“… en punto de las seis de la tarde sonó
el teléfono en la casa de Samuel Tlalmanalco, líder que a voz en cuello se hacía llamar de
“izquierda”, hombre que representaba la “esperanza” de la Corriente Renovadora de
un
gremio laboral, descolgó el auricular, y escuchó…
-
¿”Tú eres, Samuel”?
-
Yo soy, don Tirso… ¿En qué puedo servirle? –dijo en tono comedido
al enterarse que quien hablaba, era su conciudadano, vecino y funcionario de
alto nivel,.
-
¡Habla tu amigo!, Tirso, tu
amigo y servidor – recalcó en tono meloso el de la voz.
-
¿Usted, es..? –dijo por decir
Samuel mientras intentaba asimilar el hecho de que Tirso, el licenciado Tirso
Antúnez de los Monteros, habilidoso en el decir y hacer políticos, se dijera su
amigo, y más todavía,… su servidor.
-
¡Yo Soy! –sonó con aplomo la confirmación–
Necesitamos hablar. Te pido que vengas con urgencia a mi oficina. ¡Hoy!.. Te
espero en una hora –el supuesto servidor le daba órdenes a Samuel.
-
Sí, bueno,.. allí estaré –la
respuesta fue dada con indecisión pero a fin de cuentas Samuel empeñaba su
palabra.
A las siete de la noche, Samuel entró a
la oficina del funcionario quien de inmediato le estrechó la mano y lo abrazó,…
enfilándole una sarta de preguntas:
“¿Cómo
vislumbras tu futuro profesional?.. ¿Eres de los que se conforman con lo que
tienen?.. ¿Te has puesto a pensar que tu familia merece que le des una vida
mejor?.. ¿Qué hay de tus aspiraciones personales?..
Tirso lo atosigó hasta confundirlo…
-
Yo pienso que... –habló
titubeante Samuel.
-
¡Qué bueno que pienses, porque
mañana es la elección del comité sindical y es necesario que arreglemos ese
asunto que de pronto se ha tornado escabroso –fue tajante en su decir el
funcionario.
-
¿Arreglemos? – Samuel puso cara
de ofendido.
-
¡Sí!, siiiiiiiií… Habrá
arreglo.
-
Nada de arreglo, licenciado Tirso;
¡vamos a ganar! La corriente renovadora que represento será la triunfadora. ¡No
hay de otra!.. –habló con aplomo Samuel.
-
¡No, pues, Samuel, no!, eso no resuelve
tus aspiraciones, tus anhelos,… tus...
-
¿Mis aspiraciones…? –Samuel
recordó palabras más palabras menos en las que el leguleyo Tirso, le exponía
beneficios para él y su familia… Pero también rememoró su palabra empeñada para
desterrar la corrupción que imperaba en su gremio… Recordó: injusticias,
abusos, acosos y más perversidades cometidas por autoridades y líderes sin
escrúpulos…
-
¡Sí!, ¿porque tú quieres
prosperar; quieres mejor sueldo, plazas para tus familiares, deseas ayudar a
tus amigos? ¿O me equivoco?
-
Pero, ¿y mi palabra empeñada?
–habló Samuel como si hubiese comprendido lo que le proponía Tirso, su jefe
administrativo.
-
Tu palabra,.. tu palabra vale
mucho, pero para tu familia, para ti,… Es tu oportunidad: o tus compañeros o
los tuyos. ¿Qué dices?.. ¿Tus dientes o tus parientes?
-
Yo quiero que triunfe la razón
y...
-
¡Samuel!, amigo Samuel, aquí la
única razón es la que dará bienestar a tu familia; ¿o qué?.., ¿acaso tus
seguidores van a cubrir sus carencias, tus aspiraciones…? –Tirso, con su poder
de convencimiento, ponía énfasis a sus palabras al tiempo que veía que el líder
empezaba a ablandarse y tomaba conciencia de lo que le proponía.
-
Yo aspiro... –Samuel habló en
tono suave.
