domingo, 15 de septiembre de 2013

Entresemana El juego de la CNTE Moisés Sánchez Limón


¿Cuál es el juego de la negociación política en los nuevos tiempos del PRI-Gobierno con sus detractores?
La sangre no ha llegado al río en estas movilizaciones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en la capital del país y en otras entidades donde la chispa puede prender, pero casualmente apenas semeja una manifestación callejera de desahogos personales.

Lo ocurrido el viernes último, que en espacios fundamentalistas y donde supuestamente se ejerce el “periodismo libre e independiente”, se ha pretendido elevar al rango de una criminal represión, cuando quienes fueron detenidos y enfrentados por la fuerza pública no son maestros sino miembros de la sedicente corriente anarquista, es apenas una pincelada de lo que pudo haber sucedido desde hace semanas pero que se ha dejado crecer, en este caso bajo la tesis de privilegiar el diálogo, la concertación, el acuerdo, cuando la barbarie observada en vivo y a todo color quiere todo, menos dialogar.

¿Dialogar a madrazos? ¿Sentarse a platicar civilizadamente con un individuo que arranca palos y piedras para arrojarlos contra la fuerza pública que sólo contiene su avance?

Aunque, en efecto, hay un diálogo entre la dirigencia de la CNTE y la representación del gobierno federal, con la participación de la del gobierno de la ciudad de México. Pero públicamente no se conocen pormenores de lo platicado en privado, porque los integrantes de la CNTE, con anuencia de la parte gubernamental, se ha negado a que las reuniones sean transmitidas en vivo por las televisoras y otros medios electrónicos a los que, casualmente, acusan de vendidos al gobierno y de manipular la información del caso.

Así, se generan suspicacias y tejen versiones. Lo evidente es que, en esto de los acuerdos, hay un juego perverso de la CNTE

Vísperas de que la tarde del pasado viernes 13 el Zócalo fuera desalojado, ajustándose al acuerdo logrado entre los dirigentes de las tres principales secciones que mandan en la CNTE y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, los maestros sabían que dejarían la peana para los festejos patrios y luego volverían. Luego.

Los acuerdos han corrido en esos términos de estira y afloje con el presente y futuro laboral de los maestros en juego, con la manipulación ideológica y de supuesta defensa de derechos laborales y el patrimonio nacional que es una suerte de espejismo, eso de que cada mexicano es dueño del petróleo, como factor de impulso a escenarios de crispación y supuesta ingobernabilidad.

Cuando la tarde del pasado 1 de mayo maestros de las secciones XXII y XVIII de Oaxaca y Michoacán comenzaron a llegar al Zócalo de la ciudad de México, elementos de las policías preventivas Federal y capitalina se desplegaron en torno de la plaza, pero de manera discreta porque habían cumplido con la vigilancia elemental de las paradas obreras; incluso hubo hasta una línea de policías auxiliares y otros cuya tarea no es necesariamente la de inhibir o enfrentar manifestaciones.
Vaya, era evidente que los maestros de la CNTE llegaban a un espacio del que saldrían a partir de una negociación con autoridades capitalinas, pero especialmente con la Secretaría de Gobernación. Esa tarde, apenas comenzaban a armar sus casas de campaña –nuevecitas—y a delimitar espacios con rayas blancas, cuando sus dirigentes de grupo fueron convocados a una reunión en el interior de un autobús ubicado frente a la Catedral Metropolitana, y aceptaron irse a la plaza ubicada frente al Palacio de Minería y el Museo Nacional de Arte, en torno a la escultura ecuestre de Carlos IV.

En esa fecha, mientras el magisterio disidente aceptaba el acuerdo con Gobernación y evitaba acantonarse en el Zócalo, un grupo de los conocidos anarquistas y supuestos comunistas realizaba un mitin en el costado sur-oriente del Zócalo. Ya había pasado por el sitio poco más de un centenar de miembros del Movimiento Proletario Independiente.

Entonces cada cual traía su juego, su discurso. Los maestros se fueron del Zócalo y dejaron el espacio para que, al día siguiente –jueves 2 de mayo--, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pudiera llegar al Palacio Nacional sin contratiempos para la ceremonia oficial de recepción a cargo del presidente Enrique Peña Nieto.

Ese primero de mayo hubo manifestaciones del llamado sindicalismo independiente, que ocupó el mismo escenario frente a Palacio Nacional que poco antes llenó el sindicalismo oficial que luego se fue a Los Pinos a una celebración en familia.

¿Por qué en ese momento a las movilizaciones de la CNTE no se sumaron integrantes del SME o de esos gremios peleados con el Congreso del Trabajo y aquellos aglutinados en la Unión Nacional de Trabajadores cuyo líder real es Francisco Hernández Juárez?

Cuestión de suspicacias, porque en la tarde del miércoles 1 de mayo último, como en la del pasado viernes 13, estos beligerantes y dizque fundamentalistas líderes negociaron salirse del Zócalo y permitir actos oficiales del gobierno que detestan y acusan de represor y  vendido a intereses trasnacionales.  ¿Todo por Obama y la ceremonia del Grito? ¿Muy patriotas? Digo.