Mucho antes de la noche del 14 de Septiembre pasado, en el presente año el estado de Guerrero, se ha visto convulsionado por diferentes movimientos sociales y telúricos que han puesto en la picota al propio gobierno de Ángel Aguirre Rivero. El movimiento magisterial, la CETEG, verdaderamente devenido de la barbarie, más que de los reclamos racionales de un sector de la sociedad que siempre en toda su historia han conseguido lo que les ha venido en gana, sin respetar el derecho de terceros.
Ajenos a todo desarrollo y
actualización pretenden mantener sus jerarquías llevándose a como dé lugar tras
si la educación de cientos de miles guerrerenses y de mexicanos.
Como salido de la “chistera
de un mago” aparecieron por arte de magia los movimientos de las policías
comunitarias, cuyos hilos de su montaje están mucho más allá de los “ojos
cansados “de los indígenas que buscan con ello su reindivicación social, económica,
educativa y política. De la CRAC a la Opodeg y demás siglas que han aparecido
de esa “chistera”, pusieron de nuevo en tela de juicio y en la visión de un
estado fallido, al gobernador Ángel Aguirre Rivero. Simplemente no hallan la
punta de la madeja.
La madre naturaleza tarde
que temprano nos cobra los excesos cometidos en su contra, tal pareciera que todo lo puede soportara, siendo
un ente con una dinámica pocas veces comprendida por el hombre, y hasta que
ella destapa la “cloaca de la corrupción” de nuestros andares por las migajas
del poder y de la riqueza. Tenochtitlán,
fue fundada sobre una laguna, y que se sepa históricamente jamás se inundo, las
chinampas sobre la que estaba construida la ciudad, subía con los márgenes
mismos de la marea. Hoy quinientos años después en un lugar parecido aquel, los
sabiondos inteligentes ingenieros, con la chequera en la bolsa, y en la
búsqueda de fortuna, y acompañados de políticos para lograr sus impulsos a gran
nivel de la industria inmobiliaria, llevaron a cabo una enorme conjugación de
intereses y corruptelas para lograr el “cambio de uso de suelo” en la zona
lacustres de Punta Diamante, al oriente de la ciudad de Acapulco. Era el
“dorado” de José Francisco Ruiz Massieu (q.e.p.d.), por donde corrieron
carretadas de billetes en la creación de un o varios centros inmobiliarios, que
empresas como GEO, Ara, Homex y otras, hicieron su agosto engatusando a miles
de interesados clase medieros de todo el país, en tener una casa con dos
vistas: al mar y hacia la laguna. Eso ni en Disneylandia.
El Plano Regulador de
Acapulco, se convirtió en letra muerta, y ni con la firma del gobernador
Zeferino Torreblanca Galindo, que poco caso hizo de los pronósticos de
inundaciones en esa zona, firmo el Plano en el año de2001. El resto es como
la teoría del “dominó”, cae una y sigue
el resto, ahí con el arquitecto Francisco Díaz Díaz, como Secretario de
Desarrollo Urbano, vinieron una larga lista de interesados en llenarse el
bolsillo de dinero, con los presidentes municipales que “volteando para otro
lado” firmaban la autorización del cambio de uso del suelo: así con Alberto
López Rosas, Félix Salgado Macedonio y Manuel Añorve Baños, llevaron el agua a
su molino.
Ahí están las consecuencias,
con el problema de que con tanta corrupción de pudrieron, pero ese no es el
caso, lo peor es que “apestan”, su hedor corroe toda la sociedad que hoy está
pagando, y será a un largo plazo las consecuencias de su ambición.
El Presidente Enrique Peña
Nieto, lo ha afirmado categóricamente: tiene que haber responsables. El
Secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, afirmó que se encontrarán a los
responsables. En tanto firme como una roca, pee a los embates de sus
adversarios, buscaban encontrar y hundir en él la “espada de Damocles” Nada de
eso paso. El manto de la federación lo cubrió, él era el menos responsable de
la tragedia. Y así lo es. Walton sigue de pie y camina.
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