cuánto la plana o el espacio en la radio y la televisión y que se ganan la vida con modestos portales o diarios digitales que sí lee el ciudadano que llaman de a pie?
Porque en esa área que dirigió la señora Alejandra Lagunes Soto Ruiz, Estrategia Digital Nacional de la Presidencia de la República, las redes sociales irrumpieron más allá de lo que se imaginaron al principio del sexenio que fenece.
Buscaron a quienes consideran líderes de opinión y les acercaron jugosos contratos de publicidad para que hablaran bien del Presidente, cuando lo fundamental era difundir, divulgar las tareas del gobierno, lo que se hacía en, por ejemplo, la construcción de infraestructura. Pero optaron por la imagen y arrumbaron el contenido.
Olvidaron hablar de cómo los miembros de las Fuerzas Armadas se la rifan todos los días, con la vida por delante, en la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado que se ha vuelto poder de facto en varias regiones del país.
¿Por qué le ocultaron información al Presidente acerca de esta guerra en la que el gobierno ha perdido una y otra vez?
¿Por qué los asesores no le recomendaron ponerse al frente en temas como Ayotzinapa y la Casa Blanca? ¿Por qué dejaron que la entonces oposición lo acusara de asesino y el mismo Andrés Manuel López Obrador creciera frente al ciudadano por enfrentar a la que llama “mafia del poder”?
¿Por qué?
Sin duda, usted y yo podemos considerar que el Presidente de la República puede defenderse sólo, o que tiene a un equipo, bien pagado, para defenderlo. Pero no, no hay quien lo defienda, salvo su familia, su esposa y sus hijas que, carentes de esa asesoría de los egresados del ITAM o las universidades en Estados Unidos y Europa, fueron presa fácil de los filibusteros que abundan en las redes.
Alguna vez, cuando el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado, era severamente cuestionado y descalificado en los medios de comunicación, ya en los estertores de su administración, el entonces director del Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (CREA), José Ramón Martel, reclamó en una reunión: “No hay nadie que defienda a mi Presidente”. Y emprendió una solitaria defensa de don Miguel, aunque no le había dado la bendición para ser candidato del PRI al gobierno de San Luis Potosí.
Hoy, en ese escenario de la fiesta de lo que en un tiempo fue El Día del Presidente, en Palacio Nacional, no hubo una voz que lo defendiera. Y no la hay porque en estos tiempos de la dizque pauta rumbo a la IV República, cada quien cuida su ejido en este latifundio de intereses creados.
No es sorpresa; es elemental praxis de la máxima que está a tres meses de consumarse: Murió el Rey… ¡Viva el Rey! Digo.
@msanchezlimon