Cuando
observamos la historiografía de nuestro país, lo primero con lo que se topa el
ojo entrenado del lector asiduo, es que nuestra historia no es el recuento
sistemático y ordenado de los acontecimientos que le dieron forma y sentido a
nuestra realidad actual, es mas bien una colección de personajes paradigmáticos
que simbolizan un rasgo en particular de nuestra naturaleza humana, entonces la
historia de nuestro pais, se vuelve una especie de panteón mitológico de semidioses y demonios
pecaminosos en vez de una disciplina forjada con estudio minucioso del pasado,
y con esto pierde su sentido, ya no es el espejo en que podemos refugiarnos
para evitar cometer los errores del ayer, si no es un caldo de cultivo donde se
incuban los nacionalismos mas cerrados y prejuiciosos, a la orden de las elites
del poder que siempre están prestos a convertirse, según sus discursos en
defensores del mexicanismo mas puro.
Nadie mas cruel
que Cortes, nadie mas traidor que Santa Ana, nadie mas ambicioso que Iturbide o nadie mas ladrón que Carlos Salinas, la
galería de villanos es variada y maquiavélica, es una colección de gentes sin
escrúpulos que nadie que ame este país quiere ser. Por otro lado, el magnánimo
Juárez, el solemne Cuauhtémoc, el honesto Álvarez o el libertador Hidalgo, son solo ejemplos de ese distinguido grupo de
personas que lo han sacrificado todo en aras de consolidar una nación soberana
sin importar el precio a pagar. El pasado entonces se vuelve una especie de texto
dogmático en el cual esta prohibido cuestionarlo ahondar mas.
El panorama que
llegamos a tener bajo esta óptica es realmente escaso, echamos la culpa de la
perdida de nuestro territorio a las viles acciones de Santa Ana y pasamos por
alto el hecho de que nuestro ejercito era francamente miserable y que el dinero
recibido por la transacción sirvió para fortalecer las fuerzas castrenses, o
que el poderoso Juárez siempre elocuente dejaba ver en sus acciones y en sus
discursos el deseo de perpetuarse tanto como lo llego a hacer Porfirio Díaz por
tan solo citar dos ejemplos.
Emmerson llega a
afirmar que “la historia no es mas que el resumen de la vida de los grandes
hombres” pero esa historia debe estar libre de prejuicios o mascaradas, solo
viendo a través de la fría imparcialidad de las evidencias podremos de verdad
llegar a aspirar a tener una historia coherente. El alma como las acciones de
los hombres no son blancas o negras sino un raro tono de gris con infinitos
matices en el medio, los hombres no son divinos o infalibles, son simples
mortales, en cuyos errores y pecados muchas veces esta el verdaderos sentido de
sus obras.