-
Tú aspiras ascender, ser
directivo y tener mejor sueldo; deseas trabajo bien remunerado para tu familia
y hasta ayudar a tus amigos; ¿o me equivoco?
-
Pues sí, pero, qué debo hacer
para obtener todo eso –una sonrisa afloró en los labios de Tirso al observar
que Samuel había mordido el anzuelo, ¡se desmoronaba!
-
¡Renunciarás a tu candidatura!,
porque de pronto ya no quieres ser secretario “renovador” de tu delegación
sindical; porque prefieres obtener beneficios para tu familia.
-
Pero mañana es la elección a
las nueve horas, y yo no puedo retractarme ni defraudar a quienes han
depositado su confianza en mí… ¿Qué dirán?.. ¿Qué diré?..
-
Samuel,… Samuel, tu suegra está
enferma –dijo Tirso a un hombre que se debatía en la incertidumbre por el
perjuicio que acarrearía a quienes habían confiado en él.
-
No, don Tirso, ¡mi suegra está bien!
-
Te digo que está enferma; es
más, no sólo está enferma, sino que de pronto se puso grave, ¡muy grave!...
Está a punto de morir –había énfasis e ironía
en las palabras del funcionario.
-
Pero si hace una hora hablé con
ella y… –Samuel se resistía ante la afirmación embaucadora de tirso.
-
Te digo que está grave y por
esa razón tienes que viajar en este momento, lo que justificará que el día de
mañana, a la hora de la elección no estés aquí –Tirso manifestaba con claridad
lo que deseaba hiciera Samuel, y, por si éste albergaba algún remordimiento que
lo indujera al arrepentimiento, le soltó una afirmación contundente: “cuando
regreses después de haber cumplido con un deber familiar, pasarás por mi
oficina para que te extienda los nombramientos de plaza que te beneficiará, y
también las que garantizan trabajo a las personas que deseas beneficiar”.
-
Pero, da la casualidad que no
tengo dinero ni en qué trasladarme, no tengo...
-
¡Samuel!, amigo, también da la
casualidad que en este momento está, en las afueras de este edificio,
esperándote un vehículo con chofer y lo necesario que te trasladará al estado
de Jalisco en donde está tu suegra.
-
¿Y...? –algo iba a preguntar Samuel
pero su jefe se le adelantó extendiéndole un fajo de billetes de alta
denominación al tiempo que guiñaba un ojo y lo abrazaba, deseándole feliz viaje
y la pronta recuperación de quien supuestamente estaba enferma.
En la mañana
del día siguiente, a escaso minutos de la hora acordada para empezar el evento
en el que se auguraba el triunfo de la Corriente Renovación, buscaron a Samuel,
el lider... Cuando estaba por iniciar la reunión gremial, alguien llegó con un
recado en el que decía estar atendiendo un “problema familiar”. Sus seguidores
lamentaron el hecho, y hasta lamentaron la gravedad de la señora, pero algunos
de éstos no votaron a favor de quien lo sustituyó para que la planilla “Corriente
Renovadora” no se presentara descabezada. Y he ahí que sucedió lo inesperado…
Cuando se tomaba
la protesta a los integrantes del comité impulsado por autoridades y caciques
magisteriales en la región, sonó el aparato telefónico en la oficina del licenciado
Tirso, éste atrajo el auricular para escuchar a quien lo enteraba del resultado
en las votaciones… Una sonrisa le iluminó el rostro…
Días después,
reapareció Samuel en el pueblo. Contrario a lo acostumbrado por él, no caminaba
altivo en la acera izquierda de la calle conforme a sus confesadas convicciones
de hombre de “renovador”. Vestido con ropajes nuevos y elegantes, transitaba
sosegado en mitad de la calle y en veces, aunque miraba al lado izquierdo con
cierta nostalgia, sus pasos se asentaban en la acera derecha protegida por las
sombras protectoras provenientes de
aleros hechos de teja vana. Saludada a sus conciudadanos, y éstos le
correspondían con atención; aunque no
faltó quien lo encarara, diciéndole altisonante: bien dice el refrán, “el
dinero ablanda más que el cebo…”