Hay conversaciones ajenas que no se puede evitar escuchar. Como suele suceder en un restaurant al oír a la mesa de al lado. Los temas en boga que se discuten son la crisis en Siria y el papel que deberían jugar los Estados Unidos. También está la reforma inmigratoria y el obamacare.
Rogelio Martinez |
En lo que respecta a Siria la mayoría desaprueba una intervención militar. Como también hay quienes creen hay que ir con todo. Pero hay algunas opiniones que quitan el apetito al solo escucharlas debido que parecen estar a favor del enemigo.
Una cosa es tener diferencias de opinión por los riesgos que eso implica, por moralidad o por humanismo, hasta por razones económicas. Pero escuchar a alguien, mientras está comiendo cómodamente un platillo americano, decir: "ojala maten a todos esos pinches gringos", refiriéndose a las fuerzas armadas de EU. Se revuelve el estómago aun sin ser estadounidense.
Es de sobra conocido que este país no es bien visto en muchas partes del mundo por ser considerado invasor. Lo que ha costado lo culpen hasta de los propios errores o la incapacidad para gobernarse a sí mismos. Pero este no es el punto, sino el cinismo con el que se refieren esas personas al ejército de los EU, sobre todo cuando se trata de inmigrantes que exigen una reforma inmigratoria y cobertura médica barata o gratuita.
Aquellos que se han visto favorecidos por las oportunidades que ofrece EU, y cuentan con un sueldo para pagar su orden en un restaurant, deberían tener presente que es gracias a la política de este país, buena o mala; armamentista y de apertura comercial con el “enemigo” (China). Por lo que ahora se puede vivir con relativa seguridad para llevarse la comida a la boca y tener tiempo para digerirla durante la sobremesa.
Por eso resulta desagradable oír a alguien estar en contra de este país y sus instituciones, en la mayoría de las veces sin fundamentos sólidos. Que con la boca llena dicen pestes contra los uniformados, a sabiendas que muchos de ellos son de nuestro origen.
Una cosa es estar en contra de la guerra y otra a favor del enemigo. La inmensa mayoría de los que se encuentra sirviendo en las fuerzas armadas, no tiene tendencias de matar ni el deseo de dañar a nadie. Claro, si las circunstancias los ponen en ese dilema deberán actuar o serán ellos los caídos.
Sin desconocer que los ejércitos tienen una función primordial, al menos el de EU es muchísimo más que eso, tiene que ver con la superación personal, disciplina, conocimientos, oportunidades de estudio, empleo, deporte, etcétera. Y eso implica sacrificios como separarse de la familia con el riesgo de no volverla a ver nunca.
Lo peor que le puede suceder a un ser humano es quitarle la vida a otro. Y para eso no se ingresa a las fuerzas armadas, aunque es válido hacerlo por convicción.
Comparado por ejemplo a la violencia en las calles de Chicago con las pandillas y el crimen organizado que actúa sin principios morales ni éticos. Matan sin más ánimo que delinquir. Criminales que no ingresan a las instituciones armadas por evadir la disciplina o la responsabilidad. Algo parecido sucede con los malagradecidos que critican al ejército estadounidense al grado de desearles la muerte, cuando se trata de jóvenes que buscan de una manera riesgosa abrirse camino en la vida.
Mientras que conchudos, cobardes o ignorantes se paladean en un lugar aparentemente seguro la democracia, producto de la “tiranía imperialista” que tanto critican. Sin saberlo o sin aceptarlo protegidos indirectamente.
Sin embargo, viven al pendiente de no recibir una bala pérdida de parte de un vago (que podrían ser sus hijos) que ya conforman ejércitos de pandillas en las calles de Chicago - la ciudad más violenta de EU- mientras comentan indignadamente en voz alta que una reforma inmigratoria debe de ser justa, además el derecho de tener cobertura médica con el Obamacare: “You can't be denied coverage, no matter what”, cuando en su tierra es probable no tenían ni en que caerse muertos.
En este país a pesar de su imperialismo se tiene el derecho constitucional de criticar a sus gobernantes, lo que no pueden hacer nuestros quejosos en los países que les “preocupan”. Es como tener al enemigo en casa y encima exigentes.